En 1956 fue estrenada El hombre que nunca existió (Ronald Neame), estupenda cinta británica que sirvió para revelar públicamente algunos detalles de una exitosa operación ultrasecreta de la Segunda Guerra Mundial, la que permitió a los aliados desembarcar en Sicilia con poquísimas bajas en 1943.
La operación “carne molida” (mincemeat) consistió nada menos que en arrojar en las costas andaluzas un cadáver disfrazado de oficial británico con documentos falsos, que hicieran creer a los nazis que la invasión aliada desde África hacia Europa no sería por Sicilia (militarmente lo más obvio), sino por Grecia.
El público que vio la película en 1956 sabía que la historia era real, y que los aliados efectivamente desembarcaron en Sicilia, y sin embargo el thriller y su resultado incierto funcionaban perfectamente, por los méritos del guion y por la verosimilitud de la historia contada por su propio protagonista. En efecto, El hombre que nunca existió estaba basada en un libro homónimo de Ewen Montagu, el oficial de la Armada británica que ideó y supervisó la operación.
La más reciente reconstitución de este mismo episodio bélico (El arma del engaño, 2021, a partir del libro homónimo de Ben Macintyre) es absolutamente consciente del vínculo entre la operación y una tradición literaria que venía desde antes y que se proyectó hacia el futuro, con el rol prominente de un joven oficial escocés de la Armada que también participó en la operación y cuyo nombre era Ian Fleming. Sí, el autor de las novelas de James Bond.
Es la voz del joven Fleming (Johhny Flynn) quien hace las veces del narrador de esta película que se disfraza de novela, no necesariamente para hablar o referir a otras novelas, sino para rescatar el valor de la imaginación y la observación de lo humano cuando se busca engañar y derrotar a un enemigo que también es humano. Por nazi que sea.
Pese a la reticencia del alto mando –y con la anuencia de un renuente Churchill–, el Ewen Montagu de esta versión (Colin Firth) se comporta como el líder de una improbable productora de este improbable engaño, reclutando pronto a un equipo compuesto por su sempiterna secretaria Hester (Penelope Wilton), un oficial de la Fuerza Aérea Real de corta vista y opaca personalidad llamado Charles con apellido impronunciable (Matthew Madfadyen), quien a su vez recluta a Jean (Mary Macdonald) una inteligente secretaria.
Es la voz del joven Fleming (Johhny Flynn) quien hace las veces del narrador de esta película que se disfraza de novela, no necesariamente para hablar o referir a otras novelas, sino para rescatar el valor de la imaginación y la observación de lo humano cuando se busca engañar y derrotar a un enemigo que también es humano. Por nazi que sea.
Lo más inspirado de la película es el proceso de creación de la identidad del hombre que nunca fue. Junto con la dificultad de encontrar un cadáver funcional al ardid, la elaboración de la vida ficticia del fallecido e inexistente oficial William Martin se construyó sobre un tejido de las vidas y dolores privados del equipo en cuestión: la viudez de una, la soltería de otra, el matrimonio amenazado por la distancia de uno y la soledad del restante.
Para que esta vida ficticia fuera creíble, debió ser alimentada por hechos y sentimientos reales, lo que funciona no solo como una reivindicación de la creatividad literaria y su utilidad, incluso para algo tan prosaico como un engaño bélico, sino también por lo que ello significa: el espionaje y el engaño que se realiza entre personas requiere de una mirada honda hacia lo humano, en los tuyos y en los enemigos.
El plan para que los documentos falsos llegaran a Hitler también descansaba en perfiles de personalidad relativamente acabados de los espías y burócratas alemanes que debían informar al Führer del hallazgo, y una vez que se echa a andar el plan, las posibilidades de fracasar empiezan a crecer por el mismo factor humano que no se siempre se pudo ver ni prever.
La película decae a esta altura, no tanto por los avatares del cadáver y los papeles, sino por un forzado pero decoroso triángulo entre Montagu, Charles y Jean, con el agravante de que esto no ocurrió en los hechos, sino que fue puesto ahí por desconfianza en el propio guion o para llevar la premisa de la implicación personal como alimento del engaño a una línea argumental potencialmente más atractiva. No resultó.
El comienzo de esta película descansa en largas oscuridades interrumpidas por luces y destellos, lo que anticipa una sensación angustiante respecto de lo que significaba lanzar una operación de esta naturaleza sin las tecnologías de la información y las comunicaciones que tenemos hoy: la sensación de estar permanentemente en la oscuridad, respecto del destino del cadáver de William Martin y de sus documentos, y de lo que pueden pensar los enemigos que los encuentren; la sensación de que las respuestas aparecerán como las luces fugaces y los destellos. Inesperadamente y desde cualquier parte.
Las oscuridades iniciales también son el correlato gráfico de las palabras dichas por el joven Fleming acerca de la guerra oscura que no se ve –la de estos burócratas y productores de engaños–, la que corre en paralelo de la guerra visible y sangrienta hasta llegar al momento en que ambas guerras coinciden. Como el momento de la invasión a Sicilia y el suspenso quirúrgicamente manejado respecto de si el ardid funcionó o no.
La genealogía del leal y amoral espía británico James Bond aparece en menciones graciosas, como que el joven Fleming llame “M” a su jefe, el almirante John Godfrey (Jason Isaacs), por ser tan aterrorizante como su madre. O que conozca a un simpático anciano que presenta los artilugios que se usarán en el cadáver del hombre que nunca fue.
Chistes aparte, la película –y probablemente el libro en que se basa– se la juegan hábilmente por situar este singular episodio como un vórtice, en que el engaño, la fabulación y la teoría de la mente (propia y ajena) parieron un género literario que sobrevivió a lo que restaba del Siglo XX, y donde hombres que nunca fueron como James Bond, Harry Palmer o George Smiley pagaron costos enormes por servir a la Corona. O al capitalismo. O a Europa.
Más allá de uno u otro tropiezo, este buen thriller de espionaje se eleva por sobre su género precisamente porque se sostiene en los costos que sus protagonistas ya están pagando o purgando, sin quererlo ni merecerlo, solo por sobrevivir.
Acerca de…
Título: Operation Mincemeat (2021)
Nacionalidad: Reino Unido – EE. UU.
Dirigida por: John Madden
Duración: 128 minutos
Se puede ver en: Netflix
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