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Miércoles, 23 de Julio de 2025
[Análisis internacional]

Milei y la era de la impaciencia

Andrés Almeida

Milei

Foto: Todo Noticias, CC BY 3.0
Foto: Todo Noticias, CC BY 3.0

El triunfo de Javier Milei tiene varias explicaciones, y una de ellas es que el modelo económico argentino lleva décadas estropeado sin que la derecha ni el peronismo hayan podido arreglarlo. Eso genera impaciencia, que lleva a la exasperación, y la exasperación lleva a Milei. 

Este artículo es parte del newsletter exclusivo La Semana del domingo 20 de agosto de 2023, y ahora se comparte para todos los lectores.

En la década de los 60 el economista ruso-estadounidense Simon Kuznets -quien gano el Nobel en 1971 por sus aportes en entender las relaciones entre ingresos y gastos en las cuentas nacionales-, pronunció una frase que todavía suena lapidaria en Argentina: 

"Hay cuatro clases de países: desarrollados, en vías de desarrollo, Japón, y Argentina". Japón era el ejemplo de cómo un país sin grandes recursos naturales podía -en ese momento- convertirse en la segunda potencia económica mundial, y Argentina, todo lo contrario, era el caso del país que teniéndolos de sobra no podía alcanzar el desarrollo.

Con el tiempo, Japón perdió su excepcionalidad positiva, y cayó en una era de bajo crecimiento económico, déficit demográfico y deflación, para dar paso a otros grandes actores económicos, partiendo por China, al podio de los países económicamente más poderosos. Pero, el aserto de Kuznets sigue siendo válido para Argentina, cinco décadas después.

Y es que esta excepcionalidad argentina -para mal- sigue siendo un misterio para los economistas, y ha mutado en un modelo extravagante y conflictivo, en más de un aspecto, pero que tiene probablemente su ángulo más curioso en su sistema monetario, con seis tipos de cambio para el dólar.

Esta excepcionalidad argentina -para mal- sigue siendo un misterio para los economistas, y ha mutado en un modelo extravagante y conflictivo, en más de un aspecto, pero que tiene probablemente su ángulo más curioso en su sistema monetario, con seis tipos de cambio para el dólar.

Eso, habiendo pasado -hace más de 20 años- por un modelo de paridad cambiaria peso-dólar que explotó al no poder reaccionar ante la contracción de ingresos de divisas producto de la crisis de los mercados emergentes de los 90 (crisis en Asia, México y Rusia), lo que derivó en el Corralito (1998) durante la era de Carlos Menem, la crisis política del 2001, con la huída en helicóptero de Fernando de la Rúa y el repudio de la deuda del FMI (2003), por parte de Néstor Kirchner; todos elementos disruptivos que terminaron determinando la realidad económica y política de la Argentina contemporánea.

25 años después del Corralito, un nuevo elemento -igualmente disruptivo, o peor- asoma en el horizonte: Javier Milei, el candidato anarcocapitalista que acaba de triunfar en las primarias argentinas, y quien -hoy por hoy- tiene la primera opción de convertirse en el nuevo presidente argentino, en las elecciones de octubre, cuando enfrente a los desgastados bloques de la derecha tradicional y el peronismo.

Más allá de la estridencia e histrionismo del personaje -quien difícilmente pueda aplicar las medidas más excéntricas de su programa, como lo es la eliminación de varios ministerios sociales, para juntarlos en uno de "Capital Humano"-, su aparición en escena es coherente con la historia económica y política argentina, porque propone una solución 'de una buena vez por todas', bajo la idea de que 'a grandes problemas corresponden grandes soluciones'. 

A saber; dolarizar la economía, acabando así con el Banco Central, el cual, para solventar el gasto público -en un país con una deuda externa que lo aleja de las fuentes de inversión y crédito-, emite y emite pesos por la vía de la compra de deuda pública nacional, que nadie más quiere comprar. Es decir, una institución que fabrica inflación, la que anualmente sobrepasa el 100%.

Suena razonable, si se habita la 'excepcionalidad' argentina, es decir, si uno es argentino de a pie, es decir, alguien agotado de no ver soluciones al puzzle de la economía argentina en 25 años, y cansado de ver a los mismos políticos sin ninguna idea nueva al respecto. 

Más allá de la estridencia e histrionismo del personaje, su aparición en escena es coherente con la historia económica y política argentina, porque propone una solución 'de una buena vez por todas', bajo la idea de que 'a grandes problemas corresponden grandes soluciones'.

Pero, no lo es. Es descabellado.

Primero, porque -de acuerdo a los mismos economistas argentinos de centro-derecha y otros estadounidenses- Argentina no tiene suficientes divisas (el propio Milei estima que se requieren US $35.000 millones, habiendo solo US $5.000) como para implementarlo, y tampoco dispone de una fuente como para que lleguen a raudales, a diferencia de Menem y Domingo Cavallo, su ministro de Economía, quienes pudieron implantar la paridad dado el ingente influjo de capitales producto de la ola de privatizaciones que caracterizó a ese Gobierno. 

Ante esto, Milei responde diciendo que llegará con una motosierra a cortar el gasto público y a privatizar todo lo que quede por privatizar, pero Milei no es Menem, ni esta década del 20 del siglo 21, es la del 90 del siglo 20, lo que -en simple- significa que el anarcocapitalista, en caso de salir electo, tendrá un Congreso en contra, y un país que se incendia cada vez que se quiere cortar hasta el más mínimo subsidio.

Segundo, porque -conforme una conversación que tuve con el escritor, periodista y economista Carlos Tromben- es difícil sostener la dolarización sin una fuente regular de divisas para un país de 46 millones de habitantes, a diferencia de Ecuador o El Salvador, que son bastante más pequeños y tienen en las remesas y sus economías exportadoras una fuente constante (por el momento).

Tercero, porque la paridad de Menem-Cavallo ya demostró que renunciar a que un Banco Central tenga cintura de política monetaria en momentos de crisis es catastrófico. "Una vez contraída la economía mundial y frenadas las fuentes de inversión fue imposible mantener la paridad porque no había dólares, y salir de ella resultó en algo violento", me explicó Tromben. En el caso argentino, esto significó el Corralito, mediante el cual se secuestraron -y terminaron expropiándose- los ahorros en dólares de los argentinos.  

La paridad de Menem-Cavallo ya demostró que renunciar a que un Banco Central tenga cintura de política monetaria en momentos de crisis es catastrófico. "Una vez contraída la economía mundial y frenadas las fuentes de inversión fue imposible mantener la paridad porque no había dólares, y salir de ella resultó en algo violento", me explicó Tromben. En el caso argentino, esto significó el Corralito, mediante el cual se secuestraron -y terminaron expropiándose- los ahorros en dólares de los argentinos.

Respecto de esto, me llama la atención la discusión en torno al Banco Central. En Chile, esta gira respecto a los grados de autonomía y poder que pueda tener la institución para desarrollar política monetaria, siendo un 'hueso santo' para la derecha liberal. Eso, mientras en Argentina la institución es vilipendiada como un mero instrumento de los políticos de turno al poder, por la derecha ultraliberal.

Y cuarto, aunque todavía está por verse, el dólar está siendo cuestionado como única divisa por los BRICS, que buscan generar una masa monetaria juntando fuerzas, para competir así con la moneda estadounidense como método de intercambio del comercio mundial. Y la 'B' de los BRICS es Brasil, un país indispensable para la economía argentina, por mucho que Milei amenace con salirse del Mercosur... y haga desaires a China, para manifestar su intención de alinearse con Estados Unidos en la actual competencia global por reordenar el juego de poder.

Ya el triunfo de Milei en las primarias y su idea de dolarizar Argentina causó un derrumbe del peso argentino, como si hubiese ganado el chavismo. Una señal inquietante, si es que se supone que el candidato ultraliberal viene justamente con la idea de arreglar los mercados. Aunque en paralelo, eso sí, subió la bolsa argentina.

¿Por qué ese desacople?

Según Tromben, Milei introduce incertidumbre al sistema y con la promesa de dolarizar crea un interregno en la cual habrá ganadores y perdedores, conforme cuán anclados estén al peso, sin que se sepa quiénes se impondrán, lo que explica el derrumbe de la moneda local. En cambio, la bolsa argentina sube por la característica sui generis que tiene (otra más de la economía argentina); es un espacio para el juego de alto riesgo. "Ambas cosas son complementarias en realidad", dice Tromben.  

En torno a la gran reticencia de los economistas de centro-derecha a la dolarización y otros aspectos más disruptivos de Milei -opiniones que han encontrado abundante eco en diarios argentinos como La Nación Clarín, por estos días-, me resulta particularmente interesante que en Chile haya aparecido la columna El riesgo Milei, en El Mercurio, donde Felipe Schwember (UDD) dice que "su fracaso [el de Milei] supondría el descrédito no solo del libertarianismo y el anarcocapitalismo, sinto también del liberalismo con que la gente lo identifica".

Ya el triunfo de Milei en las primarias y su idea de dolarizar Argentina causó un derrumbe del peso argentino, como si hubiese ganado el chavismo. Una señal inquietante, si es que se supone que el candidato ultraliberal viene justamente con la idea de arreglar los mercados.

Si bien Schwember dice que el 'fenómeno Milei' se explica "en una sociedad cuya izquierda se dedica a pontificar, a sermonear a la población diciéndoles cómo deben hablar, cómo se deben vestir, qué deben comer, qué deben comprar, a quién y en cuánto; en una sociedad como esa era, si no inevitable, sí al menos muy probable, que tarde o temprano surgiera alguien como Milei" -lo cual, reconozco, puede ser parcialmente cierto-, pero, me parece que es algo que no es tan central en el auge de alguien tan extravagante.

Me parece que Milei es la respuesta normal a décadas de frustración -hoy exasperación- por no dar con estrategias para resolver el puzzle económico-político argentino, lo que ha abierto los oídos de los argentinos a cantos de sirena; monstruos atractivos que solo pueden causar naufragios, en ausencia de esperanza por el lado de los políticos tradicionales, incluida -si es que no especialmente- la centro-derecha argentina, la que puede terminar fagocitada por la aventura Milei, como pasó en Brasil con Jair Bolsonaro.

Una impaciencia que me parece normal para un país que ha pasado por lo que ha pasado Argentina, de manera estructural, por mucho que se quiera encontrar la raíz de los problemas en una especie de rasgo idiosincrático argentino penoso.

Es cierto que los argentinos, en otro ámbito, tan importante culturalmente como es el fútbol, pusieron a Maradona de técnico de la selección nacional en 2008 -como un talismán-, en su desesperación por no conseguir grandes logros deportivos desde la Copa América de Chile de 1991 y el Mundial de México de 1986. A esa altura estaba claro para todo el mundo que Maradona no tenía las competencias ni la salud como para enfrentar un desafío así, pero se pensó que su mera presencia en el camarín haría brillar a los futbolistas.

No fue así, y Argentina tuvo que esperar más de una década para volver a alzar copas internacionales, con Lionel Messi en los últimos años de su carrera al máximo tope de rendimiento. 

Milei es la respuesta normal a décadas de frustración -hoy exasperación- por no dar con estrategias para resolver el puzzle económico-político argentino, lo que ha abierto los oídos de los argentinos a cantos de sirena; monstruos atractivos que solo pueden causar naufragios, en ausencia de esperanza por el lado de los políticos tradicionales, incluida -si es que no especialmente- la centro-derecha argentina, la que puede terminar fagocitada por la aventura Milei, como pasó en Brasil con Jair Bolsonaro.

Con Milei -un mago, al estilo de Og Mandino- pasa algo similar. La impaciencia -acicateada por la inoperancia y probablemente por generaciones jóvenes aversas a la frustración-, se toma el escenario, y aparecen fórmulas desesperadas, por parte de quienes saben captar el estado de ánimo de exasperación, pero que difícilmente podrán llegar a buen puerto, o, a lo más, hundirse en la mediocridad, como pasó con Maradona DT. En la clasificatoria a Sudáfrica 2010 Argentina logró su cupo en cuarto lugar, en la última fecha, habiendo recibido antes su peor goleada; 1-6 en La Paz ante Bolivia. Finalmente, en el Mundial, Argentina no estuvo tan mal, cayendo en cuartos de final ante Alemania por 4-0.   

 

[ARTÍCULOS RELEVANTES SOBRE EL TEMA]

¿Por qué Japón y la Argentina son "diferentes"? por Juan Carlos de Pablo en La Nación.

- Los enigmas de un hipotético gobierno de Milei, la columna de Fernando Laborda en La Nación.

- Javier Milei sorprende en las primarias argentinas, reacciones al triunfo recogidas por los editores de Americas Quarterly.

- Fuertes críticas en EE.UU. a la dolarización en la Argentina, por Rafael Mathus Ruiz en La Nación.

- En EE.UU. critican la propuesta de dolarización de Milei, por Paula Lugones en Clarín.

La dolarización de Milei y un tsunami silencioso que ahoga a los argentinos, por Francisco Jueguen en La Nación

Abrazar el dólar, la receta de tierra quemada de Milei para Argentina, por Nuria Sal0bral, en Cinco Días (España).

Tras triunfo de Milei en las PASO, colapsaron los bonos argentinos en Wall Street, por Juan Pablo Álvarez en Bloomberg Línea

El peso argentino se hunde tras el inesperado triunfo de Milei: por qué en Argentina hay más de 6 tipos de dólar (y cómo reflejan la crisis que vive el país), por Verónica Smink en BBC Mundo.

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El plan de gobierno de Milei propone un ajuste extremo de 15 puntos del PBI y cerrar todas las empresas públicas, por Javier Laquidara en LaPolíticaOnline.

- Tsumami político, la columna de Gonzalo Arias en LaPolíticaOnline.

- Antiprogresismo y crisis de las élites: el ascenso de Javier Milei en clave global, en el newsletter de Juan Elman en Cenital.

- Señales de masculinización en el voto ultraderechista, la columna de Natalí Incaminato en Página12.

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