Es de madrugada en el edificio del Congreso en Valparaíso. Allí, en al menos dos ocasiones, un enigmático visitante ronda por uno de los pisos del Senado.
Se desplaza por los pasillos donde se ubica la sala Jaime Guzmán (ex Rafael Ariztía), donde sesiona la Comisión de Constitución de la Cámara Alta.
En honor al ex senador, a un costado del salón que lleva su nombre, cualga un cuadro con su retrato que da la bienvenida a funcionarios y legisladores que por allí se desplazan.
Allí, el rostro de Guzmán, es el único testigo que observa como el visitante nocturno que pasea sigilosamente entre las baldosas se acerca hacia sí.
Se coloca frente a frente, lo observa y en un repentino ataque, escupe la cara de Guzmán.
Sin embargo, no está claro si realmente escupió o lanzó otro tipo de líquido sobre el retrato, pues la mancha quedó allí hasta secarse y así lo muestra una fotografía que alguien tomó tras el ataque.
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Pero las visitas nocturnas no se acabaron ahí. El visitante volvió y reiteró su ataque.
Las consecuencias esta vez fueron distintas. El cuadro fue quitado, limpiaron, pero esta vez se incluyó un vidrio sobre la superficie para cuidar la pintura del retrato y evitar que la obra fuera percudida ante una nueva visita.
Voces asegura que estuvieron cerca de dar con el culpable, otras, que ni siquiera la revisión de cámaras arrojó a un sospechoso.
El rondador nocturno, zafó y nunca fue encontrado, no obstante, su operación fue exitosa en dos ocasiones.
Con todo, hay quienes en el Senado nunca supieron del ataque contra el cuadro, y tampoco fue algo que alcanzara cierta resonancia. Es más, parece haber sido manejado con cierto hermetismo. Sin embargo, la única prueba, es la fotografía que muestra que habría ocurrido.
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