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Sábado, 28 de Junio de 2025
[Sábados de streaming] - Películas

Crímenes del futuro: La temible belleza interior

Juan Pablo Vilches

La mutación del cuerpo humano para convivir con un universo sintético abre nuevas posibilidades de vida y nuevas historias para contar. La última película de David Cronenberg asume el desafío de narrar una de ellas.

Crímenes del futuro transcurre en Grecia, el país donde se definió para siempre el estándar occidental de belleza del cuerpo humano, y donde esa belleza adquirió gracias al mármol decolorado cierta sacralidad que aún se proyecta hacia nuestra vida cotidiana. En formas relativamente saludables o en otras más torcidas o derechamente nocivas.

Concretamente, los personajes de esta película deambulan por el Pireo, puerto vecino de Atenas, filmado como un lugar polvoriento donde los edificios habitados apenas se distinguen de las ruinas, y donde ni los unos ni las otras recuerdan en nada a la Grecia Clásica ni a la Hélade ni a nada de la grandeza del pasado ni a su eterna estela cultural.

Si hay algo de la más reciente película de David Cronenberg que nos habla de ese pasado es el mito de Medea. O, mejor dicho, una secuencia inicial donde una madre despechada y asqueada mata a su hijo de ocho años por considerarlo un monstruo: un mutante capaz de digerir plástico y alimentarse de él. Y, cual Medea, le anuncia orgullosa al padre el crimen que acaba de cometer.

Así se nos presenta Crímenes del futuro, profesando desde el principio que lo que vendrá no será agradable de ver ni necesariamente fácil de entender. Y lo que viene es básicamente una historia de amor, evolución biológica, arte, política y crimen. Todo bien junto y bien revuelto. 

Saul Tenser (Viggo Mortensen) es un artista conceptual que realiza performances con los órganos que su cuerpo genera espontáneamente. Porque el cuerpo humano –el de Tenser y el de muchos otros– está evolucionando ante la ubicuidad de lo sintético que ha producido el capitalismo. Es decir, Zizek tenía razón: que el capitalismo haga mutar el cuerpo humano es más plausible que los humanos y sus cuerpos finalmente se despercudan del capitalismo.

Tenser es pareja de Caprice (Léa Seydoux) una excirujana que aplica las intervenciones en su cuerpo, y lo hace en un mobiliario esperpéntico –y muy propio del cineasta canadiense–, formado por huesos que se acomodan al trajinado cuerpo del artista y facilitan el desempeño de sus funciones básicas, como dormir y comer.

Más allá de las extravagancias de la historia, la relación de Tenser y Caprice combina amor, colaboración artística y sociedad comercial, por lo que no hay nada particularmente llamativo por ahí. Lo interesante está afuera, en el circuito artístico en el que se mueven y en los supuestos que lo sostienen.

Las performances de la pareja son arte y al mismo tiempo una forma extremada de pornografía, por cuanto el asunto consiste en inmiscuirse y ver aquello que no se debería ver ni fue hecho para ser visto, encontrando atractivo en la “belleza interior” de las vísceras humanas. Al igual que la pornografía lo hizo en su momento en cuerpos atractivos, émulos de las estatuas grecorromanas.

Inexplicablemente para la trama –y esto puede ser una debilidad–, Tenser adquiere una agenda propia al convertirse en un infiltrado de la unidad de “Nuevos vicios” de la policía, por lo que este cuerpo dañado por sus repetidas cirugías se convierte en una especie de detective depositario de toda la información que la película nos entrega. Una excusa ambulante para que los otros personajes nos expliquen cosas.

Y esta es la principal debilidad de la película: hay mucho que explicar porque las reglas de este nuevo juego son demasiadas, demasiado radicales y demasiado torcidas, y no parece haber tiempo (como sí suele tenerlo Christopher Nolan) para que este nuevo mundo se desenvuelva ante nuestros ojos de una manera más orgánica y visual. Parece exceso de verborrea, pero no es verborrea porque todas esas palabras son necesarias. Y eso es un problema.

Uno de los personajes secundarios con los que se cruza Tenser es Timlin (Kristen Stewart), una investigadora del Registro Nacional de Órganos, que habla rápida y nerviosamente por su propia represión y por la conciencia de su falta de atractivo en un mundo de vísceras relucientes. La escena de Timlin –con Stewart filmada para que se vea tan bella como realmente es– casi suplicando la atención de Tenser, habla del vaciamiento del concepto tradicional de belleza en medio del apocalipsis crónico que se desarrolla en el Pireo. Y, aparentemente, en el resto del mundo.

Más importante que un tono moralizante o consciente respecto del deterioro moral, social y ambiental por causa del capitalismo, lo que predomina acá es la misma pregunta que ha movido la obra de Cronenberg hace más de cinco décadas: el cuerpo humano y su plasticidad. O mejor dicho, su potencialidad: de convertirse en la extensión de un automóvil (Crash, 1996), o de ser el depositario de recuerdos que se desea tapar (Una historia de violencia, 2015) o de convertirse en un dispositivo tecnológico que haga posible una “nueva carne” (Videodrome, 1983). Solo por nombrar algunas de sus películas.

Aquí el cuerpo, el de Tenser y el del pequeño niño asesinado, son el lenguaje en el que se expresa un mundo en mutación y también un campo de batalla para quienes quieren traducir ese lenguaje en acción, ya sea política, artística o ambientalista. Pero es ahí donde los tonos inquietantes de especular con algo tan sacralizado como el cuerpo –o la reflexión que cabría hacerse sobre prácticas tan aceptadas como las cirugías plásticas– termina consolidándose en una trama convencional de neonoir, que además pareciera quedar inconclusa o, mejor dicho, que se cierra abruptamente con la sensación de que faltaron peldaños para subir fluidamente por esta escalera.

En efecto, el foco final puesto en Tenser y su sufrimiento espiritual como consecuencia obvia de sus padecimientos físicos no alcanza para insertar limpiamente el tópico de la muerte y lo que pueda significar para el nuevo cuerpo, con su nueva carne y sus nuevos vicios. Pero el conjunto sí alcanza como una especulación inusual sobre los tortuosos caminos que se abrirán cuando la evolución del cuerpo –un proceso milenario– acelere y quede expuesta ante nuestra vista.

Acerca de...

Título original: Crimes of the Future (2022) 

Nacionalidad: Canadá, Reino Unido, y Grecia 

Dirigida por: David Cronenberg

Duración: 107 minutos

Se puede ver en: Mubi 

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