En un capítulo del libro ‘Agustín Edwards Eastman – Una biografía desclasificada del dueño de El Mercurio (Debate, 2014)’, escrito por quien firma, se describe cómo fue ese turbulento año electoral y el papel que desempeñaron agencias de noticias, diarios, organizaciones civiles y sondeos (algunos completamente inventados) en el afán por impedir una victoria izquierdista. Como sabemos, ganó Allende, pero ello no fue el fin de los intentos por desconocer su triunfo, su llegada y su permanencia en el poder.
A continuación se presentan algunos extractos relativos a esa campaña presidencial.
Otro hombre que hizo lobby en la misma línea de Agustín Edwards, David Rockefeller y John McCone [un ex director de la CIA], fue Donald Kendall, el buen amigo de Doonie [sobrenombre de Agustín Edwards]. El presidente de la Pepsi también trató de convencer a la Casa Blanca de cambiar su estrategia presidencial en Chile. «Durante junio [de 1970], el señor Donald Kendall abogó en la Casa Blanca, la CIA y otros círculos gubernamentales para que el Gobierno de Estados Unidos proveyera ayuda financiera a la campaña de Alessandri», aseguraba un documento del Comité 40 confeccionado en octubre de ese año.
Sin embargo, la Casa Blanca se mantuvo firme en su decisión de centrarse en una campaña anti Allende en vez de una pro Alessandri. «Para mí es una decepción que no tomáramos medidas más agresivas antes de las elecciones», se lamentó John McCone en una carta privada que le envió a Henry Kissinger diez días después de los comicios. El propio Agustín Edwards también se quejó de ello en una reunión que sostuvo con Richard Helms, el director de la CIA, el 14 de septiembre de 1970 en Washington. «Fue una lástima que no nos permitieran arrancarle votos a Tomic», comentó Edwards.
Mientras Agustín Edwards trataba (durante los meses previos a la elección) de activar todos sus contactos en Estados Unidos para convencerlos de apoyar activamente a Jorge Alessandri, en Chile se estaba desarrollando una violenta campaña electoral anticomunista, tal como querían Kissinger y Richard Nixon. Fue una operación que contó con el financiamiento de la CIA, y en la que El Mercurio y otros medios de derecha, además de una serie de organizaciones de fachada, desplegaron una ofensiva comunicacional tan virulenta, que el Congreso chileno decidió investigarla en julio de 1970.
A principios de año, el tono de la confrontación aún era relativamente civilizado. Fiel a su estilo recatado pero incisivo, El Mercurio editorializó en febrero de 1970: «El abanderado de la UP tiene justo título para atacar a El Mercurio porque este diario estorba sus ambiciones de escalar el poder desde hace casi un cuarto de siglo y más de una vez puso en evidencia su identidad de adelantado de la dictadura comunista».
Pero a medida que la campaña presidencial progresaba se comenzaron a utilizar técnicas de desinformación. Un ejemplo de esta mecánica sucedió el 1 de julio de 1970. Ese día, la agencia de noticias italiana ANSA despachó el siguiente cable desde Santiago a Roma:
Santiago de Chile, 1 (ANSA).— A sesenta y cinco días de la elección presidencial que se efectuará aquí el 4 de septiembre, el candidato Jorge Alessandri (independiente de derecha) mantiene un cómodo primer lugar en la preferencia de los electores, según una encuesta efectuada en la capital […] El resultado arroja: Alessandri, 40,89 por ciento; Allende, 34,62 por ciento; Tomic, 24,69 por ciento […] La encuesta fue efectuada por una empresa dirigida por técnicos extranjeros en sondeos de opinión pública.
Al día siguiente a las siete y media de la mañana, en el programa radial Desayuno con los Periodistas, de la Radio Corporación, que pertenecía al conglomerado de Agustín Edwards, los periodistas Rafael Otero y Saverio Sprovera recogieron esa información. Discutieron sobre los resultados del sondeo y entregaron más antecedentes acerca de la encuesta, afirmando que se trataba de un sondeo del European Institute System (EIS), una agencia oficial perteneciente al Mercado Común Europeo. Un día después, los diarios El Mercurio, La Segunda y Las Últimas Noticias, todos pertenecientes al Grupo Edwards, se hicieron eco de la encuesta y de lo expresado en el programa de radio.
El problema era que esa encuesta jamás existió, como tampoco existió nunca la supuesta organización EIS. Ello se supo unas semanas después gracias a una comisión investigadora de la Cámara de Diputados, que estuvo encabezada por el democratacristiano Bernardo Leighton. Pero para entonces la información ya había circulado ampliamente por todo Chile y el mundo.
Todo indicaba que se había tratado de una típica campaña de desinformación como las que la CIA solía llevar a cabo. Sprovera no solo era uno de los periodistas del programa radial, sino que también era reportero de la ANSA. Después se estableció que él había sido el autor del cable sobre la encuesta falsa que había despachado la agencia de noticias. A los pocos días fue despedido de ese servicio de noticias. Otero fue citado a la comisión investigadora, pero no se presentó. Unos años después, en 1974, fue nombrado agregado de prensa en la Embajada chilena en Washington.
Mientras ocurrían operaciones comunicacionales como la recién descrita, que en los manuales de la CIA se conocían como «propaganda negra», las radios, los diarios y los muros chilenos se vieron inundados a partir de mayo de 1970 por anuncios de dos organizaciones civiles hasta entonces desconocidas. Se trataba de los movimientos Chile Joven y Acción de Mujeres de Chile. Ambas pintaban un cuadro apocalíptico en caso de un triunfo de Allende y de la Unidad Popular.
«¿Usted se imaginó alguna vez tanques soviéticos frente a La Moneda —decía un anuncio de Chile Joven—. Bueno, en Checoslovaquia tampoco lo imaginaban, pero tanques soviéticos llegaron a aplastar todas las libertades.»
Otro anuncio, esta vez de la agrupación de mujeres, advertía: «Mujer chilena: ¿aceptaría usted que sus hijos tengan una metralleta en lugar de un silabario? Eso es lo que les espera si triunfa el comunismo».
La investigación del Congreso descubrió que detrás de esta campaña estaba una agencia llamada Publicidad Noticias Andalién Limitada, dirigida por el ex oficial de la Armada Salvador Fernández Zegers. La empresa se fundó en noviembre de 1968 por Ismael Cuevas Zañartu y Héctor Lehuedé Chaparro, y funcionaba en el octavo piso del edificio en calle Teatinos nº 252. En 1969 realizó una campaña publicitaria a favor de la minera Anaconda y ahora, en mayo de 1970, había contratado 80 anuncios diarios en 40 radioemisoras y 22 periódicos de todo el país, entre ellos todos los medios de la cadena de Edwards.
Todo indicaba que Andalién era una agencia o bien creada, pero seguramente financiada, por la CIA como parte de sus esfuerzos propagandísticos en Chile. El ex agente Ralph McGehee aseguró en un artículo publicado en 1981 que Andalién fue una organización de fachada de la agencia y que sus ejecutivos eran pagados por la CIA. Ciertamente, la forma de operar de Andalién coincidía con los métodos de propaganda negra que describió el informe de la Comisión Church del Senado estadounidense en 1975:
«Las colocaciones de propaganda se lograron a través del subsidio de grupos de mujeres de derecha y grupos de acción cívica. Se realizó una campaña del terror, usando muchos de los temas de (la presidencial de) 1964, y equiparando una victoria de Allende a la represión de Stalin. Se usaron imágenes de Praga y pelotones de fusilamiento de prisioneros políticos cubanos.»
Andalién funcionaba en la misma oficina que una revista llamada Idea, que tenía una circulación de siete mil ejemplares mensuales y se repartía por correo, de manera privada, a líderes de opinión de la derecha chilena. El subdirector de Idea era Fernando Zegers, el gerente general de Andalién. Idea era financiada en parte por el Instituto Privado de Investigaciones Económicas y Sociales, una organización encabezada por Carlos Urenda Zegers, el abogado y amigo de Agustín Edwards. Ese instituto se formó en 1961 como una corporación de derecho privado, y entre sus socios fundadores figuraban eminencias del mundo empresarial chileno, como Eugenio Heiremans, Ernesto Ayala y Gustavo Ross Ossa, el amigo de infancia de Edwards.
Durante la investigación parlamentaria realizada en julio y agosto de 1970 se reveló que Andalién había recibido un cuantioso pago de «Charly», y que entre sus financistas figuraban también tres empresas chilenas: la Compañía de Inversiones Tierra Amarilla, la Compañía de Inversiones La Chilena Consolidada y la Empresa Periodística El Mercurio S.A.P. Las tres empresas estaban bajo el control de Agustín Edwards.
Cuando en julio de 1970 se constituyó la comisión investigadora para esclarecer quiénes estaban detrás de la «campaña del terror», el primer medio de comunicación en atacar la iniciativa del Congreso fue El Mercurio. En un editorial titulado «Actuaciones parlamentarias nulas», el diario defendió la actuación de Andalién: «La Constitución Política da atribuciones a la Cámara de Diputados para fiscalizar los actos del Gobierno. Ningún poder tiene entonces para constituirse en fiscal de los actos de los particulares».
La comisión llegó a la conclusión de que «la agencia Andalién sirve al parecer de centro coordinador de una vasta red publicitaria que orienta campañas distorsionadoras de la voluntad ciudadana». Y respecto a la operación de ANSA concluyó que había cometido «un fraude publicitario de extrema gravedad».
Muchos sospechaban en esa época que detrás de la violenta campaña anticomunista se ocultaba la mano de Estados Unidos y sus socios chilenos. Esta fue tan burda que incluso el embajador de Estados Unidos en Chile, Edward Korry, la tildó de «estúpida» en los informes que enviaba a Washington.
Sin embargo, casi nadie tenía certeza respecto a ello. Excepto Doonie.
Comentarios
Como el tango: la historia
La sucia estrategia de la
Ojala que pudieran entregar
La empresa norteamericana de
hola, quiero saber porque no
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