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Sábado, 23 de Agosto de 2025
[Interferencia América Latina]

El cuento del lobo de EE.UU. y Venezuela

Carel Fleming (desde Washington D.C.)

La Caperucita Roja venezolana sabe mucho del lobo de Washington ya que los amigos de ella son los mismos de él y le cuentan las estrategias y vida personal del lobo y su gabinete.  Después de todo son otros tiempos y la nueva generación de la niña del cuento hará que el final sea diferente. Dicen que mientras Caperucita cuente la historia, siempre el lobo será feroz. 

Aquí vamos otra vez con el mismo cuento. Estados Unidos mueve sus tropas hacia el caribe y la historia de una inminente invasión a Venezuela vuelve a surgir. Esto ya sucedió muchas veces en la época de Hugo Chávez. En Caracas, algunos dicen que ya viene el lobo, aunque en esta ocasión no es tan feroz porque la Caperucita Roja le mandó un mensaje. 

Después que Trump regresara de Alaska sin el trofeo del fin de la guerra entre Ucrania y Rusia, el Premio Nobel de La Paz se ve lejano para el presidente norteamericano. 

En La Casa Blanca todos corren a llevarle ideas a Trump para blindarlo en el caso Epstein, y distraer a los ciudadanos con otros titulares. ¿Cómo hace Trump para obtener la reconocida medalla por la paz invadiendo Venezuela? Desvestir un santo para vestir a otro, no tiene sentido. La idea es conseguir titulares y lo lograron.

Estados Unidos inició su plan con una guerra sicológica contra Venezuela. Comenzó, con el estilo del póster que se usaba en el lejano oeste, ofreciendo una recompensa de 50 millones de dólares por la detención del presidente Maduro. Hace cinco años atrás, Trump ofreció 15. Estas acciones no son efectivas y solo llegan hasta los titulares. No es que alguien vaya a buscar a Maduro al Palacio de Miraflores, lo capture, amarre y arrastre con un caballo por la avenida Brickell en Miami y lo entregue en la oficina del sheriff y reciba la recompensa en lingotes de oro, aunque muchos se imaginan que así sería.

La segunda parte del plan fue lograr titulares moviendo tropas y barcos al caribe para presionar a los líderes venezolanos a que dejaran el poder. Lo mismo que se viene haciendo por años sin resultados. 

Luego vino la acusación del Departamento de Justicia norteamericano contra el Estado venezolano de ser una organización criminal que trafica drogas, minerales, petróleo y otros recursos. Es la primera vez en la historia que se acusa a todo un Estado de ser una estructura delictual. Nunca antes un país ha sido acusado de algo así, en que su presupuesto oficial sea el tráfico ilegal al igual que un cártel criminal.

Al ser considerado el Estado venezolano un cártel delictivo, podrían aplicarse bloqueos marítimos, terrestres, aéreos, y cibernéticos.  La invasión no está considerada, ya que otros países como Rusia, China e Irán saldrían a respaldar sus inversiones, préstamos e intereses en Venezuela, y terminaría siendo un conflicto mayor para Trump que lo alejaría de su tan ansiada medalla del Premio Nobel de La Paz.

Todas estas estrategias son meras jugadas políticas que hasta la fecha son predecibles de Trump. Los ganadores sólo son los lobistas cercanos al presidente norteamericano y al secretario de Estado, Marco Rubio, que han subido sus precios para negociar un acuerdo. 

Algo que muchos saben y se ha comentado anteriormente en esta columna es que la jefa de gabinete del presidente Trump, Susie Wiles, fue lobista de importantes venezolanos cercanos a Maduro. Su hija, Katie, también lobista, actualmente tiene clientes en Caracas cercanos al presidente venezolano. Es por eso que las acciones en contra de Venezuela están llenas de conflictos de intereses y negocios. No es una estrategia limpia y afecta a otros países que no piensan abandonar esas reservas de petróleo y oro. 

Otros que se benefician con estos mensajes de guerra, son los traficantes de armas que ya ofrecen en Caracas todo tipo de productos de defensa y ataques. Entre ellos están dos panameños, cercanos al actual presidente de Panamá, que operan en Venezuela y Cuba. Actualmente Estados Unidos los observa para evitar que el armamento que ocupa Maduro sea comprado por Panamá y luego terminen en las manos de los venezolanos, o que el Canal de Panamá sea usado sin el control reglamentario para enviar armas al ejército venezolano.

En los últimos días se anunciaron las sanciones contra los empresarios de diversos países que hacen negocios en Venezuela. Dentro de ellos figuran bancos y millonarios. Extrañamente, no existen en esa lista, ni siquiera con una multa de tránsito, los ejecutivos norteamericanos de la compañía Chevron y otros que operan para Maduro. Siendo muchos de ellos, ex clientes de la jefa de gabinete de La Casa Blanca, donantes de las campañas de Trump y hasta compañeros de golf del presidente como lo es el petrolero de La Florida, Harry Sargeant, quien es el estadounidense más cercano a Maduro. Es obvio, todos ellos saben muchos secretos de Trump y su gabinete. Sargeant, por años, incluso bajo la administración de Biden, ha sido el mensajero no oficial de Maduro en La Casa Blanca. 

Poco se habla en Washington de la presencia cubana en Venezuela. Pareciera ser como si la isla de los Castro no existiera, y es un error no considerarlos ya que Cuba es el puente que está usando Irán, en los últimos días, para enviar drones de combate a Caracas. Se les conoce como los “drones kamikaze”. El Shahed 136, es el que usó Irán contra Israel y también Rusia en Ucrania. 

Un punto clave es también la inteligencia humana que está usando Venezuela en Estados Unidos. Países como Cuba, China y Rusia, están ayudando a Maduro con información clave y hasta la fecha les ha sido muy útil para negociar en La Casa Blanca, más aún cuando el fantasma del caso Epstein y la carpeta con la lista de visitas a su isla, aún persiguen a Trump. 

Copias del caso Epstein estarían en manos de otros países hostiles para Trump, y es una de las mejores cartas que tienen esas naciones para defenderse y que han usado para negociar con buenos resultados ante las amenazas de Trump de invasiones, sanciones y aumentos de aranceles. 

Finalmente, no olvidar la información que durante 40 años entregó a Cuba el espía Víctor Manuel Rocha, exembajador norteamericano que llegó a trabajar hasta en el Consejo de Seguridad estadounidense, y sabe muy bien los nombres de los políticos y funcionarios de las agencias norteamericanas que espían para Cuba. Muchos de ellos, importantes cubanos americanos, que al igual que Rocha, son duros anticomunistas y pro-Trump, mientras secretamente son agentes cubanos. 

Esto deja más en claro el porqué Trump y el secretario Marco Rubio, hablan poco de Cuba, y la razón de que la sentencia contra Rocha fue solo de 15 años, hasta con la posibilidad de salir antes en libertad, y no por su colaboración o buen comportamiento, sino más bien por su conocimiento que se convirtió ahora en chantaje y que actualmente, junto al caso Epstein, están siendo usados contra la flota de barcos norteamericanos en el caribe. 

La Caperucita Roja venezolana sabe mucho del lobo de Washington ya que los amigos de ella son los mismos de él y le cuentan las estrategias y vida personal del lobo y su gabinete.  Después de todo son otros tiempos y la nueva generación de la niña del cuento hará que el final sea diferente. Dicen que mientras Caperucita cuente la historia, siempre el lobo será feroz. 



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