Queremos que al gobierno de Sebastián Piñera le vaya bien...que no exista el dilema de cuidar la salud versus el tener la solvencia económica para seguir viviendo. Pero para hacer eso, es fundamental que el gobierno, y sobre todo el Presidente, dilucide una contradicción vital: sigue con la especulación gerencial y la obediencia ciega a la ideología neoliberal o aplica políticas públicas que aseguren el bienestar de todas las chilenas y chilenos.
Escribo esta reflexión a horas de haber comenzado una cuarentena que tendrá en confinamiento a la mitad de la población chilena, y en medio de incertidumbres, temores, críticas y también convicciones.
Y aunque algunos hagan ficción sobre la intencionalidad de las críticas, queremos que al gobierno de Sebastián Piñera le vaya bien. Necesitamos que la curva se aplane, que deje de morir gente, y que no exista el dilema de cuidar la salud versus el tener la solvencia económica para seguir viviendo.
Pero para hacer eso, es fundamental que el gobierno, y sobre todo el Presidente, dilucide una contradicción vital: sigue con la especulación gerencial y la obediencia ciega a la ideología neoliberal o aplica políticas públicas que aseguren el bienestar de todas las chilenas y chilenos, intentando disminuir los riesgos.
Pensar en el dilema de la salud y la economía es mucho más que resolver lo que define el actuar de la autoridad. Es una trama compleja que ha crecido y se ha desarrollado en Chile durante los últimos 40 años. Sin temor a equivocarnos, podemos decir que durante las últimas cuatro décadas, la economía no ha estado al servicio de las personas, sino que las personas parecen ser “factores” que se usan al servicio de la economía. Y hoy, en medio de una crisis, -primero social y luego sanitaria- se puede ver nítidamente. Ya lo dejó claro esta misma semana una diputada de la UDI cuando señaló en TV abierta que esperaba que el gobierno no aumentara el ingreso familiar de emergencia (65 mil pesos por persona), porque “no queremos que la gente dependa del estado”.
Miremos algunas cifras. En la Región Metropolitana hay comunas como Vitacura, con un ingreso municipal por habitante de más de un millón de pesos; y existen otras, como Puente Alto, cuyo ingreso corresponde a poco más de cien mil pesos. Una mujer que nace en Vitacura vive 11 años más que una nacida en La Pintana. Una casa de Vitacura tiene 18 metros cuadrados más por persona que una de Puente Alto. Con esos índices de desigualdad es que enfrentamos la cuarentena.
Hoy el Estado debe garantizar que todos los ciudadanos y ciudadanas cuenten con las condiciones y con la seguridad de poder cuidarse, porque, contrario a lo que predica la religión del neoliberalismo, de esta crisis salimos todos juntos y no con el sálvese quien pueda.
¿Qué se hace entonces, en concreto, con las familias que viven de trabajos precarios, con los adultos mayores que reciben pensiones por debajo del sueldo mínimo y con todos aquellos que no se pueden dar el lujo de quedarse en la casa? Si el gobierno hace un llamado a permanecer confinados, lo primero que debe preguntarse es ¿cómo van a comer esas familias que viven de lo que ganan al día o a la semana y cómo van a poder pagar el lugar donde viven? Dar respuestas a esas preguntas, no puede ser un problema de cada familia sino de todos.
Es por eso que el rol del Estado es fundamental. Durante años nos dijeron que nuestra economía era exitosa y que funcionaba. Durante años nos dijeron que con eso bastaba. Lo mínimo que podemos hacer ahora, como Estado, es devolverle la mano a los trabajadores y trabajadoras que lo han hecho posible y brindarles meses de seguridad. Y lo que hoy hace el gobierno y el oficialismo al no entender cómo viven las familias, al cerrarse a escuchar a otros, es ver esto como una pelea entre bandos, y eso es pequeño e inhumano.
¡Los trabajadores no pueden ser los únicos que paguen la crisis!
La gente no vive con un ingreso de 65 mil pesos, y menos con 45 mil pesos en agosto; la banca debe ayudar a la sobrevivencia de las micro, pequeñas y medianas empresas; y el gobierno debe subsidiar también el programa de autofinanciamiento de la suspensión de los contratos de trabajo, que curiosamente se llama programa de “protección al empleo”. Si el Estado se ausenta, entonces las personas saldrán a la calle con o sin cuarentena.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) señaló esta semana que los gobiernos deben “garantizar transferencias monetarias temporales inmediatas para satisfacer necesidades básicas y sostener el consumo de los hogares, ya que esto será crucial para lograr una reactivación sólida y relativamente rápida”.
No hay economía sin personas, y no hay mejor forma de garantizar la vida que dotar de las condiciones para que ningún chileno y ninguna chilena deban exponerse para vivir.
Para que a Chile le vaya bien, necesitamos que al gobierno le vaya bien. Las autoridades deben ver y escuchar, incluso a quienes piensan distinto. Para eso es necesario que el presidente Piñera cambie su estrategia. Y es urgente.
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