Para sincerar lo sucedido con la Reforma Tributaria hay que partir diciendo que la derecha no esperaba su rechazo, sino una aprobación estrecha que le permitiera imponer su ventaja en el debate del Senado. El verdadero plan era cerrar filas contra la iniciativa legal para seguir perfilando su identidad de halcón opositor y así contener la fuga del electorado conservador, que está siendo seducido por Republicanos
Lo que debió haber ocurrido, según los cálculos de todos los actores políticos, era una votación estrecha pero favorable a la Reforma Tributaria en el primer trámite constitucional, que permitiera luego a la derecha cercenarla en el Senado, hasta el mínimo necesario para garantizar cierto equilibrio fiscal, sin cambios demasiado relevantes para financiar una Reforma de Pensiones.
Las verdaderas autoras de la derrota tributaria fueron Pamela Jiles y Mónica Arce, que usaron a la ecologista verde Viviana Delgado con la burda excusa de la agresión verbal que sufrió de parte del ministro de Educación, Marco Antonio Ávila.
Digamos de paso que los gritos entre pares son una forma violenta de relacionarse, impropia de autoridades políticas, pero una mujer investida del poder parlamentario y sentada en la cúspide de la institucionalidad política no sufre violencia de género cuando discute con otra autoridad de igual estatus
Digamos de paso que los gritos entre pares son una forma violenta de relacionarse, impropia de autoridades políticas, pero una mujer investida del poder parlamentario y sentada en la cúspide de la institucionalidad política no sufre violencia de género cuando discute con otra autoridad de igual estatus. Delgado sufrió violencia verbal, no de género, y tiene todos los privilegios para defenderse; los mismos que no poseen las otras chilenas de a pie, cuando son agredidas por hombres machistas más fuertes y poderosos que ellas, sin siquiera poder denunciarlos.
Flaco favor al feminismo le han hecho las tres diputadas que usan esa causa para justificar una aventura personalista.
La razón real que movió a las diputadas articuladas por Pamela Jiles ni siquiera encuentra explicación en el concepto de 'populismo de izquierda', que divide a la sociedad entre un 'pueblo íntegro' y una 'élite corrupta', para anteponer la voluntad general a cualquiera otra consideración de Estado. Ni la conducta ni el discurso de Pamela Jiles alientan una identidad popular insumisa, sino al contrario, un sometimiento al liderazgo carismático que infantiliza a su pueblo -los nietites- con conductas grotescas para despolitizar el sentido de una comunidad organizada.
No hay populismo sin pueblo se titula un artículo de los académicos de la UDP, Lisa Zanotti y Cristóbal Sandoval, los que hacen notar que “el discurso de Pamela Jiles, a pesar de venir de la tradición política de la izquierda, no coincide con los populismos de izquierda y con la construcción de un pueblo como sujeto político emancipador asociado a diferentes movimientos sociales y su historia”. Los politólogos describen el fenómeno como “una movilización atomizada, articulada prevalentemente por redes sociales, que no apela a un ideal de pueblo más allá de la legitimación y reconocimiento entregados por el líder. Su discurso carece del componente más central del populismo: la construcción discursiva del pueblo como un sujeto político privilegiado”.
Aunque atrás quedó el minuto de gloria de Jiles, cuando se apropió de los proyectos de retiro de fondos previsionales, la fragmentación del sistema político mantiene abiertos los espacios de incidencia para aventuras populistas, personalistas o liderazgos títere. La atomización genera dificultades colosales para los acuerdos, al punto de abrir oportunidades de chantaje y comercialización del voto por parte de sujetos oportunistas que están dispuestos a cobrar caro por dar una mayoría circunstancial.
Aunque atrás quedó el minuto de gloria de Jiles, cuando se apropió de los proyectos de retiro de fondos previsionales, la fragmentación del sistema político mantiene abiertos los espacios de incidencia para aventuras populistas, personalistas o liderazgos títere.
El daño que Jiles le hace a la política es similar a la bomba de racimo que dejó caer la Lista del Pueblo sobre el proceso constituyente, fracasado en septiembre del año pasado. Primero minaron la confianza de la Convención con actos corruptos como la estafa del convencional Rodrigo Rojas y el fraude de la aventura presidencial de Diego Ancalao. Luego, en lugar de una causa popular como la protección social, se unieron a colectivos sociales más pequeños para condicionar los acuerdos de la propuesta constitucional a particularismos identitarios que la alejaron de la ciudadanía.
El sistema electoral ha permitido la formación y el financiamiento de los 21 partidos políticos que conviven caóticamente en el Congreso. Posibilita que algunos sean elegidos con camiseta azul pero legislen con camisa amarilla o fracturen sus pequeñas formaciones para administrar la pyme del financiamiento público. El umbral de firmas para constituir un partido es demasiado bajo y si no se alcanzan los votos para mantenerlo, siempre es posible fundar uno nuevo. La opción de convertirse en independiente también sirve para que otro partido te asegure una reelección.
Según la encuesta Cerc-Mori que se conoció el viernes, la desconfianza en la política llegó al 68%, su peor cifra en 35 años. El descrédito de la actividad política se ha resumido en la consigna “el pueblo unido avanza sin partidos”, pero retrocede sin reformas, mientras caudillos personalistas aprovechen las trampas del sistema electoral para convertir el Congreso en un bazar de baratijas a cambio de votos.
Comentarios
No es mi interés apoyar lo
Alo mejor seria interesante
Yo creo que la estupidez es
Será posible reformar la
Pamela Jiles, una vez más.
Muy acertado, Yasna, lo de
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