La Convención Constitucional comienza a apagar la luz y lo hace con una propuesta de nueva Constitución entregada dos días antes del plazo exigido. Culmina el trabajo de un grupo paritario de hombres y mujeres que hasta hace un año eran, en su gran mayoría, desconocidos para quienes estaban acostumbrados a ostentar el poder en Chile. “No conocemos a gran parte de los independientes”, admitía con brutal honestidad en mayo de 2021 el presidente de la CPC Juan Sutil.
Eran días sorpresivos. Algunos de los nombres más “conocidos” habían quedado excluidos por votación popular pese al generoso respaldo económico de los grandes grupos empresariales. ¿Sylvia Eyzaguirre? Fuera. ¿Mariana Aylwin? Fuera. ¿Gonzalo Blumel, Jorge Correa Sutil y Antonio Walker? Fuera. Quizás el más emblemático de todos fue René Cortázar quien, pese a contar con la campaña más millonaria de todas, recibió apenas el 1,55% de los votos en el distrito 8 y fue superado por outsiders como Bessy Gallardo y María Rivera.
Los grandes perdedores de la elección de constituyentes lamieron sus heridas y se rearmaron. Con la indisimulada ayuda de los medios nació Amarillos por Chile, agrupación cuya orgánica según El Mercurio “es muy similar a la de un partido político”, pero cuyo financiamiento es una pregunta que nadie ha querido responder. Por su parte, el reducido grupo de convencionales de derecha entendió que no había mucho sentido en seguir dialogando y se dedicó a torpedear al proceso.
Eran los días de gloria de la Lista del Pueblo. La flamante Convención iniciaba su trabajo convertida en lo más parecido que hayamos tenido a El baile de los que sobran. Los que en algún momento amenazaron con “rodear la Convención” habían resultado electos, mientras los grandes empresarios y partidos como la Democracia Cristiana se veían obligados a mirar discretamente por la ventana del baño. La elección de Elisa Loncon como presidenta de la Convención terminó de confirmar la arremetida de estos “invasores espaciales”, el concepto con el que la académica Nirmal Puwar describió a los grupos –mayoritariamente mujeres y pueblos originarios– que ocupan espacios tradicionalmente reservados para hombres blancos.
En un acto de justicia, la prensa debió ponerse a tono y comenzar a entrevistar a este puñado de advenedizos, muchos de ellos con largas trayectorias de trabajo en sus comunidades. Por lo que empezaríamos a entender prontamente, no solo eran ajenos a los medios tradicionales sino que también desconfiaban profundamente de ellos. El hielo entre ambos sectores tardó en derretirse, pero nunca lo hizo del todo y así quedó de manifiesto, entre otras razones, en los serios problemas comunicacionales que sufrió la Convención a lo largo de los meses.
Un año completo ha pasado y Chile parece ser otro país. El clima de esperanza se convirtió en uno de recriminaciones mutuas; los “invasores espaciales” comenzaron a cobrar protagonismo y algunas de las propuestas más radicales fueron infladas con entusiasmo por un sector de la prensa; Rojas Vade empañó buena parte de la discusión de los primeros meses y la Lista del Pueblo pasó a mejor vida; las amenazas de que la Convención no sería capaz de terminar el texto a tiempo se diluyeron y hoy Chile cuenta con una nueva propuesta para reemplazar la Constitución de Pinochet.
Entre medio, los grandes perdedores de la elección de constituyentes lamieron sus heridas y se rearmaron. Con la indisimulada ayuda de los medios nació Amarillos por Chile, agrupación cuya orgánica según El Mercurio “es muy similar a la de un partido político”, pero cuyo financiamiento es una pregunta que nadie ha querido responder. Por su parte, el reducido grupo de convencionales de derecha entendió que no había mucho sentido en seguir dialogando y se dedicó a torpedear al proceso con propuestas tan radicales como las que provenían del otro lado, pero que nunca fueron recibidas con el mismo nivel de “controversia” –concepto favorito de los amantes del orden– por parte de los medios. ¿Recuerda alguien, por ejemplo, que ante los cambios al sistema de salud el sector de Vamos por Chile propuso que la ley “no entrará en vigencia, sino hasta, a lo menos, 20 años después de la publicación de esta Constitución”?
A días del cierre definitivo de la Convención los sectores que promueven el Rechazo han vuelto a la vida de la mano de encuestas que los dan como favoritos. Lentamente, los paneles de conversación han retornado a las lógicas pre-estallido, con representaciones totalmente desequilibradas. Como sostuvo el penalista Mauricio Salinas en un reciente reportaje de El Mostrador, “de cara al proceso constituyente los medios de comunicación en Chile se han comportado como lo que son: un aparato de reproducción ideológica”.
Tras un año sin poder incidir en las discusiones más relevantes para el país, el conservadurismo chileno –blanco, de clase alta y muchas veces agazapado tras fundaciones y centros de estudio de financiamiento desconocido– parece cobrarse revancha en los momentos más trascendentales del partido.
El abogado hacía alusión a una de las más recientes emisiones de Radiografía Constitucional, el programa con que Canal 13 analiza el devenir de la Convención, pero bien podría referirse también a otra serie de espacios en los que los sectores que promueven el statu quo han criticado el nuevo texto constitucional echando mano a interpretaciones mañosas y, en algunos casos, derechamente a mentiras.
Lo hizo Mario Waissbluth en su cuenta de Twitter al asegurar que Chile había perdido un proyecto de USD 60 mil millones producto de la “incertidumbre constitucional”. Lo hizo Natalia González sugiriendo que el derecho a reunión de nueva Constitución permitirá que cualquier persona entre a nuestras casas para manifestarse sin previo aviso. Lo hizo el senador Felipe Kast en publicidad pagada al asegurar que el nuevo texto permitía “el aborto hasta los nueve meses de embarazo”.
Sin ir más lejos, Kast ha perfeccionado a tal punto su técnica para difundir afirmaciones reñidas con la verdad que periodistas avezados como Iván Valenzuela no han logrado quebrar su discurso ni siquiera tras 17 minutos de entrevista. En vez de denunciar las falsedades, diarios como La Tercera han señalado que el senador “ha endurecido su postura” y ha “provocado tensiones internas”. ¿Mentiras? Son solo “errores” producto de su “ansiedad” por figurar.
Esta serie de ataques infundados al nuevo texto, sin embargo, no ha encontrado en los medios el debido freno que los adalides de la verdad deberían ejercer. Puede ser porque Waissbluth es voz habitual en la prensa como vocero de los Amarillos, porque González es columnista estable y trabajó tres años como abogada para El Mercurio o porque las posturas de Kast coinciden con las líneas editoriales de buena parte de esta prensa.
Tras un año sin poder incidir en las discusiones más relevantes para el país, el conservadurismo chileno –blanco, de clase alta y muchas veces agazapado tras fundaciones y centros de estudio de financiamiento desconocido– parece cobrarse revancha en los momentos más trascendentales del partido. Es la Lista del Pueblo los Dominicos, como más de algún ocurrente los llamó. Los que debieron guardar inédito silencio en un rincón de la plaza pública por casi un año mientras la música la ponían otros. Pero ya no. Es momento, esperan, de comenzar su baile.
Comentarios
Capital Social. Estas mismas
Recuperar el "capital social"
Añadir nuevo comentario