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Martes, 29 de Julio de 2025
[Revisión del VAR]

Clubes que no forman jugadores

Roberto Rabi González (*)

"Cada vez se habla menos de proyectos de formación, de identidad futbolística o de ligas juveniles robustas. La paradoja es evidente: nunca los clubes chilenos recibieron tanto dinero por transferencias internacionales como en la última década, pero tampoco se había sentido con tanta nitidez el vacío formativo".

En medio de la permanente crisis que vive el fútbol chileno —una mezcla de mediocridad deportiva, desorganización institucional y desafección del público— hay una pregunta que flota como un reproche incómodo: ¿qué están haciendo los clubes de fútbol profesional por el desarrollo del fútbol patrio?

La respuesta, si uno mira las planillas de los equipos de Primera División o incluso de la B, no es alentadora. Cada vez son menos los jugadores formados en casa. Cada vez llegan más futbolistas extranjeros de calidad dudosa, en operaciones a veces trabadas, otras muy veloces, que pocas veces se explican desde lo deportivo. Los hinchas ya nos acostumbramos a preguntar, antes que otras cosas, quien es el representante del prospecto. Tampoco los clubes brillan en lo institucional. Salvo el caso de Católica que está, con bastante sacrificio, ampliando su estadio, el resto de los clubes no han mostrado proyectos interesantes en infraestructura. Ni siquiera el merchandising de los diversos clubes es atractivo.

Cada vez se habla menos de proyectos de formación, de identidad futbolística o de ligas juveniles robustas. La paradoja es evidente: nunca los clubes chilenos recibieron tanto dinero por transferencias internacionales como en la última década, pero tampoco se había sentido con tanta nitidez el vacío formativo. Los casos de éxito —como Marcelino Núñez, Dávila, Aravena o Darío Osorio— se celebran como excepciones milagrosas, no como frutos naturales de un sistema de desarrollo. Y seamos honestos, esos jugadores, los más destacados, están muy lejos de ser estrellas de renombre, como era habitual en tiempos más remotos. Y peor aún: muchos de ellos ya estaban en el radar de representantes y clubes del extranjero antes de cumplir la mayoría de edad, lo que habla más de scouting global que de trabajo institucional.

Entonces, ¿qué sentido tiene que un club mantenga divisiones inferiores si no va a apostar por ellas? ¿Realmente los formadores no son capaces de hacer un trabajo que se exprese en convertir, al menos, un par de buenos proyectos en jugadores superclase de nivel mundial? ¿Para qué sirven las canteras si sus egresados no tienen minutos ni respaldo ni continuidad? ¿Cuántos jugadores nacidos en 2004, 2005 o 2006 han debutado este año en el campeonato nacional? 

Los clubes se excusan con argumentos que van desde la "presión de los resultados" hasta la "madurez emocional" de los juveniles. Como si los aspectos sicológicos, no fueran parte precisamente del trabajo que se espera que ellos realicen. Pero esos mismos equipos —sin proyectos deportivos de largo aliento, con cuerpos técnicos que duran un par de torneos y dirigencias más preocupadas de los negocios que del fútbol— son los que han contribuido activamente al empobrecimiento de nuestra competencia.

Mientras tanto, vemos a selecciones sudamericanas revitalizadas gracias al recambio: Ecuador y Colombia con planteles jóvenes que compiten de igual a igual con cualquiera. Incluso Venezuela parece haber comprendido antes que nosotros la urgencia de generar una base real para el futuro.

Chile, en cambio, sigue atrapado en la nostalgia de su Generación Dorada, esperando que algún "nuevo Alexis" aparezca por arte de magia. Pero los nuevos Alexis no llegan. Y solo no aparecen jugadores de ese nivel, sino tampoco alguno que pueda jugar un buen papel en sus clubes o en la selección. Y si llegan jugadores que podrían tener alguna proyección, emigran a los 17 años porque aquí no tienen espacio. Porque aquí, muchas veces, debutar en Primera depende más del cupo de extranjero que de una convicción formativa.

La ANFP, en su letargo habitual, no parece tener una estrategia clara. Se habla de "Ligas de Proyección" y de "torneos juveniles", pero la verdad es que la desconexión entre las divisiones inferiores y el primer equipo es casi total. No hay incentivos reales, no hay controles de calidad, y tampoco hay una cultura futbolística que valore el desarrollo del jugador más allá de su potencial de venta.

En definitiva, el fútbol chileno parece haberse olvidado de que los clubes no son solo vitrinas de negocios ni escudos con historia. Son —o deberían ser— espacios donde se forma talento, se construye identidad, y se cultiva algo más que puntos en la tabla.

Si no recuperamos esa idea básica, clubes que no forman futbolistas, terminarán fallando en uno de sus roles fundamentales, del cual, en cierta manera, dependen todos los demás.

* Roberto Rabi González es escritor, abogado de la Universidad de Chile, profesor de Derecho Procesal y Penal e investigador de la Asociación de Investigadores del Fútbol Chileno (ASIFUCH).

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