Este artículo es parte del newsletter exclusivo La Semana del pasado sábado 16 de julio de 2022, y ahora se comparte para todos los lectores.
Una de las virtudes -y poderes- de la prensa es nombrar los fenómenos recientes e inéditos que alimentan la actualidad. Recientemente -a mi juicio- The Economist lo hizo con el neologismo 'Gastástrofe' (Gastastrophe) que empleó para describir la severa crisis del gas que se avecina en Europa producto del conflicto con Rusia, a propósito de la guerra en Ucrania y del próximo invierno boreal.
The Economist -una publicación británica súmamente crítica a Rusia y favorable a emplear fuertes sanciones contra el país y su presidente Vladimir Putin- no usó el término 'Gastástrofe' en ninguno de sus titulares, probablemente para no sonar alarmista, pero sí en el segundo párrafo de su artículo El invierno del descontento de Europa. el cual se trata -eufemismos más o llamados a la unidad europea menos- de la catástrofe que le espera a Europa si es que se produce una muy probable crisis de abastecimiento de gas ruso, como represalia por las inéditas y masivas sanciones que Europa ha impuesto a Rusia por la invasión de Ucrania. Esto, en un escenario más que claro que indica que la Federación Rusa está en condiciones militares, económicas y políticas de esperar al invierno para un desenlace de la guerra; al invierno ruso.
"Como Mr. Putin entiende muy bien, el gas también es un mercado en el que Rusia es dominante. Su economía colapsaría sin las exportaciones de petróleo, las que, en promedio, han representado el 10 % de su PIB en los últimos cinco años, razón por la cual Rusia ha hecho todo lo posible para romper el embargo occidental a su crudo. Pero, Rusia puede vivir sin exportaciones de gas, que son sólo el 2% de su PIB. De tal modo, al cerrar los grifos de sus gaseoductos, cree que puede infligir más daño a Europa del que se inflige a sí mismo", dice el artículo.
El problema es técnica y políticamente complejo para Europa.
De partida, va más allá del costo en la caída del PIB europeo de la crisis (potencialmente -3,4%) y su impacto en la inflación (+2,7%), según el banco UBS, según reporta The Economist. Esto, pues tiene un gran potencial disruptivo al afectar directamente el sector energético y las decisiones políticas respecto de qué priorizar (¿la industria o la calefacción doméstica, por ejemplo), y porque puede generar fuertes roces entre los países aliados en medio de la carestía, los que competirán por mayores cuotas de gas ruso ante la presión de sus electores, donde un complejo sistema de grifos, turbinas y válvulas pueden ser usado políticamente.
Lo anterior, es porque Europa puede entenderse como una red densa de gaseoductos que conectan sus territorios, pasando por múltiples fronteras. Todos los orígenes del gas que nutren la red son de fuera de la Unión Europea; Noruega, Asia Central, Argelia, Estados Unidos y Rusia, siendo el gas ruso el dominante del mercado: 45% de todo el hidrocarburo que se consume en Europa es ruso, según la Comisión Europea, el cual es insustituible en el mediano plazo.
Por razones históricas y geográficas, el principal centro de distribución del gas por Europa es Alemania, país que importa más de la mitad del producto desde Rusia, el que representa el 15% de su matriz energética. Dada la red de gaseoductos, clave para su logística, los países más dependientes del gas ruso como proporción de su matriz energética, son aquellos cuyo producto pasa principalmente por Alemania, y se ubican más hacia el Este del continente; como Hungría (25% de su matriz corresponde al gas de origen ruso), Eslovaquia (22%), Bulgaria (12%), Polonia (11%) o la República Checa (10%).
A decir verdad, el tema del gas ha sido desde el principio de la guerra un duro escollo para la unidad europea, y con el invierno a la vuelta de la esquina, el problema se amplifica: "Winter is coming!" es una frase que abunda en la prensa europea, tomada de Games of Thrones, y aplicada a la crisis del gas que se avecina
Si bien para estos países la reducción del gas ruso es una amenaza directa para sus industrias y para los consumidores de gas para calefacción, pues no es reemplazable en el corto plazo, los cortes o bajas abruptas del suministro ruso (como la presente, de un 60%) pueden implicar un encarecimiento para todo el mercado europeo de hasta tres veces su precio original. Algo que tiene un potencial de generación de malestar que preocupa a todo el continente, y en mayor medida a los líderes que disputan elecciones o que dependen de delicados equilibrios parlamentarios.
Es por esto por lo que es clave la próxima reunión del 26 de julio de la Comisión Europea, donde Europa intentará hacer frente a la escasez -o el probable corte- del gas ruso, de modo que no pase lo que pasó durante la pandemia, cuando los paises miembros entraron en tristes y mezquinas disputas comerciales y diplomáticas por los insumos médicos básicos para hacer frente al coronavirus, en el escenario inicial de carestía. Al respecto, recomiendo leer este artículo de Der Spiegel; La inminente escasez de gas natural tiene a la UE luchando por encontrar soluciones (en inglés), en el cual sus autores -Claus Hecking, Martin Knobbe, Steffen Lüdke, Ralf Neukirch, Jan Puhl y Gerald Traufetter- no se muestran muy optimistas de que vaya a resultas una especie de solidaridad europea, en especial porque siempre terminan imperando los intereses de Aemania y Francia.
A decir verdad, el tema del gas ha sido desde el principio de la guerra un duro escollo para la unidad europea, y con el invierno a la vuelta de la esquina, el problema se amplifica: "Winter is coming!" es una frase que abunda en la prensa europea, tomada de Games of Thrones, y aplicada a la crisis del gas que se avecina. Esto, en un clima de creciente inestabilidad en Europa, donde incluso el primer ministro italiano, Mario Dragui, está en una crisis por desavenienciencias con sus aliados del Movimiento Cinco Estrellas, con la inflación como telón de fondo.
Tal vez la primera derrota al respecto se dio respecto de la imposición rusa de comerciar su gas en rublos, ante la cual Alemania -pieza clave, que argumenta sus decisiones diciendo que es el motor económico de Europa- debió ceder ante la amenaza de disminución del suministro. Al final solo terminaron represaliados cinco países que siguieron al pie de la letra las sanciones contra Rusia a fines de mayo: Polonia, Bulgaria, Holanda, Dinamarca y Finlandia, los que se sumaron a Lituania que antes había renunciado al gas ruso. Todos los demás países terminaron abrieron cuentas en el banco de Gazprom, la gasífera rusa, para comprar ahí rublos y pagar por su gas.
Al respecto, recientemente el primer ministro de Hungría, el líder autoritario de derecha y cercano a Putin, Víktor Orbán, dijo en una radio local: "Hay países que se dedican a una política de sanciones, pero Bruselas debe reconocer que eso fue un error y que esa política no justificó las expectativas y además tuvo el efecto contrario [...] Debo admitir que al principio pensaba que simplemente nos habíamos disparado al pie, pero ahora parece que la economía europea se ha disparado en los pulmones y por eso está ahogándose en todos los aspectos".
Otro episodio que muestra esta debilidad europea dice relación con una turbina imprescindible para la operación del gaseoducto Nord Stream 1 que conecta Rusia con Alemania por el Báltico, de propiedad de la empresa alemana Siemens Energy, la cual estaba en reparación en Canadá y que no podía ser devuelta, siguiendo las sanciones comerciales puestas contra los intereses rusos. Finalmente, Alemania presionó a Canadá para la entrega, como una "excepción", ante la ácida crítica de Ucrania y Polonia. Esto, en un escenario en que hay un corte programado de suministro durante la mayor parte de julio, frente al cual Gazprom dijo que podría extenderse ante la ausencia de dicha turbina, lo que provocó fuertes temores en Alemania, pues su stock de gas es actualmente de 65%, lo cual es insuficiente para enfrentar el invierno; el invierno ruso.
¿Una versión contemporánea del invierno ruso que derrotó a Hitler y Napoleón?
Otros artículos que sirvieron para este newsletter:
- Europa se prepara para el corte del gas ruso este invierno, de The Economist.
- El plan de emergencia de la UE ante la crisis del gas, por Bernd Riegert, para la Deutsche Welle (en español).
- ¿Qué pasará en Alemania si Putin cierra el grifo del gas por completo?, por Jens Thurau, para la Deutsche Welle (en español).
- Europa se prepara para una crisis de gas al interrumpir Rusia algunos suministros, por Anna Cooban, para CNN en Español.
- La anatomía de la dependencia de Alemania del gas natural ruso, por Jürgen Dahlkamp, Frank Dohmen, Gunther Latsch, Gerald Traufetter y Klaus Wiegrefe, para Der Spiegel (en inglés).
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Como nuestro país, es un
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