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Viernes, 25 de Julio de 2025
[Voces lectoras]

La Era de la Ebullición

Christian Palocz*

Lo que el filósofo Achille Mbembe propone es que lo que hay que empezar a pensar es ‘La Tierra’ como nueva categoría por sobre el Estado nación. Lo que también propone Mbembe es que sustentabilidad debería ser reemplazada por la noción de durabilidad. ¿A quién le importa que una minera sea sustentable cuando solo significa que el daño tomará más tiempo en producirse? ¿Por qué seguir pensando en zonas de sacrificio? Es como si algunos se pueden sacrificar en pos de otro grupo, una idea que no se diferencia de la esclavitud, nos argumenta Mbembe.

El pasado 27 de julio el secretario general de las Naciones Unidas declaró que empezaba la era de la “ebullición” global, dejando atrás la era del “calentamiento” global o simple cambio climático. Se quemaba Hawaii por esos días, y se prevén temperaturas por sobre 40 grados para el verano en Santiago. Este invierno ha tenido temperaturas récord de calor en todo Sudamérica, y mundialmente también ha sido el año más caluroso.

Las lluvias invernales no dejaron nieve en la cordillera sino que fue en su mayoría agua con los desbordes de ríos y esteros provocados por las precipitaciones. Por otro lado, la guerra en Ucrania sigue en escalada con Rusia tomando posiciones claves que ya ni siquiera llaman la atención como noticia porque el ataque de Hamas a Israel se tomó todas las pantallas de los noticieros. Cuando Japón comenzó a verter más de 10 000 tanques de agua radioactiva en el océano pacifico hace unas semanas atrás apenas salió en las noticias. El mundo lentamente deja el patrón dólar e incluso nuestra vecina Argentina ya tranza en Renminbi, la moneda China. Solo este escenario de desestabilización económica, y de esa magnitud, ha sido causa suficiente para guerra en el pasado. Se prefiere el caos de una guerra que la muerte segura. El mundo ciertamente está en ebullición, mientras comienza la primavera en estas latitudes. 

Figuras como Judith Butler y Gayatri Spivak en su libro en conjunto ¿Quien le canta al estado-nación?, el filósofo camerunés Achille Mbembe con su reciente libro La comunidad planetaria, y Catherine Malabou con Al ladrón: Anarquía y política ya nos intentan dar nuevas categorías para pensar esta nueva era. Quizás en este momento de grandes incertidumbres, y como vemos no solo nacionales, ya no basta con dar nuevas soluciones o insistir en los viejos paradigmas sino que en pensar distinto, con nuevas categorías e ideas, que es justamente el trabajo de los filósofos. 

¿Quién le canta al estado-nación? son dos conferencias, una por Butler y la otra por Spivak en la Universidad de California el año 2006. Ambas criticaban desde ese tiempo y desde sus respectivas disciplinas la idea del estado-nación. Achille Mbembe más recientemente nos dice que el estado-nación ya no es una categoría tan determinante como lo ha sido. Hoy, la tecnología, las finanzas, y los problemas globales trascienden cualquier idea de estado-nación. La idea de ‘estado-nación’ es más bien lo que está impidiendo tener soluciones globales para los problemas planetarios que tiene la Tierra hoy. Malabou por su lado nos hace cuestionar la base de la idea de lo político, haciendo una distinción entre “la” política y “lo” político, y entre anarquía y anarquismo. El tema de Malabou es especialmente interesante cuando al otro lado de la frontera tenemos un auto proclamado anarquista libertario.  

Llama la atención que filósofos de la talla de Butler, Spivak, Mbembe y Malabou están cuestionando justamente la idea del estado-nación, y resulta inimaginable aparentemente salir de esas categorías. Butler quiere pensar una pertenencia más allá de la nación. ¿Por qué puede una empresa Noruega por ejemplo destrozar el fondo marino en la Patagonia, cosa impensable para los propios Noruegos, y no tener ese sentido de pertenencia en Chile? En el fondo, es justamente lo que critica Mbembe cuando se pregunta sobre las zonas de sacrificio. ¿Si en África se permite la total depredación extractivista, de la misma manera que se permite sin ir más lejos en Chile, será que es la idea de nación la que permite a estas transnacionales hacer sus prácticas cuestionablemente sustentables en “otras naciones” pero no en la de ellos?

Justamente Noruega como Canadá se venden al mundo por sus parajes naturales, pero en otras partes del mundo como en Chile por ejemplo no tienen la misma sensación de pertenencia y causan estragos que no se permitirían en sus países. Mbembe nos dice lo mismo de África. ¿Qué es lo que permite todavía en el siglo XXI contar con zonas de sacrificio, es más, quién las determina? ¿Quién decide que los niños de Quillota no puedan respirar, o sin ir más lejos los mismos santiaguinos, que en pos del crecimiento, permitimos tener unos de los aires más contaminados del planeta?

Lo que Mbembe propone es que lo que hay que empezar a pensar es ‘La Tierra’ como nueva categoría por sobre el estado-nación. Lo que también propone Mbembe es que sustentabilidad, un concepto que viene de la producción animal y de cómo aumentarla, debería ser reemplazada por la noción de durabilidad. ¿A quién le importa que una minera sea “sustentable” cuando solo significa que el daño tomará más tiempo en producirse? ¿Por qué seguir pensando en zonas de sacrificio? Es como si algunos se pueden sacrificar en pos de otro grupo, una idea que no se diferencia de la esclavitud nos argumenta Mbembe.

Spivak nos habla de regionalismo crítico haciéndonos ver que regionalismos como el sudeste asiatico, o latino-america, no hacen sentido en el mundo de hoy cuando dentro de esos límites, meramente conceptuales, hay feroces enemigos. Los antiguos límites, naciones, trazados en las eras coloniales deberían ser repensados. No se trata de disolver el estado-nación sino repensarlo. Obviamente no se trata de caer en un ya antiguo cosmopolitismo naif tampoco. 

Malabou es más radical. Cercana alumna de Derrida, quien dirigió su tesis doctoral, Malabou deconstruye la idea misma de “la” política proponiendo en cambio mantener “lo” político. Hay también una clara diferencia entre anarquía y anarquismo, y entre lo ingobernable y lo no gobernable. El tema, como dije anteriormente, es muy contingente no sólo porque, en parte, participa con su preocupación de lo político con Butler, Spivak, y Mbembe, sino porque también incluye en su análisis el nuevo capitalismo libertario, el anarcocapitalismo que profesa Milei, el recientemente elegido precandidato a la presidencia Argentina.

¿Es el anarcocapitalismo un tipo de anarquismo? Para Errico Malatesta el anarcocapitalismo no es libertario y mucho menos anarquista, sino una continuación del capitalismo clásico. Está bien dado el nombre al libro de Malabou, Al ladrón: Anarquismo y filosofía porque, nos dice ella, sólo se han apropiado del nombre “anarquismo” pero nada tiene que ver con la filosofía anarquista de Malatesta, Proudhon o Emma Goldman. 

El anarcocapitalismo es más bien solo un eslogan porque, como nos recuerda Malabou, nada tiene que ver con la filosofía anarquista. El anarcocapitalismo mantiene todavía lo que Malabou llama el “prejuicio de la gobernabilidad”, es decir, la mirada vertical de gobernabilidad. Lo que gobierna para el anarcocapitalismo es el mercado. Sin embargo, para el anarquismo lo político a diferencia de la política no presupone las estructuras verticales de poder, sino que nos recuerda Malabou que Proudhon era geólogo, y que el marxismo igual que el capitalismo tienen topologías verticales. El anarquismo se diferencia justamente en su topología porque es horizontal. Lo que critica el anarquismo es justamente la estructura vertical de poder, y nos cuestiona la idea misma de poder vertical proponiendo un poder horizontal que detalla Malabou en su libro. 

En el caso del anarcocapitalismo no es más que un nuevo eslogan del viejo y ya sobrevalorado capitalismo. Milei lleno de entusiasmo, y sin ánimo de profetizar, será otro fracaso más, quizás como un último suspiro del extremo capitalismo.

El mundo ya no está para pensar el mundo por partes, y como problema de mecánica suponer que arreglando la pieza se arregla el problema. Sin desmerecer a la mecánica, ya no se trata de cambiar tuercas por aquí y por allá. El mundo ya está totalmente interconectado. Por lo tanto, se necesitan soluciones planetarias para los problemas globales que enfrentamos. El estado-nación está siendo una categoría obsoleta ya que la tecnología, las finanzas y los problemas ecológicos traspasan a los estado-naciones. Se necesitan nuevas categorías para pensar lo político, cuestionar el estado-nación, el crecimiento, el progreso, mientras se hace imperante pensar “La Tierra”.

* Christian Palocz estudió filosofía en la Universidad de Columbia de Nueva York  y es doctorado en filosofía del European Graduate School.



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