Cuando el Chino Ríos estaba en la cúspide de su carrera en 1997/1998 una noche lo invitaron a “Viva el Lunes”. Álvaro Salas tomó el micrófono y comentó, “yo sería seco para el tenis… si no fuera por esa red que ponen entre medio”. Carcajadas.
Durante muchos años he pensado que la talla de Salas encierra una lección más allá del humor. Me explico, en muchas situaciones de la vida nos sucede que sentimos y pensamos que si no hubiera escollos, como la red del tenis para Salas, todo sería más fácil.
Eso es particularmente transparente en política. Creo, por un lado que el Frente Amplio, el mal llamado, “octubrismo”, la antigua Convención Constitucional, pensaron y sintieron que no había ni debería haber una derecha que les hiciera la contra como aquella red. La lógica o el razonamiento es más o menos que hay una forma progresista de actuar y ejercer la política y las acciones sociales, y todo lo que está fuera de ese marco mental es un error y algo que debe esfumarse.
Ello es un gran error, porque tal como dicha red, en el ámbito público siempre habrá fuerzas contrapuestas.
Por el lado de la derecha no es mucho mejor el panorama. Estoy en un grupo de WhatsApp donde muchos de los participantes se viven quejando de los políticos y del progresismo. En su lógica o razonamiento si se sigue la ciencia de la economía y el mercado todo saldría bien. Este mundo mental ve como la red de Álvaro Salas la ciudadanía: un estorbo para el funcionamiento del mundo.
Y están, a mi juicio, tan equivocados como el Frente Amplio.
A veces siento que el decurso de la vida publica se parece a esa obra de Sartre, “A puerta cerrada”: un infierno en que todas y todos somos “redes de tenis” para el resto.
A mediados de los años cincuenta y luego de los horrores de la Segunda Guerra Mundial se fundó una revista académica que pretendía permitir la discusión científica sobre este tema, el Journal of Conflict Resolution, que recibía papers que trataban el tema de las tensiones entre las redes. Creo que un ejercicio de sanación social y política consiste justamente en entender, de una vez por todas, que siempre habrá resistencias y antagonismos.
No se trata de una añoranza de mi parte por la, “Política de los Acuerdos”, de hace un par de décadas, sino que de comprender, ojalá de modo profundo, que el conflicto es parte de la vida y de la sociedad y que nada sacamos con creer que la red de tenis se desvanecerá por reglamento.
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