El pasado 20 de agosto de 2025, el partido de vuelta por los octavos de final de la Copa Sudamericana entre Independiente de Avellaneda y Universidad de Chile, jugado en el estadio Libertadores de América, que apenas comenzaba a insinuar su dramatismo deportivo con un 1-1 en el marcador, con la “U” entonces con una mejor opción para clasificar, el espectáculo deportivo se transformó en una verdadera pesadilla para el fútbol sudamericano. Lo que debía ser celebración —o al menos, definición deportiva— devino en una hecatombe donde la violencia, la precariedad de la seguridad y la culpa institucional mostraron su peor cara.
Hoy disponemos de mucha información sobre lo ocurrido, basada en las decenas de videos relevantes propios de la interacción, sobre todo de los particulares, en los espacios críticos del estadio. Además de diversos testimonios de quienes estuvieron allí. Como antecedentes preliminares, debemos considerar que contribuyeron al clima beligerante las declaraciones del entrenador del “Rojo”, Julio Vacari, quien, frente al marcador adverso obtenido por los argentinos en Santiago, señaló: “hay que hacer trampa, buscar la manera de meter la pelota cómo sea en el arco rival”.
Así entonces, la llegada de los hinchas azules a Avellaneda se produjo con un ambiente ya condimentado. Luego, sabemos esto hoy por la información que trascendió dado lo ocurrido, al coordinar la seguridad del partido, los representantes de la Conmebol, la Seguridad de la Provincia de Buenos Aires y los dirigentes de Independiente, se le expuso al club "la conveniencia de que no hubiera público en la tribuna inferior" bajo las localidades en que se habilitaron para la concurrencia de los hinchas de la “U”. Ya resultaba discutible que se hayan vendido más de tres mil entradas para la visita, sin embargo, los clubes estimaron que no se generarían inconvenientes.
No obstante, la advertencia, representantes del club argentino informaron que esas localidades de la bandeja situada debajo del lugar destinado a las visitas ya estaban vendidas. Como medida preventiva "se dispuso que en la tribuna visitante (superior) se ubique personal de la policía y de la seguridad privada con el fin de evitar que los hinchas visitantes arrojen elementos o generen algún tipo de desorden contra el público local". El club y la seguridad tomaron ese compromiso. Esto es, debieron existir suficientes agentes encargados de la seguridad en el lugar.
¿Qué pasó?
Según distintas versiones, los hinchas de Independiente comenzaron a intentar apropiarse de los lienzos colgados en el borde de la tribuna de los visitantes, los hinchas azules comenzaron a arrojar objetos, incluso líquidos de dudosa procedencia, trozos de estadio, incluyendo los de los servicios sanitarios -que de hecho destruyeron- a la tribuna inferior, sobre los hinchas de Independiente. Hoy se sabe que, ya en el minuto 35 del primer tiempo la facción más violenta de la hinchada de Independiente, “Los Dueños de Avellaneda”, estableció el plan de acción para violentar la tribuna visitante. Frente a la ausencia total de personal policial y de seguridad, se valieron de elementos contundentes que sacaron de las propias dependencias del estadio, verdaderas armas letales que en las imágenes impresionan ser extensos fierros de gran dureza.
Al iniciarse el segundo tiempo, los altoparlantes del estadio anunciaron que los hinchas de la “U” deberían desalojar el estadio. El árbitro informó luego a la Conmebol que jamás dio esa instrucción, lo que es crucial, en la medida que dicho desalojo es también uno de los aspectos más críticos y cuestionables del episodio, pues cuando ya casi la totalidad de los hinchas azules habían salido del estadio -siendo al menos un centenar de ellos detenidos, golpeados y privados de sus pertenencias por la policía- irrumpieron en la tribuna visitante, hordas de barrabravas agrediendo salvajemente a quienes todavía quedaban allí, algunos de ellos desnudados, golpeados, grabados con celulares, sin ropa y ensangrentados para que “pidieran perdón”. En esos momentos, una de las escenas que más difundida, fue un hincha de la “U” ubicado en la cornisa intentando escapar de la agresión que fue empujado por un hincha de Independiente, con una de las enormes varas que estos portaban, cayendo al vacío. Comenzó a hablarse de varios muertos, sin embargo, el forofo en cuestión sobrevivió a la caída, resultando con lesiones de gravedad. El mismo agresor, a rostro descubierto y con un paño rojo en la cabeza, que inexplicablemente aún no ha sido identificado ni mucho menos detenido, comenzó a agredir a un indefenso hincha de 14 años que intentaba cubrirse de los golpes que con el gigantesco elemento que portaba, le propinaba el hombre al que nos referimos. Hasta que uno de los impactos lo dejó inconsciente. Se desplomó inerte como una marioneta.
La Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte (Aprevide) había dispuesto de 650 efectivos de la policía de la Provincia de Buenos Aires en el estadio, además de 150 agentes de seguridad privada, 330 trabajadores de la Unión de Trabajadores de Entidades Deportivas y Civiles (Utedyc), junto con siete ambulancias y una comisaría móvil en el recinto deportivo. Es posible ver a policías entre los barrabravas de Independiente en el momento que se prevalen de las armas en cuestión. Cuando ingresaron a la tribuna visitante no había ninguno y los azules presentes denuncian que fue una maniobra absolutamente coordinada entre la policía y los hinchas del Rojo.
En definitiva, fueron más de veinte los heridos varios de ellos de gravedad. Además de los cientos de lesionados y despojados de sus pertenencias por la policía argentina.
La Conmebol con la información disponible abrió un expediente sancionatorio en que se atribuye a la U infracciones específicas contempladas en su Reglamento de Seguridad y Código Disciplinario: Artículo 8.1 (Responsabilidad objetiva por el comportamiento de sus hinchas). Artículo 12.2, literales b, c, i y j, relacionados con: lanzamiento de objetos, uso de pirotecnia, agresiones colectivas y tumultos dentro o en las inmediaciones del estadio. Artículo 5.1.11 del Manual de Clubes: interrupción, suspensión, abandono o cancelación del partido. Considera, además, la agravante del Artículo 27 del reglamento (reincidencia), que puede intensificar las sanciones a los chilenos.
Más intensa es la imputación a Independiente, considerando su rol de organizador del encuentro, por lo que además de las disposiciones cuya infracción de imputa a la “U”, se les denuncia por infringir las siguientes disposiciones: Artículo 8.2 (Responsabilidad en materia de seguridad y orden dentro y fuera del estadio). Artículo 12.1, literales a, b y d: evaluar riesgo, planificar prevención y colaborar en medidas de seguridad. Artículo 15.2: actos de discriminación. Artículos 19 q y 22 a y g; custodia de delegaciones visitantes, ingreso de objetos prohibidos.
¿Qué falla en el fútbol sudamericano?
Lo ocurrido evidencia un diseño de seguridad más decorativo que operativo. La policía y la seguridad privada, según informes, brillaron por su ausencia. En el mejor de los casos, por negligencia. Lo peor no es solo que existan barristas agresivos, sino que nos acostumbremos a no tener diagnósticos ni respuestas. Que una barra pueda irrumpir e infligir daño sin consecuencias es parte de un sistema que normaliza la brutalidad. Y que sospechemos que las autoridades, muchas de ellas de gran relevancia política, por lo menos en Argentina, tengan participación en los hechos, con motivaciones espurias o perversas, torna el escenario en inaceptable.
¿En Chile, afrontamos el mismo escenario?
Tengo fe en que nuestras controvertidas autoridades de gobierno, de la ANFP y de los clubes, aún no hayan llegado a dicho nivel. El presidente de la República, el de la “U” y el de la ANFP, han respaldado a los hinchas chilenos lesionados y detenidos, han cuestionado la organización del espectáculo por parte de Independiente. Pero no han expuesto aún nada en serio sobre como abordaremos el problema de la violencia en los estadios en nuestro país. Es importante que nuestros líderes hagan valer sus derechos ante la Conmebol y la justicia argentina. Pero no lo es menos que miremos con calma también lo que pasa en Chile y como podemos abordarlo. Tras los últimos acontecimientos graves de violencia, ocurridos en el Estadio Monumental en abril, al parecer otras prioridades de la actividad nacional nos llevaron muy lejos de estas preocupaciones. Hasta ahora.
Si solo nos consideramos víctimas de un fenómeno delictivo y social que nos es ajeno, terminaremos peor que lo que estamos: no solo tendremos espectáculos masivos inseguros permeados por organizaciones criminales que lucran de la violencia y la promueven. También, haremos nuestra la lógica de la “trampa” que subyace a todo el escenario expuesto y perderemos total y definitivamente la fe en nuestras instituciones. Llegará entonces el día en que también en nuestro país la policía, los dirigentes y otras autoridades aparezcan coludidas de manera grosera con los autores de delitos.
Si nos limitamos a denunciar lo que pasó en Avellaneda sin revisar lo propio, estamos perdidos. Porque el día en que la trampa y la impunidad se institucionalicen en nuestro fútbol, habremos renunciado definitivamente a la idea de un deporte como espacio cultural, seguro y democrático. Tal vez aún estemos a tiempo, si priorizamos lo que se debe priorizar y actuamos, como nunca ha sido habitual en estas latitudes, con seriedad y visión de largo plazo.
*Roberto Rabi González es escritor, abogado de la Universidad de Chile, profesor de Derecho Procesal y Penal e investigador de la Asociación de Investigadores del Fútbol Chileno (ASIFUCH).
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