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Jueves, 7 de Agosto de 2025
[Sábados de streaming - Películas]

Rebel Ridge: Tras la fachada del imperio

Juan Pablo Vilches

Un episodio de arbitrariedad y racismo policial es el detonante de un thriller de acción, dinámico y bastante impredecible, que tiene un par de cosas que decir sobre el imperio estadounidense y sus entrañas. 

Hace poco más de una década, un director y escritor estadounidense llamado Jeremy Saulnier levantó la mano con Blue Ruin (2013), una historia de venganza entre familias del midwest contemporáneo, cuya brutalidad germina en un terreno donde no parece haber policías, Estado ni ninguna estructura que permita resolver conflictos civilizadamente. 

Dos años después se plantó en algo parecido al terror, con Green Room, donde dibujó la progresiva fascistización de EE. UU. en una cinta de asedio como las de zombies, solo que los zombies eran nazis que querían matar a una banda punk que llegó ahí por accidente y que vio lo que no debía.

Tres años después, con las espaldas de Netflix y el concurso de actores de mayor tonelaje (como Jeffrey Wright), Saulnier se lanzó con Hold the Dark, tratando de abarcar el terror sobrenatural, la acción y el molesto aroma de un país en disolución, en un esfuerzo que claramente le quedó grande y cuyo guion no era de su autoría.

Tras filmar un par de episodios de True Detective, Saulnier vuelve a filmar un guion propio y vuelve también a una fórmula y un género más definidos, aunque no por eso podemos decir que Rebel Ridge es esquemática o predecible. Más bien lo contrario.

Dos policías de un pueblo de Alabama arrollan a un ciclista afroamericano llamado Terry Richmond (Aaron Pierre), confiscándole además el dinero en efectivo que llevaba para pagar la fianza de su primo. Violencia policial, gratuita y racista, a primera vista, con el agravante de un trato aparentemente respetuoso, que no es más que la bienvenida a un infierno horneado por Kafka y sazonado por Jim Crow.

Los policías no saben que Terry es un exmarine, y que si no paga esa fianza, su primo seguramente sea asesinado en la cárcel por los sujetos que delató. Tampoco saben que es un instructor de jiu-jitsu, y todo esto se revela en un montaje paralelo entre la búsqueda en Google de una funcionaria policial y el tenso encuentro de Terry con el jefe de los policías (Don Johnson), muy bien escrito y mejor ejecutado.

A partir de aquí, la película sostiene el equilibrio entre mantenerse fiel a su género –básicamente un thriller de acción–, y evitar los clichés y los atajos que suelen marchitar este tipo de películas. Lo que suele ocurrir después, acá ocurre antes; lo que parecía ser una historia sobre brutalidad policial de contenido racista, se abre súbitamente a una complicada trama de corrupción. Y el personaje femenino que lo ayuda a desenredar la madeja –una abogada llamada Summer (AnnaSophia Robb)– también es más (y menos) de lo que parece.

Esta película está hecha para sorprender, y lo hace aún más cuando pasa lo peor que podía pasar y, en cierto modo, todo vuelve a empezar justo a la mitad de su metraje. Como si se tratara de dos películas en una.

Tras filmar un par de episodios de True Detective, Saulnier vuelve a filmar un guion propio y vuelve también a una fórmula y un género más definidos, aunque no por eso podemos decir que Rebel Ridge es esquemática o predecible. Más bien lo contrario.

Cada una de las guerras estadounidenses ha generado una forma de patología reflejada en sus respectivas películas. En The Roaring Twenties (Raoul Walsh, 1939), los veteranos de la Guerra del 14 que no tenían lugar tras su retorno se volcaron a traficar alcohol durante la Prohibición; la gloriosa generación que peleó la Segunda Guerra del Mundial volvió a un país que cambió a otro ritmo –Los mejores años de nuestras vidas (William Wyler, 1946)– y a ese desajuste se atribuye, en parte, el auge del noir.

De las patologías generadas por Vietnam se ha dicho bastante, pero un ejemplo claro es First Blood (Ted Kotcheff, 1982, conocida como Rambo), inspiración directa de esta película. El veterano Rambo es tratado por sus compatriotas como el recordatorio de una guerra vergonzante que tuvo un resultado vergonzoso. Y, claro, él responde.

Sin embargo, el caso de Terry es distinto. No alcanzó a entrar en combate ni en Irak ni en Afganistán, pero sí alcanzó a ser formado y entrenado para convertirse en algo parecido a un superhombre. Un semidios apolíneo lleno de recursos físicos e intelectuales que le permiten enfrentar de igual a igual a toda una estructura de poder completamente corrupta, con jueces, abogados y muchos policías.

Tras la retorcida trama de corrupción, que Summer y el protagonista desenredan como en una historia de detectives, lo que encontramos es un Estado en bancarrota, incapaz de cumplir con sus deberes más básicos, por falta de recursos… los mismos recursos que EE. UU. canaliza desde hace décadas para formar personas como Terry.

Entonces, lo que tenemos disfrazado de un thriller de acción del tipo “uno contra todos” no es más que el enfrentamiento entre la fachada imperial de un país y el costo exorbitante que significa sostenerla, por el que paga el resto de su población padeciendo un Estado ineficiente y corrupto.

En su acelerada marcha hacia el final, la película sigue deparando sorpresas, en parte por culpa de malos entendidos, y en parte por la impenetrable máscara de un protagonista del que no se sabe cómo piensa y que, visto desde fuera, es prácticamente ilegible. La música que acompaña la acción –con visos de terror y donde todo parece evocar la enorme trampa en que se encuentra Terry– no parece tan efectiva, pues el protagonista siempre parece estar por encima de todo.

Esta película está hecha para sorprender, y lo hace aún más cuando pasa lo peor que podía pasar y, en cierto modo, todo vuelve a empezar justo a la mitad de su metraje. Como si se tratara de dos películas en una.

Saulnier forma parte de una generación de cineastas estadounidense –como Jeff Nichols y S. Craig Zaller– que han dedicado sus mejores obras a dar cuenta de la violenta cotidianidad que ebulle bajo la propaganda omnipresente, el consumo compulsivo y el civismo sobreactuado de su país.

Mientras Zaller lleva unos años sin filmar, y Nichols se ha abierto a otros géneros, Saulnier vuelve al terreno donde se formó, pero esta vez no pudo evitar la tentación de tirar un dulce al público, en la forma de un deus ex machina; es decir, un cierre que no calza con el natural desarrollo de lo que estamos viendo.

Y este se puede atribuir a un voluntarismo torpe o, por el contrario, a un gesto deliberado para recalcar el grado de descomposición de su país.

Acerca de…

Título original: Rebel Ridge (2024)

Nacionalidad: EE. UU.

Dirigida por: Jeremy Saulnier

Duración: 131 minutos

Se puede ver en: Netflix

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