En 1987, hicimos el viaje de estudio en tercero medio con mi curso del Verbo Divino; éramos el tercero D. En ese viaje visitamos muchos pueblos o poblados o ciudades del norte de Chile, entre ellos San Pedro de Atacama. Cuando llegamos a San Pedro de Atacama, una de las cosas que más nos llamó la atención fueron los restos arqueológicos que había descubierto el padre Le Paige. El padre Le Paige era una persona que había vivido como párroco en ese poblado del norte de Chile y que había hecho descubrimientos sobre la cultura atacameña. Muchos años más tarde descubrimos, aunque esto también nos lo dijo el profesor Rojas en ese mismo momento, que la forma de investigación arqueológica del padre Le Paige no correspondía a lo que tenía que hacerse según los criterios más estandarizados de la disciplina.
Pienso en esto ahora que ha muerto Jane Goodall, una persona que comenzó a experimentar o a trabajar con chimpancés en África en los años sesenta y que fue muy criticada por sus incipientes colegas. Y ahora que ha fallecido, se puede recordar todo aquello que le achacaron los especialistas más importantes en el estudio de la primatología.
Ser la primera persona que estudia un tema siempre será criticado después por las personas que se especializan en el tema y lo convierten en una cuestión formal, en un asunto estandarizado. Sin embargo, hay que entender que las personas que atraviesan los campos, machetean la maleza, y logran encaminarse a las honduras del conocimiento y la existencia, son las que finalmente provocan que la ciencia avance: no necesariamente las personas que estandarizan, sino que las personas que abren caminos. Y Jane Goodall resultó ser una de aquellas personas por al menos tres razones.
La primera tiene que ver con el estudio de los primates. El estudio de los primates es algo que se arrastra al menos desde tiempos de Darwin y tiene que ver con la idea de que los primates son los parientes más cercanos a nosotros. ¿Cuáles son estos parientes? Fundamentalmente los bonobos, los chimpancés, los orangutanes y los gorilas. A lo largo del siglo XX hubo muchos intentos por tratar de educar en la cultura humana a los primates, como por ejemplo los estudios que se hicieron con Sarah o Washoe o Kanzi, y también con otros primates con los cuales se trabajó para tratar de enseñarles el lenguaje humano. Esos estudios estaban desenfocados fundamentalmente porque lo que se precisa —ahora lo sabemos— es trabajar en situaciones en que uno estudie “en lo salvaje” (in the wild). Goodall fue una persona que efectivamente hizo eso, estudió a los chimpancés en su hábitat natural. Otras personas que hicieron lo mismo fueron Dian Fossey, que falleció en una situación absolutamente dramática, con los gorilas o lo que hicieron Seyfarth & Cheney con los monos vervet e incluso nuestra Isabel Behncke con los bonobos.
Lo segundo es lo que tiene que ver con el ascenso del reconocimiento de derechos a los animales que consideramos más inteligentes dentro de la Tierra, como los delfines o los chimpancés o los orangutanes. Estudios como los de Jane Goodall abrieron el campo para que se instalara el concepto de “personas no humanas”, porque en ellos había una identidad y una conciencia. Recordemos que la Declaración de Cambridge (2012) estableció que muchos animales tenían conciencia, y recientemente en una declaración más nueva, en Nueva York (2024), se plantea que incluso las moscas tienen conciencia.
Si los chimpancés tienen conciencia o una identidad, o los delfines tienen nombres propios (King, 2013), tenemos que considerar que son personas tales como nosotras y nosotros. Eso es algo a lo cual colaboró Goodall fuertemente, más allá de que ella defendía con mucha intensidad que no ocupáramos principios humanos para referirnos a otras especies, vale decir, que no antropomorfizáramos su indagación.
La tercera razón tiene que ver con una cosa más abstracta en ciencia: con la epistemología de la ciencia, la filosofía de la ciencia y la metodología de la investigación. Es la idea de que tenemos que estudiar los fenómenos en los contextos reales y no de forma artificial en los laboratorios. Esto es muy difícil de hacer porque los laboratorios implican condiciones controladas. Pongo un ejemplo en lingüística: durante muchos años, particularmente en psicolingüística, se hacían pruebas en las cuales se construían textos fabricados para poder hacer tareas de reconocimiento de palabras, de reconocimiento de fonemas, de decisiones léxicas, etcétera. Estos textos hoy día se llaman 'textoides'. Los textoides son textos inventados por los lingüistas o las lingüistas que, en el fondo, proponen una tarea, pero es una tarea artificial. Por lo tanto, no podemos a partir de ellos necesariamente encontrar regularidades en el mundo o encontrar patrones respecto de cómo las personas procesan el lenguaje.
Cuando trabajó con los chimpancés en su estado natural, de alguna forma Goodall hizo lo mismo; que es lo que se denomina, “validez ecológica”, esto es, estudiar las cosas realmente como ocurren. En ese sentido, ella fue una pionera de lo que es la forma de investigación actual. Y por eso le debemos tanto. Descansa en paz, fuiste una héroa del siglo veinte.
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