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Lunes, 4 de Agosto de 2025
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Habla EE.UU: $95.000 millones al ruedo, armas para Ucrania, status quo para Palestina y contención ante Irán

Andrés Almeida

La Cámara de Representantes estadounidense acaba de aprobar paquetes de financiamiento para Ucrania, Israel y Taiwán, además de otros ítems menores, que suman US $95.000 millones (más que el PIB de Angola), con el objetivo de sostener su esfuerzo militar ante sus conflictos con Rusia, Irán y China, respectivamente. 

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La Cámara de Representantes de Estados Unidos acaba de aprobar paquetes de financiamiento para Ucrania, Israel y Taiwán, además de otros ítems menores, que suman US $95.000 millones (más que el PIB de Angola), con el objetivo de sostener su esfuerzo militar ante sus conflictos con Rusia, Irán y China, respectivamente. 

Si bien todavía el Senado estadounidense debe ratificar estas medidas, al parecer Estados Unidos echará a rodar la máquina de impresión de dólares. 

Del total, US $61.000 millones están destinados a Ucrania (menos que el PIB de la República Democrática del Congo) aunque US $26.000 están destinados a reponer el armamento estadounidense ya empleado, lo que de todos modos liberará stock para ser enviado al frente. 

Sin esta suma, los analistas occidentales comenzaron a dar por perdida la guerra durante 2024. Con el apoyo estadounidense, en cambio, esperan que los ucranianos puedan resistir por más tiempo la guerra de atrición planteada por los rusos, y -los más optimistas-, piensan que es posible tomar la iniciativa y ganarla. 

Eso, tomando en cuenta que los países de la OTAN cuentan con ingentes recursos económicos en comparación con Rusia, cuyo PIB es -por ejemplo- 9 veces inferior al de la Unión Europea, y pensando que la transfiguración del poder económico en poder militar es posible antes de que los rusos quiebren Ucrania. 

¿Es posible un escenario así?

Es difícil de predecir la capacidad de la OTAN -y en especial Estados Unidos- de configurar su máquina de guerra para el escenario ucraniano, y cada analista tiene su opinión. Lo que sí es evidente para todos, que la conversión de dólares en armas no es de un día para otro. Algo que le da la iniciativa a Rusia, la que tendrá que decidir si acelera su esfuerzo bélico con la idea de ganar la guerra antes de que suceda la alquimia dinero-municiones, o mantiene la línea con la idea de proseguir el desgaste en la línea del frente, como le ha resultado ya con el esfuerzo de guerra ucraniano de su fallida contraofensiva. Esto, considerando que ya el apoyo estadounidense a Ucrania suma US $113.000 millones (un poco más del PIB de Kenia). 

Otro elemento que hace pensar que los rusos no se precipitarán en una ofensiva demasiado riesgosa es que en noviembre hay elecciones en Estados Unidos, y existe una alta probabilidad de que Joe Biden salga derrotado en manos de Donald Trump, quien ha dado señales de que buscará una salida negociada al conflicto. Y si es que Vladimir Putin acelera y tiene éxito, eso podría jugar electoralmente en favor de Biden.

Finalmente, aunque las armas occidentales lleguen a tiempo al escenario bélico, los rusos subrayan que las fuerzas ucranianas ya no disponen de los soldados y los cuadros militares suficientes como para empuñarlas. Al respecto, se puede consultar mi anterior newsletter La cuenta regresiva de Ucrania

Recientemente en Ucrania se aprobó una draconiana ley de conscripción y Francia ha dado señales en torno a la posibilidad de que tropas francesas entren en el conflicto en la retaguardia ucraniana. Ambos escenarios darían sangre y oxígeno a las fuerzas ucranianas, pero la primera medida -dicen los rusos- es algo que divide a la sociedad ucraniana y lesiona su voluntad de lucha, mientras que lo segundo es el paso previo para una guerra europea o mundial.

También Estados Unidos ha desplegado cartas en el Medio Oriente, aunque con alguna ambigüedad. Así, el país está por aprobar recursos por US $26.000 millones para Israel (cercano al PIB de Haití), aunque US $9.000 corresponden a ayuda humanitaria que incluye la Franja de Gaza, pero excluyendo el financiamiento de la La Agencia de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente (UNRWA, por sus siglas en inglés), objetada por Israel. Asimismo, también la administración de Joe Biden se ha opuesto a un operativo israei mayor en Rafah, en la Franja de Gaza, por el desastre humanitario que implicaría. Un lineamiento que está por verse si Benjamin Netanyahu seguirá, pues el premier israelí ha insistido que esa acción es clave para derrotar a Hamás. 

Taiwán será -justamente- el principal receptor de los US $ 8.000 millones que Estados Unidos gastará en sistemas anti-aéreos, en el supuesto de que esas armas defenderán a la isla de un hipotético ataque de China.

Con  todo, hay que suma el hecho de que Estados Unidos vetó durante la semana que pasó en el Consejo de Seguridad de la ONU el reconocimiento de un Estado palestino, por “cuestiones sin resolver” y la todavía significativa presencia de Hamás en la Franja de Gaza. La moción presentada por Argelia fue respaldada por 12 países, se abstuvieron el Reino Unido y Suiza, y Estados Unidos, que la vetó; algo que solo pueden hacer ese país, Rusia, China, Francia y Reino Unido, que -como ganadores de la Segunda Guerra Mundial- son miembros permanentes de dicho Consejo y con derecho a veto de cualquier resolución

Sin embargo, Estados Unidos ha jugado cierto rol de contención de Israel, luego del ataque de Irán con drones y misiles, algunos de los cuales cayeron en una base aérea militar israelí. Los estadounidenses dijeron que no respaldarían una respuesta ofensiva israelí, lo que limita sus capacidades. Finalmente, Israel realizó una represalia acotada en la región iraní de Isfahán, sin afectar sus instalaciones militares ni nucleares, y -más importante- sin haberse atribuido el ataque. Además, Israel atacó intereses iraníes en Irak y Siria. 

Es decir, lo suficiente como para decir que hubo respuesta, pero como para no escalar los ataques mutuos que tienen el potencial de transformar la guerra indirecta que llevan desde hace años Israel e Irán, en una directa, con nefastas externalidades, lo que incluye a Estados Unidos, dado fundamentalmente el predecible incremento del precio del petróleo, y el impacto de la inflación en ese país que ya está a un ritmo de gasto difícil de sostener, precisamente, dado el dinero que está por entregar a Ucrania, Israel y Taiwán.

Taiwán será -justamente- el principal receptor de los US $ 8.000 millones que Estados Unidos gastará en sistemas anti-aéreos, en el supuesto de que esas armas defenderán a la isla de un hipotético ataque de China. Una cantidad menor (aunque es más que el PIB de Montenegro), pero lo suficiente como para tocar la oreja de los chinos. Cabe mencionar que Estados Unidos mantiene una ‘ambigüedad estratégica’ respecto de Taiwán, pues -si bien reconoce la doctrina de una sola China-, en la práctica trata a este país no reconocido por la ONU, como un estado soberano y pieza clave en su despliegue militar en el Pacífico.

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