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Son varias las novedades que orbitan la guerra entre Rusia y Ucrania que podrían marcar el desarrollo del conflicto, y es difícil determinar cuál de todas terminará siendo la más relevante para el curso de los acontecimientos.
En el frente diplomático, Xi Jinping y Vladimir Putin sostuvieron una nueva cumbre -el encuentro 40° entre ambos líderes-, esta vez en Pekín, donde el presidente ruso fue recibido con gran pompa por parte de su homólogo chino. Un gesto de alianza que ya es recursivo en la agenda global, pero que de todos modos refuerza la idea de que China y Rusia tienen una férrea voluntad de cambiar el orden internacional y confianza mutua.
El recibimiento, combinado con la suscripción de varios acuerdos en materia económica, fue recibido con preocupación en Estados Unidos, pues su gobierno ha insistido en acusar que China ha estado sosteniendo el esfuerzo tecnológico de guerra ruso, a través del incremento del comercio entre ambos países y políticas elaboradas para eludir las sanciones occidentales contra Rusia.
En particular, a los estadounidenses les preocupa la importación a Rusia de microprocesadores y chips, los cuales se hacen parcialmente fuera de China, con tecnología occidental, por lo que entran en la jurisdicción de los países que aplican sanciones. Esta tecnología resulta clave para la producción de todo tipo de armas, tales como tanques, aviones, drones, radares y cualquier cosa que tenga un dispositivo electrónico, y no se ha visto señales de escasez en el lado ruso.
Los chinos responden que no están violando las sanciones y que mantienen una estricta neutralidad, pero -dicen en Occidente-, las cosas en la realidad son muy diferentes e imposibles de inspeccionar, pues, por ejemplo, acusan que las compañías chinas y rusas que realizan este comercio están constantemente cambiando de registro y nombre.
La presión occidental a China no es solo por su relación con Rusia, pero fue en el marco de la cumbre Xi-Putin cuando el gobierno de Estados Unidos decidió poner el acelerador en la disputa comercial, objetando una serie de bienes chinos que inundan el mercado estadounidense, por supuestos subsidios desleales, y amenazando con aumentar sus aranceles. Algo que podría ser el preludio de una nueva ofensiva en la guerra comercial entre China y Estados Unidos que inició Donald Trump en 2018
La presión occidental a China no es solo por su relación con Rusia, pero fue en el marco de la cumbre Xi-Putin cuando el gobierno de Estados Unidos decidió poner el acelerador en la disputa comercial, objetando una serie de bienes chinos que inundan el mercado estadounidense, por supuestos subsidios desleales, y amenazando con aumentar sus aranceles. Algo que podría ser el preludio de una nueva ofensiva en la guerra comercial entre China y Estados Unidos que inició Donald Trump en 2018, y que ha complicado el panorama de la economía mundial.
Otro elemento potencialmente disruptivo de la cumbre fue el atentado que sufrió Robert Fico, el primer ministro de Eslovaquia, quien recibió varios tiros a quemarropa en Handlová, una ciudad al centro del país, y se encuentra hospitalizado grave, aunque estable, al cierre de esta edición.
Fico llegó al poder en este pequeño país centroeuropeo de 5,4 millones de habitantes -que fue parte del Pacto de Varsovia cuando conformó Checoslovaquia, y que ahora es parte de la OTAN y la Unión Europea-, con un discurso contrario a armar a su vecina Ucrania y sancionar a Rusia. Si bien su postura fue apoyada por la mayor parte de los eslovacos en las urnas, sus opositores son fervientes, lo que incluye a Juraj Cintula, un literato de 71 años que lo atacó, y que -al parecer- no pertenece a ningún grupo extremista.
Los eslovacos aseguraron que Cintula actuó en solitario, en momentos en que los canales de Telegram mostraban un video del agresor gritando consignas en favor de Ucrania, lo que podía encender los ánimos si es que alguien se animaba a apuntar a los servicios secretos ucranianos. Algo que no pasó, entre otras cosas porque las opiniones de Cintula previas al ataque han sido zigzagueantes e inconsistentes, lo que permitió el desarrollo de la cumbre chino-rusa, sin contratiempos, aún cuando varios lideres europeos reportaron amenazas posteriores al atentado contra Fico.
Con todo, Putin llegó a Pekín con su gobierno renovado, luego de su reelección e investidura, lo que incluyó la presencia en su comitiva de dos nombres que podrían explicar el desarrollo futuro de la guerra.
Por un lado, Andréi Beloúsov hizo su estreno como ministro de Defensa, un respetado doctor en economía, quien sostiene que el Estado es clave en el desarrollo económico, y de quien se espera que afine la máquina logística bélica rusa
Por un lado, Andréi Beloúsov hizo su estreno como ministro de Defensa, un respetado doctor en economía, quien sostiene que el Estado es clave en el desarrollo económico, y de quien se espera que afine la máquina logística bélica rusa y ponga atajo a los episodios de corrupción que han afectado el ámbito militar del país.
Al respecto es muy interesante este artículo de Financial Times, Vladimir Putin renueva la chirriante máquina de guerra de Rusia, de Max Seddon, Polina Ivanova y Henry Foy. Pese al desdén con que tratan la inclinación “soviética” de Beloúsov como economista, y una evaluación tal vez exageradamente negativa sobre el estado material del Ejército ruso, los autores afirman que el nuevo ministro ruso es honesto y su nominación -en la que se juega el destino de US $ 117,2 mil millones de presupuesto ruso- viene acompañada con varios otros nombramientos destinados a afinar la máquina industrial bélica de Rusia.
Paradojalmente, en la foto, al lado de Beloúsov, todavía figura Sergéi Shoigú, su antecesor, quien pese a ser removido como ministro de Defensa por un fuerte desgaste de su figura, lo que incluye episodios de corrupción de cercanos. Esto, pues Shoigú fue -a la vez- elevado a secretario del Consejo de Seguridad de la Federación de Rusia (CSFR), un ente colegiado cuya función es recomendar políticas para el Presidente ruso en materia de seguridad.
Respecto de si el nuevo cargo de Shoigú corresponde a una promoción o una forma elegante de sacarlo de la primera línea del poder, está por verse, y son diferentes las opiniones.
Algunos piensan que el Consejo de Seguridad es una especie de contenedor de figuras que no pueden aparecer ni desaparecer del firmamento ruso, como el propio Shoigú, o como Dmitri Medvédev, quien fue presidente de Rusia en momentos en que Putin no podía asumir constitucionalmente esa magistratura (y quien actuó como testaferro), y quien ahora es vicepresidente de la CSFR, detrás del propio Putin, quien lo preside.
Otros, en cambio, consideran que dicho Consejo es verdaderamente clave e influyente, en especial respecto de la política militar nuclear. Al respecto destacan el papel que tuvo el antecesor de Shoigú, el general retirado Nikolái Pátrushev, quien antes de ser secretario del CSFR fue director del Servicio Federal de la Seguridad de la Federación Rusa (FSD), la entidad sucesora de la famosa KGB, y quien ha sido partidario de invadir Crimea en 2014, lanzar la actual operación militar en 2022 y candidato -según se dice informalmente- a suceder a Putin en alguna eventualidad.
Además, Pátrushev es el principal promotor de mostrar la carta nuclear a nivel diplomático durante el conflicto. Una función que muchas veces cumplió el propio Medvédev, a través de su Twitter, en respuesta a declaraciones de líderes occidentales cuando a su juicio escalaban el conflicto.
Pátruchev, a su vez, tampoco salió completamente de escena, pues adquirió el cargo de asesor presidencial, un puesto de potencial segundo orden, pero, su hijo, Dmitri Pátruchev, fue promovido de ministro de Agricultura al cargo de viceprimer ministro. Una muestra de cómo las piezas en el Kremlin se mueven, pero no salen completamente del tablero.
¿Qué pueden significar todos estos cambios?
Si bien parece una pregunta pertinente para la ‘sovietología’ -una especie de especialidad de las ciencias políticas occidentales durante la Guerra Fría, para intentar adivinar con muy pocos datos qué es lo que estaba pasando en Moscú-, es posible aventurar que Putin está pensando en el conflicto con Occidente en su largo plazo, más allá de la guerra misma.
Se ha dicho que parte de las funciones de Beloúsov es armonizar la economía de guerra, con la economía general rusa, para evitar el pecado de la Unión Soviética de gastar más de lo que puede solventar, en una carrera larga de gasto militar que no puede ganar en el largo plazo contra Estados Unidos -e incluso Europa-, pues el peso económico de cualquiera de los dos es superior varias veces a Rusia.
Es así como, probablemente, el liderazgo ruso estaría buscando incrementar la eficiencia y eficacia en el uso de los recursos, ahora, con el propósito de poner fin a la guerra en Ucrania antes de que se desate la fuerza industrial occidental como esfuerzo militar. Un proceso lento, lleno de baches -como lo demuestra la demora en la última entrega de ayuda militar estadounidense por US $61.000 millones a Ucrania-, pero que podría suponer un riesgo existencial para Rusia en los años venideros si es que no se resuelve antes el conflicto ucraniano.
Varios analistas indican que probablemente la clave militar esté en cómo se desenvuelva la batalla por Chasiv Yar. La localidad está en el Donbás controlado por Ucrania, al oeste de Bajmut, en una colina que permite tanto amenazar a las fuerzas rusas, como proteger las grandes ciudades industriales ucranianas de la retaguardia. En esta tarea, sigue a cargo el general ruso Valeri Guerásimov, en su calidad de jefe del Estado Mayor, lo cual representa cierta continuidad en el ámbito bélico.
Las fuerzas rusas han realizado varios avances significativos en el propósito de flanquear Chasiv Yar, e incluso se han reportado combates en lo que queda de esta ciudad de 12.800 habitantes antes de la guerra, pero se trata de una posición fuertemente preparada y defendida, pese a que las fuerzas ucranianas comienzan a flaquear a lo largo de toda línea del frente
Recientemente las fuerzas rusas han realizado varios avances significativos en el propósito de flanquear Chasiv Yar, e incluso se han reportado combates en lo que queda de esta ciudad de 12.800 habitantes antes de la guerra, pero se trata de una posición fuertemente preparada y defendida, pese a que las fuerzas ucranianas comienzan a flaquear a lo largo de toda línea del frente, por falta de municiones de artillería, defensas anti-aéreas y personal.
Si bien algunos esperaban que la batalla se iniciase antes del 9 de mayo, el Día de la Victoria de las fuerzas soviéticas sobre la Alemania nazi, los rusos no han emprendido todavía una gran ofensiva. Por el contrario, su estrategia ha sido presionar a lo largo de toda la línea del frente, con el propósito de romper su tensegridad por donde esté más débil.
Es así como las tropas rusas han ganado terreno en Rabotino, una localidad de la región de Zaporiyia, en el sur de la línea del frente, que fue el único bastión en manos rusas que lograron conquistar los ucranianos en la fallida contraofensiva de 2023.
Y más importante aún es lo que está pasando en la región de Járkov, en el norte de la línea del frente, donde tropas rusas han invadido territorio ucraniano y conquistado con facilidad plazas que supuestamente tenían mejores fortificaciones.
Putin declaró en Pekín que por ahora no tiene intención de ocupar la ciudad de Járkov, la segunda más poblada de Ucrania, después de Kiev, con 2 millones de habitantes, pero el efecto ha sido disruptivo en esta parte del frente, pues la población civil está huyendo de la urbe y ésta -que tiene importancia industrial en el esfuerzo de guerra ucraniano- está crecientemente expuesta a ser golpeada en su infraestructura.
Algo que -de todos modos- busca un efecto en Chasiv Yar, pues ha obligado a las menguadas fuerzas ucranianas a desplazarse hacia el norte y desproteger otros puntos de la línea del frente. De momento eso no está pasando con Chasiv Yar misma, pero podría pasar si es que nuevos puntos empiezan a ceder, lo que podría implicar el colapso de las fuerzas ucranianas en ese fortín, lo que podría implicar la retirada de las fuerzas ucranianas a la orilla derecha del Dniéper. Es decir, la derrota de Ucrania.
En contrapartida, ya prácticamente nadie cree que Ucrania pueda recuperar las fronteras de 1991, por lo que el esfuerzo militar actual parece estar encaminado a sostener la línea del frente lo más cohesionada posible, a la espera de que hagan efecto los US $ 61.0000 millones, y así forjar una línea de frontera lo menos perjudicial posible, desde una posición de relativa fuerza, para negociar con Rusia una salida a la coreana; es decir un armisticio en que se reconocen de forma tácita las nuevas fronteras, pero sin legitimarlas a través de algún tratado, a la espera de que en el futuro cambien las condiciones históricas del conflicto.
Al menos eso se puede colegir de esta interesante entrevista: La ex alta diplomática estadounidense Victoria Nuland habla sobre cómo ganar en Ucrania siendo duro con Putin y siendo sincero sobre la ‘neutralidad’ china de Lilia Yapparova en Meduza.
Para llegar a algo así, sostener Chasiv Yar es clave.
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- Scott Ritter: Los rusos avanzan y los ucranianos no pueden detenerlos, de Egor Shapalavov en Sputnik.
- La guerra de Putin después de Pátrushev, la columna de Andréi Piontkovsky en Kyiv Post.
- ¿Quién es Andrei Belousov, el nuevo ministro de Defensa de Rusia? en Kyiv Post.
- ¿Quién es Andrei Belousov, el nuevo ministro de Defensa de Rusia? de Max Seddon, Anastasia Stognei y Polina Ivanova en Financial Times.
- Por qué esta pequeña ciudad ucraniana en la cima de una colina es el próximo gran objetivo de Rusia, de Marc Santora en The New York Times.
- ¿Quién es Robert Fico, el primer ministro eslovaco? de Matthew Mpoke Bigg en The New York Times.
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