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Viernes, 18 de Julio de 2025
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El asunto de la Hispanidad, de nuevo

Andrés Almeida

"Controvertida efeméride en América Latina, la cual después del Quinto Centenario de 1992 fue borrada como fecha de celebración de un supuesto ‘descubrimiento’, para signarla como un momento de memoria por las víctimas del proceso consecuente; la conquista y colonización de América por parte de España (y luego de otras potencias europeas). Un proceso que significó la muerte de entre 50 y 1000 millones de habitantes originales, la mayoría de ellos a causa de grandes pandemias, pero un porcentaje significativo a causa de guerras, asesinatos, desplazamientos forzados y un agobiante trabajo servil, bajo un régimen de castas opresivo". 

Este artículo es parte del newsletter exclusivo La Semana del pasado  domingo 13 de octubre de 2024 y ahora se comparte para todos los lectores.

México vivió un día histórico el pasado 1° de octubre con la asunción al mando de su primera mujer presidenta, Claudia Sheinbaum. Un acontecimiento cargado de simbolismos, los cuales mezclaron los valores propios que ha cultivado el proyecto nacional mexicano y los modernos asociados a su adscripción a la vertiente occidental de pensamiento político y filosófico.

Algo que estuvo llamado a tener un impacto más allá de las fronteras nacionales de México, por ser el país el más poblado de habla hispana (127,5 millones), la principal fuente demográfica de “hispanismo” en Estados Unidos (38,5 millones de mexicanos y sus descendientes) y tal vez el primer proyecto se ‘civilización mestiza’, si se me permite el concepto (no carente de flancos a fuertes críticas conceptuales). Con todo, la ‘toma de protesta’ de Sheinbaum tuvo una reverberación e interés que cruzó incluso la frontera de la lengua castellana.

Sin embargo, fue sensible la ausencia de la representación de España en el evento. Esto, pese a que ambos países -aunque con grandes diferencias históricas devenidas de la Independencia mexicana-, mantienen grandes y estrechos vínculos culturales, políticos y económicos. 

Esta ausencia se debe a un intrincado asunto diplomático, cuyo origen data de 2019, cuando Andrés Manuel López Obrador -entonces presidente de México- envió una carta al rey de España, Felipe VI, en la cual expuso la responsabilidad histórica del Estado español en los crímenes cometidos en los periodos de Conquista y Colonia, en el modo de “incuantificables violaciones a las leyes vigentes” de ese entonces remoto, con el propósito de solicitar una disculpa y así sentar una base para la reconciliación entre ambos países.

La carta fue escrita en vísperas de los 200 años de la Independencia de México y los 500 años de la caída de Tenochtitlán, la capital azteca sobre la cual se fundó la actual capital mexicana. Nunca fue respondida. A diferencia de la carta en el mismo tenor que el mismo López Obrador envió al papa Francisco, como representante de la Iglesia católica, por su rol en la Conquista y la Colonia de México.

Como la carta no fue respondida y sí duramente criticada, ni López Obrador ni Sheimbaum invitaron a Felipe al cambio de mando. Ante el hecho, Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, solidarizó con la monarquía y tampoco asistió al evento, por considerar "inexoplicable e inaceptable" el desaire al rey. 

Todos estos eventos produjeron fuertes polémicas a ambos lados del Atlántico, los cuales se han intensificado en la víspera y durante el 12 de octubre, día que conmemora la llegada de Cristóbal Colón a Guanahani, la primera isla del continente americano pisada por navegantes europeos, sin contar los vikingos. 

Controvertida efeméride en América Latina, la cual después del Quinto Centenario de 1992 fue borrada como fecha de celebración de un supuesto ‘descubrimiento’, para signarla como un momento de memoria por las víctimas del proceso consecuente; la conquista y colonización de América por parte de España (y luego de otras potencias europeas). Un proceso que significó la muerte de entre 50 y 1000 millones de habitantes originales, la mayoría de ellos a causa de grandes pandemias, pero un porcentaje significativo a causa de guerras, asesinatos, desplazamientos forzados y un agobiante trabajo servil, bajo un régimen de castas opresivo. 

Efeméride que, por otra parte, se considera el día nacional de España y de la Hispanidad, pues da inicio a la construcción del primer gran imperio europeo transoceánico, y la expansión global de su cultura, derecho, idioma y fe, con lo que los historiadores europeos han dado por finiquitada la Edad Media para dar paso a la Época Moderna.

En la España del auge de Vox, el desaire a Felipe VI y este 12 de octubre, han sido circunstancias propicias para una nueva andanada en contra de lo que los historiadores hispanistas llaman la ‘Leyenda Negra’ de la Conquista, la cual corresponde a una versión interesada y tergiversada de la historia por parte de las entonces potencias rivales de España, con el propósito de perjudicar su prestigio y producir así su desmembramiento, tal como pasó.

Algo de cierto tiene eso, pero ha sido mañosamente reemplazado por una aún más inverosímil ‘Leyenda Rosa’, que hoy se blande, mediante la cual se afirma -en síntesis- que los españoles fueron menos criminales que los ingleses, que no hubo un proyecto de aniquilamiento sino de mestizaje, que no hubo esclavitud indígena, y que los territorios de ultramar estaban en igualdad jurídica que los territorios europeos, gobernados por virreinatos, no propiamente colonias.

El salvajismo inglés no borra el español, absolutamente acreditado -entre otros, por fray Bartolomé de las Casas, quien -contemporáneo y testigo de los primeros años de Conquista- tuvo que mover cielo, mar y tierra para que la Corona considerase seres humanos a los indígenas y así morigerar -nunca aplacar- los gravísimos crímenes, incluso a ojos de la época, que los españoles perpetraron contra los 'indios', la mayor parte de las veces de manera impune.

Algo que -sumado a la fiebre de oro y de señorío de los españoles- marcó las décadas subsiguientes, luego, cuatro siglos de Colonia y los dos siglos de repúblicas que mantuvieron como 'tradición' lo que se convirtió en un racismo institucionalizado que llevó que recién en la segunda mitad del siglo 20 la población indígena recuperase su volumen previo a 1492, no sin lamentar la desparición de decenas de culturas completas que ni siquiera tuvieron la oportunidad de mestizarse.

Esto incluye matanzas de pueblos completos, violaciones masivas, mutilaciones y torturas, reducción a la servidumbre, expolio de sus mejores propiedades y prohibición de expresiones culturales y reemplazo forzado por las hispanas, lo que incluye la religión, el derecho y la lengua. 

En este punto, se ha vuelto ha escuchar mucho el argumento que dice si los ingleses hubiesen hecho la conquista de las grandes culturas precolombinas, habrían realizado auténticos ‘genocidios’, como sí hicieron en América del Norte, donde, efectivamente, muchas veces la política fue de reducción, exterminio y prohibición de mezcla ‘racial’. 

A los problemas propios de la reflexión contrafactual -emanados de discutir cosas que no fueron ni existen-, se suman claros vacíos lógicos. Esto, porque las diferencias demográficas entre América del Norte, Mesoamérica y Los Andes son tan abismales, que hacen discutible que los ingleses hubiesen procedido de la misma manera con complejas y pobladas civilizaciones que contra los pueblos tribales a los que enfrentaron. De hecho, cuando la Corona inglesa tuvo la oportunidad de gobernar un vasto y poblado territorio, como la India -varios siglos después, es cierto-, tampoco produjo una política deliberada de aniquilamiento, pues era una tarea imposible.

Respecto a la supuesta no esclavitud indígena, el argumento simplemente no es cierto. Si bien jurídicamente se les consideraba personas libres, en la práctica estaban sometidos a diversos mecanismos legales de servidumbre, como la encomienda, la mita o el yanaconismo, por mencionar solo algunas. Condiciones que hicieron, por ejemplo, de la mina de Potosí un infierno en la tierra que se tragó a millones de indígenas en trabajos forzosos, en la misma medida en que aportó buena parte del metálico que permitió la prosperidad de Europa, incluidos muchos mapuche esclavizados legalmente, bajo lo que se conoció como ‘esclavitud cobriza’ aplicada a algunos ‘indios de guerra’ en algunos periódos de la Conquista y la Colonia, por el ‘crímen’ de no someterse a la Corona. Esto, sin considerar que la no esclavitud masiva de los indígenas, sumado al declive demográfico, produjo la llegada como nunca antes en la historia de millones de esclavos africanos, lo cual produjo, además, gravísimas dislocaciones en África.

Finalmente, la consideración de que había igualdad jurídica en los virreinatos de las Indias y los reinos de España, es una ficción, en tanto no lo había respecto de sus habitantes. Esto, pues las leyes españolas se desarrollaron para diferenciar sus súbditos, concediendo todos los derechos a los españoles peninsulares, menos derechos para los criollos blancos o semi blancos, y un complejo sistema de discriminación según las proporciones de ‘mejores’ y ‘peores’ ‘razas’ en los cuerpos de mestizos, indios, mulatos, zambos y negros, para quienes el color de la piel se volvió un elemento central en sus vidas.

Además, se les olvida a los hispanistas, que su fracaso imperial se debe también en gran parte a que la Corona española, después de ser la primera potencia mundial en el siglo 16, decayó inmisericordemente anclada a un conservadurismo contrarreformista irracional, que hizo que quedara atrás en relación a Inglaterra y Francia, durante los Habsburgos. 

Un oscurantismo que los Borbones -hoy la dinastía vigente- no pudieron revertir, pues sus apuestas de modernización muchas veces chocó con sus propias mentalidades y privilegios que hicieron difícil incorporar a España a la Ilustración y otras corrientes modernas, como el Liberalismo o la Revolución Industrial. Algo que repercutió en aislar a sus colonias de dichas corrientes, lo que explica -en parte- sus diferencias en prosperidad respecto de las colonias inglesas en el mismo continente y las diferentes velocidades de las nuevas repúblicas y sus sociedades en integrarse al mundo moderno, respecto de Estados Unidos y Canadá.

Pero, el renovado hispanismo de estos días, en vez de corregir estos errores, y buscar fuerza en una mancomunidad de países y pueblos que -mal que mal- compartimos una misma lengua y varios valores, sólo parece estar interesado en rescatar un rancio orgullo español de consumo exclusivamente peninsular, con fines proselitistas anclados en las necesidades de identidad de un electorado cuyo enojo los inclina a una derecha chovinista, pues ideas tales como considerar que los mexicanos deben agradecer a los españoles de liberarlos de los aztecas por sus sacrificios humanos, son tan ramplonas, que ofenden solo al cruzar el océano. 

De hecho, estas ideas y el clima que generan terminan siendo un lastre para España en su oportunidad de liderar un bloque geopolítico que conecte América con Europa. 

Por ejemplo, aprovechando esta polémica, Venezuela logró dar un golpe político en su disputa por legitimar su viciado proceso electoral presidencial, al asociar a la oposición exiliada en Madrid con el régimen monárquico borbón, considerándolo ilegítimo y obsoleto, a instancias del no reconocimiento de España de la elección de Nicolás Maduro y dar por ganador a Edmundo González.  

En concreto, la Asamblea de Venezuela pidió romper relaciones con España y la abolición de la monarquía. 

Algo que puede sonar estridente y descabellado, pero -lo quieran o no los hispanistas- el republicanismo latinoamericano es una tradición política y cultural de gran fuerza, que hacen mentalmente irreconciliable la monarquía y la modernidad, por lo que la jugarreta bolivariana -aunque mañosa, pues lo que disputa es la democracia y no el régimen estatal- funciona al nivel de los símbolos, por lo menos en Venezuela, que es el país de Simón Bolívar.

¿Qué esperar?

Es difícil ser optimista respecto del potencial de la región por mejorar su capacidad política en este contexto. 

Por un lado, probablemente el México de López Obrador no está radicalmente interesado en ello, y su polémica también tiene un fuerte componenrte de consumo de política interior, para dar cuerpo a la idea de que el país está ante una Cuarta Transformación, tan importante como lo fueron las transformaciones producto de la Independencia, la Reforma y  la Revolución Mexicana de los siglos 19 y 20. 

Es así como México sigue -en los hechos- mucho más preocupado de sí mismo (y de Estados Unidos) que de España o del resto de América Latina. 

Por el otro, España también parece vuelto hacia sí misma, con problemas de identidad tan grandes como los que surgieron en los países latinoamericanos a propósito del Quinto Centenario, al punto de que hay fuerzas politicas que parecen tomar tracción intentando revivir un pasado imperial infame.

¿Y el resto de países de habla española? 

Somos países demasiado chicos o aproblemados incluso como para tener este tipo de disquisiciones.

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