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Sábado, 26 de Julio de 2025
[Análisis internacional]

Qué comienza, qué finaliza, en la víspera de la incursión israelí a Gaza

Andrés Almeida

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Foto: Ejército de Israel
Foto: Ejército de Israel

Si todo sigue la trayectoria histórica-militar desde 1948 en adelante, Israel debiese vencer, pero se propuso aniquilar a Hamás en la Franja de Gaza, lo que es una tarea de por sí muy difícil de realizar sin incendiar todo lo que lo rodea, en un escenario que ya no es el de la segunda mitad del siglo 20, el que casi siempre le fue favorable.  

La nueva guerra que enfrenta Israel contra los árabes en Medio Oriente -la cual podría pasar en horas a una operación terrestre de gran escala, con el intento de ocupación de las fuerzas israelíes del norte de la Franja de Gaza-, puede ser vista dentro de una seguidilla de conflictos violentos entre árabes e israelíes, la cual empezó en 1948 con la primera Guerra Árabe-Israelí, que es desde cuando Israel ha impuesto sus términos en cada evento, reduciendo política o territorialmente a los palestinos. 

Así pasó, con mayores o menores grados de éxito israelí, en la Guerra de Suez (1956), la Guerra de los 6 días (1967), la Guerra del Yom Kipur (1979), las guerras en el Líbano (1982 y 2006) y la Guerra Civil Siria (desde 2011).

Este menoscabo histórico de los palestinos ha sido sin que a Israel le importe mayormente la opinión de la mayor parte de la comunidad internacional -salvo la de Estados Unidos y sus aliados-, lo que incluye a Naciones Unidas. Algo que se ve reiterado en esta ocasión, cuando varias entidades y Estados -pese a reconocer el derecho de Israel de defenderse de acciones criminales como las del sábado 7 de octubre pasado- están advirtiendo al gobierno de Benjamin Netanyahu que los bombardeos masivos, los cortes de luz, agua y otros servicios básicos y la solicitud de desplazamientos de población internos para invadir el norte de la Franja de Gaza, también constituyen crímenes de guerra, y son actos que afectan gravemente el derecho humanitario, además de significar acciones que pueden escalar el conflicto más allá de las fronteras de Israel y los territorios ocupados. 

Es decir, si el actual conflicto que enfrenta al gobierno de Netanyahu con Hamás sigue esa trayectoria histórica, que viene desde 1948, debiese terminar con un nuevo triunfo militar de Israel y una nueva postergación de la creación de un Estado palestino, que conviva con el Estado judío, lo que es la solución de paz y de orden jurídico internacional que respalda la mayor parte de la comunidad global, la cual nuevamente quedaría impotente frente a la imposición de los hechos militares y el estatus quo político global que hace que Israel, en la práctica, haga lo que quiera, sin sufrir grandes sanciones.

Si el actual conflicto, que enfrenta al gobierno de Netanyahu con Hamás, sigue esa trayectoria histórica, que viene desde 1948, debiese terminar con un nuevo triunfo militar de Israel y una nueva postergación de la creación de un Estado palestino, que conviva con el Estado judío, lo que es la solución de paz y de orden jurídico internacional que respalda la mayor parte de la comunidad global.

Eso, sin contar con el empeoramiento de las condiciones sociales y políticas de los palestinos, con gran cantidad de civiles heridos y muertos, probablemente olas de refugiados, y mayores restricciones a sus derechos y libertades. 

Pero, este conflicto también puede verse como el más peligroso para Israel en 50 años (justamente desde la Guerra del Yom Kipur, cuya conmemoración dio la largada a los eventos actuales), pues tiene varias características que lo hacen inédito y, por lo tanto, impredecible.

Entre estas características está que no se trata de un conflicto interestatal, donde se enfrentan ejércitos con tropas regulares, y, hasta cierto punto, reglas compartidas. Tampoco es una 'intifada', concepto del árabe que se hizo conocido por los eventos de grandes protestas de civiles palestinos contra Israel, entre 1987 y 1993, y entre 2000 y 2005, las cuales, pese a no obtener grandes logros, sí permitireron visibilizar el conflicto a nivel mundial, con lo que fue posible llevar a la mesa de negociaciones a israelíes y palestinos en los Acuerdos de Oslo (los que no tardaron en fracasar), después de la Primera Intifada, y la salida unilateral de las tropas israelíes de la Franja de Gaza (lo cual en parte transformó al lugar en el 'mayor campo de refugiados del mundo'), tras la Segunda Intifada.

Probablemente, este actual conflicto derive en una mezcla de ambas cosas, o una suma de ellas, en especial, si las represalias israelíes al ataque del sábado 7 de octubre se transforman en un asunto particularmente intolerable y desproporcionado para el mundo árabe y musulmán, lo que implica la obligación de actuar de Estados y ciudadanos, más allá de Twitter. Para allá parece ir la cosa, al observar los vientos de guerra israelíes, particularmente agresivos en su retórica. 

¿Qué hace 'particularmente intolerable' un hecho?

Para Israel está claro que lo es la matanza de civiles israelíes desarmados por parte de Hamás, con más de 1000 víctimas fatales y un número cercano de rehenes. Para árabes y musulmanes, ya lo comienza a ser el bombardeo actual, el que los israelíes califican de dirigido, pero que por volumen ya es masivo y ha cobrado ya números similares de víctimas civiles entre los palestinos. Así ya lo han declarado Irán, Siria, Hezbolá y la mayor parte de organizaciones yihadistas, y también comienza a haber protestas crecientes en distintos puntos del mundo, lo que incluye Cisjordania y Jordania, país donde viven 2,2 millones de refugiados palestinos.

Pero, este conflicto también puede verse como el más peligroso para Israel en 50 años (justamente desde la Guerra del Yom Kipur, cuya conmemoración dio la largada a los eventos actuales), pues tiene varias características que lo hacen inédito y, por lo tanto, impredecible.

Pero ¿qué hace falta para que sea intolerable -al grado que se requiere actuar- a los Estados de Egipto, Irak, Jordania, Arabia Saudita? La pregunta es extensible a la opinión pública del mundo árabe y musulmán, mucho más allá de los integrismos musulmanes, y lo que incluye Turquía, el centro de Asia, el Índico y el Magreb, pero también a Chile, Francia, Reino Unido y en general Europa, donde viven importantes comunidades de esas nacionalidades.

Habrá que ver lo que pase, en especial, si es que las tropas de infantería israelíes finalmente irrumpen masivamente en el emplazamiento, donde pueden producirse encarnizadas batallas con numerosas bajas en lado y lado, aunque en el palestino con muchos más muertos y heridos civiles. Un escenario bastante probable, porque Israel planteó como objetivo militar la aniquilación de Hamás, lo cual no puede lograrse sin la ocupación militar de la Franja de Gaza y un gran castigo a su población. 

Pero, la eliminación de Hamás es una tarea muy difícil, pues pese a ser la Franja de Gaza un territorio pequeño, con 365 km2 -lo que es un poco más del doble que el área urbana de Santiago-, está densamente poblado, con más de 2 millones de habitantes, sin dudas hostiles a los israelíes. Además, Hamás conoce cada palmo del territorio, ha tenido tiempo y recursos para preparar la defensa, lo que supone altos niveles de organización y una infraestructura de túneles, pasadizos, redes de comunicaciones y trampas, que pueden hacer naufragar la empresa militar israelí. Eso se traduce, en términos prácticos, en que para Israel sea muy difícil aniquilar Hamás, sin aniquilar a los palestinos del lugar. 

Visto desde otro ángulo, si bien ya los países musulmanes han condenado los actuales ataques aéreos israelíes, como una forma de castigo a la población civil, y por lo tanto, como un crimen de guerra no muy distinto al cometido por Hamás en Israel, contra civiles israelíes desarmados, todavía guardan cierta prudencia retórica para no echar bencina al fuego, cuyas chispas rápidamente podrían llegar a el Líbano y Siria, produciendo el ingreso de Hezbolá al teatro de operaciones.

Al respecto, Israel juega con fuego, pues ha atacado las posiciones hostiles más allá de sus fronteras en el Líbano y Siria, de manera "preventiva", lo que incluye las pistas de los aeropuertos de las ciudades sirias de Alepo y Damasco, tal vez confiando en que su poder militar está pensado para enfrentar a todos sus vecinos a la vez, y vencerlos. Pero, si Irán entra en el conflicto, mientras las sociedades de países árabes y musulmanes se soliviantan e incendian su opinión pública, tal vez la fuerza política y militar israelí no sea suficiente en el Medio Oriente e Israel sufra, por primera vez, una derrota estratégica. Esto es, en la práctica, no destruir Hamás.

Habrá que ver lo que pase, en especial, si es que las tropas de infantería israelíes finalmente irrumpen masivamente en el emplazamiento, donde pueden producirse encarnizadas batallas con numerosas bajas en lado y lado, aunque en el palestino con muchos más muertos y heridos civiles. Un escenario bastante probable, porque Israel planteó como objetivo militar la aniquilación de Hamás, lo cual no puede lograrse sin la ocupación militar de la Franja de Gaza y un gran castigo a su población. 

Es cierto que Israel cuenta, como siempre, con el apoyo militar y financiero de Estados Unidos pero, esta vez, los estadounidenses no vienen en la mejor de las formas, pues vienen de una retirada humillante de Afganistán (2021), una retirada sin ningún logro que exhibir de Irak (2020), y con un nudo en Ucrania que no ha podido resolver en su guerra proxy contra Rusia, la cual se ha convertido en un vórtice de energía y recursos políticos y militares, que pone en duda que la administración de Joe Biden sea capaz de caminar y comer chicle a la vez. 

Ya los grupos islamistas de varios países donde tienen poder de fuego, como Yemen, anunciaron que si Estados Unidos entra en el teatro de operaciones, sus bases en el Medio Oriente se convertirán en objetivos militares.

Otra característica importante de este conflicto, que lo hace distinto, es que empezó de manera sorpresiva para Israel (y Estados Unidos). Aunque eso lo comparte con la Guerra del Yom Kipur de 1973, es algo que no sucedía desde hace 50 años, lo que indica que los servicios de inteligencia israelíes y occidentales se encuentran en una relativa oscuridad respecto de lo que pasa en Gaza.

Al respecto, todo indica que los israelíes confiaron excesivamente en su capacidad de supervigilancia tecnológica y en su infraestructura física de contención (muros, aduanas, puertos), lo que, en contrapartida, muestra que Hamás -apoyado sin dudas por Irán-, cuenta con un nivel de sofisticación por encima del imaginado, lo que lo vuelve un enemigo más poderoso y misterioso.   

De todos modos, hay versiones que dice que los servicios secretos egipcios advirtieron de señales preocupantes a las autoridades israelíes, lo que ha abierto una serie de teorías especulativas respecto a que Netanyahu habría permitido el ataque de Hamás para provocar esta guerra.

Sin embargo, aunque sea real que la inteligencia israelí recibió y desestimó los informes de los egipcios, cosa que ellos niegan, es muy poco probable que se haya decidido así un sacrificio de miles de civiles israelíes, pues la ideología militar del país descansa en la defensa de esas personas, lo que ha hecho históricamente que los rescates de rehenes sea casi una obsesión israelí. 

Aunque este sea el primer capítulo de un segundo libro del conflicto árabe-israelí, todavía es posible que Israel salga adelante y vuelva a vencer. Pero, si continúa posteriormente el ciclo anterior, que pasa de la victoria militar israelí a la degradación palestina, pero en un escenario de cambio a un orden mundial multipolar, donde Estados Unidos no dicta todos los términos, es probable que Netanyahu y su sector ultraderechista no solo no logren en el mediano plazo evitar la creación de un Estado palestino (son muchos los israelíes que sí lo desean), sino que habrán puesto en riesgo la existencia misma del Estado judío, tal como se conoce hoy.

Algo que es -además- un problema operativo de gran magnitud y relevancia, pues los cerca de 100 rehenes que Hamás secuestró el 7 de octubre, ahora sirven de escudos humanos ante cualquier intervención.    

Así y todo, aunque este sea el primer capítulo de un segundo libro del conflicto árabe-israelí, todavía es posible que Israel salga adelante y vuelva a vencer. Pero, si continúa posteriormente el ciclo anterior, que pasa de la victoria militar israelí a la degradación palestina, pero en un escenario de cambio a un orden mundial multipolar, donde Estados Unidos no dicta todos los términos, es probable que Netanyahu y su sector ultraderechista no solo no logren en el mediano plazo evitar la creación de un Estado palestino (son muchos los israelíes que sí lo desean), sino que habrán puesto en riesgo la existencia misma del Estado judío, tal como se conoce hoy.

Ese escenario suena apocalíptico, y puede llegar a serlo, aunque es poco probable, si la derrota militar de Israel es más que 'estratégica', y se ve invadido por fuerzas musulmanas que no puede contener, ante un Estados Unidos debilitado, donde Israel es simplemente reemplazado por Palestina.

Pero, también puede haber un escenario intermedio, no tan improbable, en el que se crea un solo Estado binacional para ese territorio, en el cual la mayoría gobernante sea palestina, aunque con garantías para la minoría judía. Algo así como pasó con la Sudáfrica de después del apartheid, solo que en este caso sería difícil que ese Estado se siga llamando Israel, a secas.

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