Entre 1989 y 1996, un comic escrito en Reino Unido por un joven guionista llamado Neil Gaiman se convirtió en una obra de culto por su originalidad y erudición alejada de la pedantería. La originalidad estaba en que The Sandman se parecía ligeramente a las historias de superhéroes –pues estaba centrada en un individuo con superpoderes–, pero en la práctica giraba en torno a otro tipo de personajes. Más grandes que los superhéroes y más grandes que los dioses.
Si estos últimos viven hasta la muerte de su último creyente, pues los dioses son creaciones humanas y no al revés, los eternos ven nacer y morir dioses mientras están atados a los seres vivos a los que deben servir y cuyas pulsiones deben “regular”. Por decirlo de alguna manera.
Los eternos son siete hermanos, y el protagonista de esta historia es el tercero de ellos, Sueño (Dream, en inglés los nombres de los siete empiezan con “D”), a quien conocemos mientras es capturado accidentalmente por un aprendiz de brujo –alter ego del ocultista Aleister Crowley– quien en realidad quería atrapar a su hermana Muerte (Death).
La reciente adaptación emitida por Netflix es bastante fiel al comic, manteniendo el talante taciturno y desdeñoso de su protagonista Sueño (Tom Sturridge), lo que demanda un trabajo actoral complejo pues implica suscitar interés y empatía por un ser que ve a los humanos apenas como efímeros insectos. Incluso cuando está encerrado en el sótano de un castillo.
La reciente adaptación emitida por Netflix es bastante fiel al comic, manteniendo el talante taciturno y desdeñoso de su protagonista Sueño (Tom Sturridge), lo que demanda un trabajo actoral complejo pues implica suscitar interés y empatía por un ser que ve a los humanos apenas como efímeros insectos. Incluso cuando está encerrado en el sótano de un castillo.
Bajo esta premisa, la historia se desarrolla en tres planos. El primero es ciertamente el anecdótico, basado en la eventual liberación de sueño y en la búsqueda de sus adminículos de poder que fueron robados a partir de su captura. Se monta en el género de la aventura sobrenatural, y funciona.
El segundo es el histórico, el que se autocontiene y lanza apenas unas pinceladas de las consecuencias en los grandes acontecimientos del mundo que podría generar la ausencia de Sueño: ¿genocidios varios? ¿Capitalismo desbocado y desastre ecológico? ¿Algún apunte sobre el devenir del arte y la literatura? No se dice ni se sugiere intencionadamente, pero están todas las pistas para que el espectador infiera lo que guste.
El tercero es el más importante e interesante del conjunto, y tiene que ver con el cambio de Sueño a partir de su experiencia. Porque los eternos también cambian, y parte del desafío para su actor protagonista es hacer creíble la mutación infinitesimal de alguien que no sabía que podía y debía cambiar.
¿Suena a autoayuda? En principio sí, pero el trayecto de Sueño para convertirse gradualmente en otra cosa (el término “persona” no es aplicable aquí) oscila entre el terror, la aventura y la fantasía, enfrentándose a villanos atípicos como un esperpéntico John Dee (David Thewlis), al pesadillesco Corinthian (Boyd Holbrook) o el mismísimo Lucifer (Gwendoline Christie), en un infierno con arquitectura sospechosamente parecida a la del Vaticano.
Un gran acierto de adaptación es haber sabido usar las múltiples microhistorias paralelas al relato central del comic, y convertirlas en capítulos de interludio entre las grandes etapas de la historia principal,
Un gran acierto de adaptación es haber sabido usar las múltiples microhistorias paralelas al relato central del comic, y convertirlas en capítulos de interludio entre las grandes etapas de la historia principal, destacando especialmente el Episodio 6: “El sonido de sus alas”. Este episodio contiene dos relatos, donde el primero es un paseo de Sueño con su hermana Muerte (Kirby Howell-Baptiste), mientras ella cumple con su función de llevarse a los vivos de este mundo.
Se trata de una secuencia calma y que aspira a una sabiduría no pretenciosa, destinada precisamente a acelerar el cambio interno de Sueño; lo que es complementado por el segundo relato. En él, vemos que el protagonista se reúne cada 100 años con Hob Gadling (Ferdinand Kingsley), un ser humano normal que recibió el don de la inmortalidad en 1389 y que salta de un siglo a otro junto a Sueño, como un reloj de la historia de Inglaterra y de Europa, pues en esas conversaciones de bar (y en los bares mismos) todo confluye y aparece si se escucha con atención.
Por la naturaleza eterna del protagonista, y por ser este una especie de patrono y bibliotecario de artistas y escritores, esta esta es una saga repleta de cultura, la que sin embargo no se vuelve pesada ni pedante. Más bien lo contrario, todo está puesto al servicio de cierta ligereza que dialoga bastante bien con la pulcra imagen de la serie; la que contrasta bastante con el estilo caótico y desgarbado del dibujo del comic. Y esto tiene una explicación.
El comic fue escrito y dibujado durante el fin del Thatcherismo, y bajo las nubes del punk, el post-punk y el new-wave. Era una obra de temática atípica y aspecto moderadamente contracultural, con las pretensiones comerciales propias de su nicho; en tanto, la serie lanzada este año tiene una vocación comercial evidente y legítima, costos mucho mayores que cubrir y debe hablarle a un occidente acostumbrado a varias décadas de prosperidad (que la esté perdiendo en este momento, es otra historia).
El cambio de mundo entre los 80 y el presente, y la evolución de Sueño dentro de la historia, parecen ir en paralelo con el cambio mismo del propio autor, quien –desde su experiencia– aborda este proceso con la naturalidad con que la vida nos enseña cosas si estamos dispuestos a aprenderlas y trata exitosamente de capturar la resultante renovación que sale de ahí.
El cambio de mundo entre los 80 y el presente, y la evolución de Sueño dentro de la historia, parecen ir en paralelo con el cambio mismo del propio autor, quien –desde su experiencia– aborda este proceso con la naturalidad con que la vida nos enseña cosas si estamos dispuestos a aprenderlas y trata exitosamente de capturar la resultante renovación que sale de ahí. La que Bob Dylan enunció hace casi seis décadas con este verso: pero entonces yo era mucho más viejo, ahora soy más joven.
La primera temporada de la serie cubre los dos volúmenes uno y dos del comic y la mitad del tercero (de un total de diez), por lo que –gracias a su merecido éxito– vendrán más temporadas centradas en Sueño, en su papel ubicuo en la historia de la humanidad, y en el resto de sus hermanos eternos.
Pese a un discreto tropiezo en el episodio 10, lo que se ve hasta ahora está muy bien encaminado pues supo capturar lo mejor del comic y lo tradujo para un nuevo medio y un nuevo público. Ojalá siga así.
Acerca de...
Título original: The Sandman
País: EE. UU.
Exhibición: Primera temporada de once episodios (2022-)
Creada por: Neil Gaiman & David S. Goyer & Allan Heinberg
Se puede ver en: Netflix
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