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Lunes, 4 de Agosto de 2025
Newsletter 'The Peer Review'

A cien años del Tractatus de Wittgenstein

Ricardo Martínez

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Imagen: The Economist.
Imagen: The Economist.

Este artículo es parte de la edición del sábado 25 de diciembre de 2021 de nuestro newsletter sobre análisis de ciencia, tecnología y academia 'The Peer Review'; el cual disponemos ahora para todo el público.

Hace unos días el prestigioso semanario The Economist -obra de consulta capital para la intelligentsia de la órbita de los negocios, muy en especial en Chile, en particular por la amplitud de sus lecturas que desbordan el área de la Ingeniería Comercial- publicó una extensa cobertura por el centenario del Tractatus logico-philosophicus (TLP) el texto del pensador austriaco Ludwig Wittgenstein que revolucionó hace una centuria las ideas sobre la naturaleza del pensamiento y su relación con el mundo.

Gestado durante la Primera Guerra Mundial y producto de largas discusiones de Wittgenstein con intelectuales como Bertrand Russell o George Edward Moore, el TLP primero se editó en alemán bajo el nombre de Logisch-philosophische Abhandlung en 1921, para, un año más tarde, hacerlo en inglés con su reconocido título en latín.

Para adentrarse en el significado, el contexto y las implicancias de esta obra fundamental del siglo XX, The Peer Review entrevistó  a Mike Wilson, PhD en Romance Studies de la Universidad de Cornell y Profesor Asociado de la Facultad de Letras de la Universidad Católica de Chile, autor del volumen Wittgenstein y el sentido tácito de las cosas (Orjikh Editores, 2014).

TPR: A cien años ahora en 2021 de la versión en lengua alemana del Tractatus y a días de que en 2022 se conmemore su centenario en la versión que lo internacionalizó, en inglés. ¿Cuáles son los principales temas y el principal objetivo de esta obra?

Mike Wilson: Wittgenstein sentía que en la filosofía abundan las tautologías y los sinsentidos, que el lenguaje filosófico está viciado y que nos engañamos al confiarnos en él; nos convencemos de que podemos asir y articular ideas que no le pertenecen al lenguaje. Según Wittgenstein, nuestro vicio es imponer lenguaje a todo. En el caso del Tractatus su enfoque yacía en la estructura lógica de la teoría pictórica (una suerte de maqueta del mundo que edificamos en nuestras mentes). Intentaba señalar el límite entre aquello que se podía y no podía articular. Lo más importante siendo lo inefable. De cierto modo estaba sentenciando “el fin de la filosofía”.

TPR: La estructura del TLP dividida en apartados numerados y organizados de manera lógica formal es un esfuerzo intelectual omnicomprensivo, que pretende explicar la totalidad del mundo, ¿cuál es el contexto epocal de aquel esfuerzo? En particular, ¿cómo dialoga el TLP con los desarrollos de la lógica matemática y con la filosofía analítica?

Mike Wilson: El primer Wittgenstein, el del Tractatus, el de las trincheras en la Primera Guerra, es también estudiante de Bertrand Russell, admirador de Frege, estudiante y profesor de Cambridge. Tanto la universidad como su entorno intelectual e histórico estaban saturados de filosofía analítica. De cierto modo, sus herramientas de expresión: sus numeraciones y aforismos cuasi-matemáticos derivan de este entorno. A la vez, siempre he pensado que en el fondo nunca fue un filósofo analítico, sus preocupaciones fundamentales eran más bien místicas y existenciales. Esto se ve claramente en el ímpetu del Tractatus. Tiene una estructura teleológica que llega a un clímax tremendamente místico y que desemboca en el silencio.

TPR: En el mismo sentido de lo anterior y en un marco cultural más amplio, el espíritu de la época, él período de entre guerras, dio pie a muchos despliegues similares en el arte, la cultura, las humanidades. ¿De qué manera se inserta el TLP en su tiempo en Europa?

Mike Wilson: Creo que influye y a la vez coincide con lo que se iba desarrollando en el contexto de entreguerras. En la filosofía quizá el nexo más directo es Ser y Tiempo de Heidegger. Wittgenstein afirma en el Tractatus “No es lo místico cómo sea el mundo, sino que sea el mundo.” (“Tractatus”, 6.44); esta idea es la premisa fundamental de la filosofía de Heidegger, la mística del Ser. A la vez, también existían misreadings en su momento, tanto de su alguna vez mentor, Bertrand Russell como de los positivistas del Círculo de Viena que pensaron que Wittgenstein era uno de ellos, cosa que él rechaza enfáticamente.  Asimismo, tiene un efecto en el pensamiento científico, delimitando qué puede y no puede ser abordado por la ciencia (nos puede decir cómo es el mundo pero no puede decirnos qué es). Desmenuza La Rama Dorada de Frazer por esta misma razón. Y más allá de Europa, se pueden ver los síntomas de este tipo de pensamiento en la obra literaria de escritores como Lovecraft, fascinado por el caos y todo aquello que yace más allá del lenguaje.

TPR: Suele citarse, más que casi ningún otro aforismo del texto, el último,  “de lo que no se puede hablar hay que callar”. ¿Cuál es la interpretación dominante en el ámbito de las y los especialistas de esta afirmación?

Mike Wilson: Que no deberíamos imponer lenguaje donde no corresponde. Cuando hacemos esto, el lenguaje se “va de feriado”. Para Wittgenstein, una de nuestras fallas es querer entenderlo TODO cuando el mundo no siempre se somete a la epistemología. Las grandes preguntas como por ejemplo ¿qué es el sentido de la vida? no se pueden responder como si fuesen una unidad de conocimiento, es más bien algo vivido en la experiencia, algo que se siente sin la necesidad de cuestionarlo. Cuando intentamos fijar un sentido epistemológico a conceptos así, tales como ética, justicia, amor, consciencia, etcétera, el lenguaje solo enturbia las aguas, nos aleja de la certeza encarnada. O sea, la falta de respuesta no es el problema, la pregunta misma es el error.

TPR: Se habla de un Segundo Wittgenstein, el de las Investigaciones Filosóficas, publicadas décadas más tarde. En su lectura usted propone una continuidad entre ambos. ¿Qué diferencia y qué asimila a ambas iniciativas?

Mike Wilson: El vehículo es distinto. Wittgenstein abandona las limitaciones de la lógica y favorece una idea más orgánica del lenguaje; los juegos de lenguaje y el sentido fluido que se manifiesta en el uso mismo del lenguaje. Sin embargo, su fin existencial permanece. Los problemas de la filosofía ocurren cuando se malogran distintos juegos de lenguaje y se producen cortocircuitos. Por ejemplo, para Wittgenstein no tiene sentido que un escéptico científico trate de refutar la fe de un rabino o de un monje por medio de un juego de lenguaje empírico (y viceversa). Intentar hacerlo es un sinsentido. Para Wittgenstein los tours ateos de Hitchens y Dawkins serían una pérdida de tiempo, simplemente otro dogma inane, barking at the wrong tree. Asimismo, los religiosos que procuran refutar la evolución humana cometen el mismo error. En estos casos el lenguaje se ha ido de feriado.

TPR: Se suele decir hoy que la filosofía nunca volvió a intentar ser omnicomprensiva como en aquellos días del TLP. A cien años de distancia, ¿cuál es la perspectiva que se tiene hoy de aquella empresa y de sus logros?

Mike Wilson: Creo que lamentablemente fuera de ciertos círculos, no es algo que se reflexione mucho. Ahora más que nunca sería importante retomar el pensamiento filosófico, no sólo de Wittgenstein sino volver hasta los griegos y rescatar el pensamiento crítico que se ha ido perdiendo tanto dentro como fuera de la academia. Por mucho tiempo la religión se disfrazó de filosofía, y desde la posguerra, especialmente a partir del pensamiento continental y la teoría francesa, la sociología dogmática se ha ido disfrazando de filosofía. Esto ha perjudicado mucho a las humanidades y ha atrofiado el pensamiento reflexivo en nuestra cultura y sociedad.

ALGUNOS TEXTOS DE INTERFERENCIA SOBRE ESTOS TEMAS

- Humberto Maturana y su amiga la rana.

- El hombre que intentó redimir el mundo mediante la lógica matemática.

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