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Jueves, 17 de Julio de 2025
Domingo 31 de julio

Han muerto Nichelle Nichols y Bill Russell, dos leyendas de la cultura y los derechos de los afrodescendientes de los 60

Ricardo Martínez

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Foto: RoScience
Foto: RoScience

La partida de acrtriz que encarnó la Teniente Uhura del Star Trek sesentero, y del once veces campeón de la NBA con los Boston Celtics en la misma década, no solo significa el cierre de un legado para la cultura popular moderna, sino que una caída de telón a dos trayectorias que corrieron en paralelo en la defensa de los derechos afroamericanos en los Estados Unidos, tal como pasó con Marthin Luther King y Malcolm X.

A veces solo bastan un par de años para crear un mito. Eso fue lo que sucedió con Star Trek, la serie de televisión que transmitió NBC en los Estados Unidos entre septiembre de 1966 y junio de 1969. El programa seguía las peripecias de la nave espacial Enterprise bajo el lema: “El espacio: la última frontera. Estos son los viajes de la nave estelar Enterprise, en una misión que durará cinco años, dedicada a la exploración de mundos desconocidos, al descubrimiento de nuevas vidas y nuevas civilizaciones, hasta alcanzar lugares donde nadie ha podido llegar”.

El éxito de aquella ficción espacial se debía, en no menor medida, a que resultaba una fantasía hiperbólica de las líneas de fuerza de los valores de la década de los sesenta, no solo en particular en su atención a la plurinacionalidad –la Federación Unida de Planetas– de los grupos de especies extraterrestres que la tripulación de la nave iba encontrando episodio tras episodio, sino que a la composición misma de su crew. Claro, estaba Kirk, humano y Spock, vulcano, pero más allá, entre medio del puñado de personajes estables, se hallaba la Teniente Uhura, afrodescendiente y cuarta persona en la línea de mando de la Enterprise.

Uhura era interpretada por Nichelle Nichols, una actriz que había hecho sus primeras armas a inicios de aquella década y que alcanzó en Star Trek el primer rol protagónico para una mujer afroamericana en la televisión estadounidense más allá de los estereotipos no solo de raza, sino que de género. Arribando a un punto culminante en el episodio en que ella y Kirk se dan un beso. El primer beso interracial de la televisión estadounidense.

Nichols, que había nacido como Grace Dell, para luego cambiar su nombre a Nichelle, era la hija de un operario de fábrica de Illinois que luego llegaría a ser alcalde y, si bien su trayectoria como ícono de una de las narraciones audiovisuales más recordadas en el ámbito de la ciencia ficción le valió un reconocimiento que trascendió aquel par de años de la puesta al aire original de la serie –lo que se documenta en Beyond Uhura: Star Trek and Other Memories, publicado en 1994–, fue en su relación con las luchas por los derechos civiles de la población afroamericana lo que sus fans afrodescendientes en los Estados Unidos más le reconocen.

Fue al culminar aquella primera temporada de Star Trek en 1966 que Nichols pensó en abandonar el proyecto por otras oportunidades que se le habían abierto. El creador del programa, Gene Roddenberry, le había dado el fin de semana para meditarlo y por uno de esos giros del destino a la intérprete de Uhura le tocó asistir a una recolección de fondos de la NAACP (National Association for the Advancement of Colored People).

Uhura era interpretada por Nichelle Nichols, una actriz que alcanzó en Star Trek el primer rol protagónico para una mujer afroamericana en la televisión estadounidense más allá de los estereotipos no solo de raza, sino que de género. Arribando a un punto culminante en el episodio en que ella y Kirk se dan un beso. El primer beso interracial de la televisión estadounidense.

Far Out Magazine registra lo que entonces sucedió y que Nichols relataría en muchas ocasiones a lo largo de su existencia:

“En ese momento, le dijeron que su “mayor admirador” asistiría al evento y estaba ansiosa por conocerlo. Recordó darse la vuelta al sorprenderse al ver al líder de los derechos civiles acercándose a ella. “Recuerdo haber pensado, 'sea quien sea el aficionado, tendrá que esperar'”, dijo Nichols. “Porque el Dr. King, ¡el Dr. Martin Luther King, mi líder! ¡Está caminando hacia mí!'”

“Al final resultó que, el Dr. King era su autoproclamado mayor admirador, y lo que siguió fue una afirmación vital para Nichelle Nichols. Cuando habló con NPR, dijo: “Me felicitó por la forma en que había creado el personaje. Le agradecí, y creo que dije algo como, 'Dr. King, desearía poder estar ahí afuera marchando contigo’. Él dijo: ‘No, no, no. No, no entiendes… Estás marchando. Estás reflejando por lo que estamos luchando””.

No dejaba de ser cierto; Whopi Goldberg se ha referido a aquel marchar de Nichols: “Bueno, cuando tenía nueve años, dieron Star Trek, la vi y atravesé la casa gritando. ¡Vengan aquí, mamá, todos, vengan rápido, vengan rápido, hay una negra en la televisión y no es una sirvienta!”.

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El primer beso interracial de la TV de Estados Unidos
El primer beso interracial de la TV de Estados Unidos

No solo ello. Nichols además de ser una promotora de los roles no estereotipados de la mujer –y de las mujeres afrodescendientes–, jugó un papel crucial en la mujer en el área de la ciencia:

“Nichelle Nichols fue una actriz pionera, defensora y querida amiga de la NASA. En un momento en que las mujeres negras rara vez aparecían en la pantalla, la interpretación de Nichelle como Nyota Uhura en Star Trek reflejaba un Estados Unidos que fortalecía los derechos civiles. La defensa de Nichelle trascendió la televisión y transformó a la NASA. Después del Apolo 11, Nichelle se propuso inspirar a las mujeres y personas de color a unirse a esta agencia, cambiar la cara del STEM y explorar el cosmos. La misión de Nichelle es la misión de la NASA. Hoy, mientras trabajamos para enviar a la primera mujer y la primera persona de color a la Luna bajo Artemis, la NASA se guía por el legado de Nichelle Nichols”, declaró el administrador de la NASA, Bill Nelson.

La Leyenda de los Once Anillos

La vida de William Felton Russell, luego llamado Bill, fue más difícil en sus inicios que la de Nichols, toda vez que se crio en el sur de los Estados Unidos –Monroe, Luisiana– en una época en que la segregación racial era moneda común de cambio. En más de una ocasión observó la discriminación que sufrían sus padres.

Trasladado inicialmente a California y merced a su altísima estatura (2,08 metros) se inclinó por el juego del baloncesto, donde llegó a participar del equipo de los Boston Celtics, cuya leyenda, al menos en el periodo de los años sesenta, se debe más que nada a su figura. Antes, eso sí, había logrado un bicampeonato con los San Francisco Dons (1955 y 1956), así como la Medalla de Oro en el básquet de los Juegos Olímpicos de Melbourne (1956)

Russell no era un buen lanzador de campo, no alcanzando nunca promedios muy espectaculares, pero en la faceta defensiva sobresalía como quizá nadie más lo ha hecho. Llegó a promediar 22,5 rebotes por partido en las trece temporadas con los Celtics, una marca que el reboteador más recordado de la era ESPN noventera, Dennis Rodman, soñaba con algún día alcanzar; sin éxito. El único que superaba dicha marca de 22,5 era Wilt Chamberlain, y ambos son los únicos jugadores que han rebasado los cincuenta rebotes en un solo encuentro. El punto. En los enfrentamientos de playoffs entre ambos, siempre Russell junto a sus Celtics acabó como vencedor: tres series contra cero.

Russell a diferencia de otros jugadores, sobre todo posteriores, no era mucho de luces y entrevistas, sino que más bien alguien que consideraba, por un lado, que el juego del basketball resultaba una empresa colectiva, y, por otro, una persona tan sensible a la discriminación racial que solía ser excesivamente parco en las entrevistas con los medios, en general por parte de periodistas blancos. 

Justamente ese despliegue en momentos decisivos era la marca de fábrica de Russell, que en aquellas trece temporadas con los de la casaquilla verde trebolada alcanzó el imposible récord de once anillos, ocho de ellos consecutivos, al punto que su familia luego de su deceso este pasado domingo 31 de julio, tuiteó: “el más prolífico jugador [hombre] en los deportes estadounidenses de la historia”.

Pero Russell a diferencia de otros jugadores, sobre todo posteriores, no era mucho de luces y entrevistas, sino que más bien alguien que consideraba, por un lado, que el juego del basketball resultaba una empresa colectiva, y, por otro, una persona tan sensible a la discriminación racial que solía ser excesivamente parco en las entrevistas con los medios, en general por parte de periodistas blancos. 

Según documenta Bleach Report:  “Russell, así como otras estrellas negras de la NBA como Chamberlain, Oscar Robertson y Elgin Baylor, también estaban rehaciendo la liga y el juego justo cuando Estados Unidos entraba en la era de los Derechos Civiles. “Es la primera vez en cuatro siglos que el negro estadounidense puede crear su propia historia”, escribió Russell en la década de 1960. “Ser parte de esto es una de las cosas más significativas que pueden pasar””.

“El surgimiento del movimiento colocó a los atletas negros, algunos de los afroamericanos más visibles del país, en el centro de atención política. A Muhammad Ali se le prohibió boxear durante tres años y medio después de que se negara a ingresar al ejército cuando fue reclutado. En el podio de medallas en los Juegos Olímpicos de Ciudad de México de 1968, los corredores Tommie Smith y John Carlos levantaron sus puños enguantados sobre sus cabezas en saludos de Black Power. Russell, mientras tanto, forjó su propio camino, abierto, obstinado, intransigente y reflexivo (…) [Y e]n 1959, cuando el movimiento de descolonización se extendía por África,

Russell viajó al continente y se detuvo en Libia, Etiopía —donde conversó en el asiento trasero de un automóvil con el emperador Haile Selassie— y Liberia”.

Russell se dio maña, con todo, para convertirse en un entrenador (head coach) gravitante, y el primero de origen afroamericano en un deporte mayor en los Estados Unidos, al mando de sus entrañables Boston Celtics en sus últimos años como jugador, ciñéndose sus postreros dos anillos a fines de la década de los sesentas.

También logró alcanzar a que el premio al jugador más valioso de las finales de la liga (Finals MVP) tomara su propio nombre como título (“Bill Russell NBA Finals Most Valuable Player Award”), e incluso para que Barack Obama le colgara la Presidential Medal of Freedom, la condecoración de más alto rango a personas civiles en su nación, en 2011.

Aún cuando para la preparación del presente obituario se buscó y re-buscó el dato, no hay registros en los medios de comunicación masivos de que Bill Russell y Nichelle Nichols alguna vez se conocieran presencialmente. 

No importa eso tanto, porque, como escribió Eugene Robinson para The Washington Post: “[ambos nos enseñaron] que las personas afroamericanas también podían alcanzar lugares donde nadie ha podido llegar” (boldly go where no man has gone before, el lema de Star Trek).

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