Estamos donde tú estás. Síguenos en:

Facebook Youtube Twitter Spotify Instagram

Acceso suscriptores

Miércoles, 3 de Septiembre de 2025
[Revisión del VAR]

Los hinchas de hoy, los árbitros de hoy

Roberto Rabi González (*)

"Creo que no tiene mucho sentido la exigencia de 'transparentar' los vínculos y preferencias por ciertos clubes de fútbol de parte de los árbitros. En primer lugar, porque siempre se podrá argumentar, con más o menos fundamentos, que ninguno de dichos factores tiene el peso necesario como para influir en su desempeño, y arriesgar de tal modo su prestigio laboral. Menos aún en nuestro país".

Bien sabido es que la palabra “hincha”, entendida como “partidario entusiasta de alguien o algo, especialmente de un equipo deportivo”, tiene su origen en el rol de los utileros encargados de inflar o “hinchar” los balones de fútbol a principios del siglo XX, en especial uno del club Nacional de Montevideo: Miguel Reyes, quien por su fanatismo al alentar al equipo para el que trabajaba, motivó que se asociara el modo como se denominaba coloquialmente su trabajo (hincha o hinchador) al fanatismo por los colores de un club de balompié.

Nos sorprende la reciente exigencia del Colegio de Árbitros inglés a los drásticos del silbato, confirmada por su líder Howard Webb, quién confirmó que todos los referís deberán realizar una declaración de intereses en la cual, entre otras situaciones, deberán especificar con qué clubes simpatizan antes de comenzar la temporada. 

Todo ha cambiado desde entonces; por supuesto el juego mismo y los futbolistas, también las reglas, la difusión, la infraestructura y, por cierto, los arbitrajes. En tal sentido, nos sorprende la reciente exigencia del Colegio de Árbitros inglés a los drásticos del silbato, confirmada por su líder Howard Webb, quién confirmó que todos los referís deberán realizar una declaración de intereses en la cual, entre otras situaciones, deberán especificar con qué clubes simpatizan antes de comenzar la temporada. Todo para no ser considerados en “los partidos que involucran a clubes que apoyan o en los que jugaron, o donde tienen una conexión material, como vínculos familiares o una relación personal o comercial”.

Destaquemos, en primer lugar, que los ingleses no emplean una expresión del todo equivalente a lo que entendemos como “hincha” en América Latina, sino que emplean la voz “support”, más parecida a “simpatizar”, insinuando una relación no necesariamente intensa, de manera que resulta evidente que la idea es no permitir conexiones afectivas de ninguna naturaleza entre los árbitros y los equipos de fútbol a los que imparten justicia deportiva.

La diferencia no es baladí y me lleva a enfocarme en un asunto de gran importancia: el estereotipo del aficionado al fútbol, cuestión que no tenía gran relevancia antes de que nos viéramos en la necesidad de legislar en materia de violencia en los estadios, allá por 1994, normativa que se desarrolló buscando identificar sectores o lugares de un estadio en que se pueden ubicar partícipes en los delitos que tipifica dicho texto legal. Así el artículo 5° letra e) de la ley 19327 consagra como obligación del organizador de un espectáculo de fútbol profesional: “Establecer zonas separadas y claramente delimitadas en los estadios, en que se ubicarán los hinchas o simpatizantes de los equipos de fútbol y el público general que concurran a un encuentro deportivo”, insinuando la existencia de categorías distintas de asistentes: los hinchas y simpatizantes, por una parte, y el público en general, por otra. Cómo resulta evidente es imposible trazar líneas distintivas entre las personas, en función de la intensidad de su afecto, fanatismo o compromiso con un club de fútbol, que permitan legítimamente poner dichas etiquetas en las personas. Abundan investigaciones sobre barrabravas, hooligans y demases, sin embargo, estaremos todos de acuerdo en que no todo hincha fanático es tal. También en que no todo hincha es un fanático propiamente tal, es más, podría aventurar una hipótesis de investigación conforme a la cual el fanatismo ha ido trasladando, casi imperceptiblemente, su objeto en los últimos años, desde un club o selección a jugadores específicos; sobre todo en las generaciones más jóvenes. Todo es bastante difuso en nuestros días.

Por lo mismo, asumir que todo árbitro sería primero que todo un hincha de algún equipo, no es ni veraz ni verificable. 

Permítanme un comentario de primera fuente: conozco de cerca a don Felipe y puedo afirmar, en primer lugar, que no es hincha de la UC ni simpatiza con el club, pero que, sobre todo, se desvive por no cometer errores, y tiene cómo único norte de su desempeño, desarrollar un referato de calidad que le permita proyectarse y trascender en su auténtica pasión.

En nuestra cultura futbolera abundan mitos y certezas sobre la preferencia que han tenido ciertos árbitros por algunos clubes, en particular, los denominados grandes. Así el propio Rubén Selman confesó en su oportunidad su simpatía por la “U”, delatando de paso a su colega Enrique Osses al confirmar que, como en el ambiente se suponía, compartiría dicha preferencia, pese a haberlo negado sostenidamente. Por su parte Carlos Chandía y Pablo Pozo serían hinchas de Colo-Colo e Iván Guerrero de la Católica; éste último de hecho jugó en las divisiones inferiores del elenco de la franja. Un cuestionamiento en el mismo sentido se ha popularizado más recientemente, dirigido al réferi Felipe González, también ex cadete de la UC. Pues bien, muy razonable y astutamente, los propios hinchas cruzados han argumentado que, precisamente para no ser tildado de parcial por dicho motivo, el colegiado ha tendido a ser más drástico con los precordilleranos.

Permítanme un comentario de primera fuente: conozco de cerca a don Felipe y puedo afirmar, en primer lugar, que no es hincha de la UC ni simpatiza con el club, pero que, sobre todo, se desvive por no cometer errores, y tiene cómo único norte de su desempeño, desarrollar un referato de calidad que le permita proyectarse y trascender en su auténtica pasión. Y supongo que buena parte de los actuales árbitros en Chile, manifiestan la misma tendencia y por lo mismo no estarían dispuestos a poner en juego su carrera beneficiando o perjudicando a un equipo que pudiese serles más o menos simpático. Agreguemos a lo anterior el tremendo impacto que ha tenido el VAR en los arbitrajes.

En suma, creo que no tiene mucho sentido la exigencia de “transparentar” los vínculos y preferencias por ciertos clubes de fútbol de parte de los árbitros. En primer lugar, porque siempre se podrá argumentar, con más o menos fundamentos, que ninguno de dichos factores tiene el peso necesario como para influir en su desempeño, y arriesgar de tal modo su prestigio laboral. Menos aún en nuestro país, porque ningún árbitro en funciones confesaría abiertamente simpatía -y menos aún fanatismo- por un equipo grande, en la medida que ello le podría impedir dirigir los derbis más tradicionales de nuestro medio. Agreguemos a lo anterior que ni siquiera de mediar una suerte de cacería de brujas o inquisición futbolera podríamos lograr saber la verdad sobre los genuinos sentimientos de cada profesional del referato. Finalmente, y más decisivo aún, porque la mayoría de los miembros del propio tribunal de disciplina de la ANFP, siempre han tenido vínculos o simpatías con clubes determinados y no por ello se les ha cuestionado. Hasta el momento.

Lo que ocurrió el la Premier League, fue motivado por un episodio bien concreto: el Nottingham Forest peleaba por no descender y perdió un encuentro crítico con el Everton. Tras eso los del Forest, publicaron un comunicado quejándose que el árbitro que estuvo al frente del VAR en ese partido, Stuart Attwell, era fanático del Luton Town, otro cuadro que también luchaba por mantener la categoría (y que en definitiva no lo consiguió). Asumiendo que dicho suceso generó intensa polémica, podemos entender el por qué los ingleses ensayan una fórmula de antemano condenada al fracaso. Se trata, en el fondo, de un lavado de imagen ex post facto, que de alguna manera le da la razón a los suspicaces.

Pero no les quepa duda de que, si algo parecido se produce, por los menos algunas voces aparecerán reclamando un procedimiento similar.

En Chile no tenemos razones específicas para intentar soluciones de tal naturaleza. Pero no les quepa duda de que, si algo parecido se produce, por los menos algunas voces aparecerán reclamando un procedimiento similar.

Que Dios nos ampare.

*Roberto Rabi González es escritor, abogado de la Universidad de Chile, profesor de Derecho Procesal y Penal e investigador de la Asociación de Investigadores del Fútbol Chileno (ASIFUCH).

En este artículo



Los Más

Ya que estás aquí, te queremos invitar a ser parte de Interferencia. Suscríbete. Gracias a lectores como tú, financiamos un periodismo libre e independiente. Te quedan artículos gratuitos este mes.

En este artículo



Los Más

Comentarios

Comentarios

Añadir nuevo comentario