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Sábado, 20 de Abril de 2024
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Series de TV – Crímenes Americanos: El pueblo contra O.J. Simpson

Juan Pablo Vilches

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Crímenes Americanos
Crímenes Americanos

Esta serie multipremiada adopta la forma de un drama coral que irradia hacia distintas direcciones, pero siempre centrado en los elementos innegablemente trágicos del juicio a Simpson.

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En el tercer capítulo de Crímenes Americanos (primera temporada), el abogado Alan Dershowitz esbozó un megarelato para el equipo de abogados defensores de O.J. Simpson (Cuba Gooding Jr., en una variante siniestra y enajenada de su personaje en Jerry Maguire), con este ya en prisión preventiva y a la espera del juicio por el doble asesinato de su exesposa Nicole Brown Simpson y de un amigo de esta, llamado Ron Goldman, en 1994.

Dershowitz caracterizó todo lo ocurrido como una tragedia griega marcada por la caída de un dios, que vendría a ser Simpson, cuyo carácter “divino” era un activo de cara al jurado y a la sociedad en un juicio donde tenía toda la evidencia en su contra.

Pues bien, Dershowitz estaba en lo cierto pero por las razones equivocadas. El episodio Simpson sí es una tragedia, pero por razones distintas. Y muchas. 

El juicio del pueblo vs. O.J. Simpson es a la vez un escenario para los antagonismos de negros contra blancos, de hombres contra mujeres y de celebridades contra gente común, y esta serie se vale de esta inusitada acumulación de energía para armar una historia coral y con múltiples puntos de fuga que iluminan diversas formas de patología social.

Una de ellas es que se origina en otra tragedia, ocurrida un par de años antes cuando en la misma ciudad –Los Angeles– la justicia absolvió a los policías que golpearon al afroamericano Rodney King, generándose un estallido social y racial, cuyas imágenes son el saludo con que Crímenes Americanos da la bienvenida a su audiencia.

Otra razón es que –al igual que las tragedias griegas– el episodio Simpson concentra varias de las fracturas más relevantes que han copado el debate público. Allá y acá. El juicio del pueblo vs. O.J. Simpson es a la vez un escenario para los antagonismos de negros contra blancos, de hombres contra mujeres y de celebridades/millonarios contra gente común, y esta serie se vale de esta inusitada acumulación de energía para armar una historia coral y con múltiples puntos de fuga que iluminan las diversas formas de patología social que contaminan la convivencia de un país completo.

La serie decanta esta energía antagónica en los equipos de abogados de la fiscalía y de la defensa. Por un lado, los abogados que acusan en nombre del pueblo son  personas normales con la ética y el salario de los funcionarios públicos. Christopher Darden (Sterling K. Brown), un hombre negro, y Marcia Clarke (Sarah Paulson), una mujer blanca, cargan con sus respectivos historiales de éxitos discretos y fracasos dolorosos, y solo se tienen mutuamente para lidiar con el tráfago y la presión extraordinaria de ser, en la práctica, los enemigos del pueblo al que deben representar en la corte.

Por el otro lado, están los abogados estrella contratados por Simpson, los que conforman una caterva de privilegiados con agendas distintas, y muchas veces divergentes. Por ejemplo, Robert Shapiro (John Travolta) es el tambaleante líder del equipo, vanidoso y obsesionado con llegar a un acuerdo pues no cree en la inocencia de Simpson; mientras que el avezado F. Lee Bailey (Nathan Lane) ecualizar los egos del equipo con base en un férreo pragmatismo. 

Sin ser penalista, Robert Kardashian (David Schwimmer) está en el equipo por ser amigo personal de Simpson, motivado por probar su inocencia pese a que la sospecha lo carcome a lo largo de la serie. Si bien la interpretación de Schwimmer se siente monótona, sabe sobrellevar el peso de ser uno de los personajes trágicos de esta historia, el que además es el vehículo de una interesante digresión de su guion. Efectivamente, él es el padre de Khloé y de Kim, el patriarca de una familia que se convirtió en una franquicia de celebridades en parte gracias al caso Simpson.

El último miembro del equipo es Johnny Cochran (Courtney B. Vance), el único abogado afroamericano de este dream team legal. Vanidoso y aparentemente banal, es un colorido vocero contra la violencia policial hacia la población afroamericana, que litiga como si estuviera predicando y que acude regularmente a la iglesia, ciñéndose al patrón de activismo político y religión, forjado por figuras como Martin Luther King y Jesse Jackson.

Los guionistas preparan prolijamente el terreno para dejar caer el horror, como una bomba que lo cambia todo. Sobre el horror de un doble asesinato, aparece una antigua entrevista de uno de los policías que arrestó a Simpson, quien describe con crudeza y cinismo el trato cotidiano que se le da a la población afroamericana, y que parece una premonición de lo que ocurrió con George Floyd.

Si hay algo parecido a un protagonista en esta obra coral es Cochran, quien conduce el caso, manipula al jurado, redecora la casa de Simpson y encauza a los medios para que traten todo el asunto como un caso de persecución policial racista: otro choque de negros contra blancos, que ignora las dimensiones del género y la riqueza y que obvia el hecho de que Simpson nunca se identificó con la comunidad afroamericana ni la reivindicó ante los abusos que sus miembros sufren cotidianamente.

Por todo lo anterior, esta serie debería ser mostrada en los colegios y en las universidades a todos quienes quieran conocer el sistema penal estadounidense, con todo el contorno en el cual se desenvuelve, impartiendo justicia o traicionándola. Las maniobras de Cochran y las respuestas de Clarke y Darden dan cuenta de los mecanismos de este sistema y las diversas formas en que pueden ser desvirtuados o torcidos, y el impacto que esto tiene en una sociedad que asume estos procesos como un espectáculo que genera dinero, lo que a su vez genera más espectáculo, al punto de amenazar la integridad y hasta la viabilidad del sistema completo.

Ahora bien, en medio de la vorágine de estridencia e idiotez en torno al caso, los guionistas preparan prolijamente el terreno para dejar caer el horror, como una bomba que lo cambia todo. Sobre el horror de un doble asesinato banalizado por el show mediático, aparece una antigua entrevista de uno de los policías que arrestó a Simpson, quien describe con crudeza y cinismo el trato cotidiano que se le da a la población afroamericana, y que parece una premonición de lo que ocurrió con George Floyd. Es tal la crueldad que se destila en esas grabaciones, que no solo revolucionaron el caso, sino que le cambiaron el registro a la serie al dejar en evidencia la verdadera y gigante tragedia sobre la que está construido ese país.

Ante la tierra arrasada que dejó ese episodio –el penúltimo–, lo que ocurre con el veredicto no es sino la consecuencia lógica de todo lo anterior. Sobre todo si consideramos que el jurado estaba compuesto principalmente por afroamericanos. (Paréntesis: ¿Sirve este episodio como argumento en favor de un sistema penal basado en jurados, como el propuesto por Jadue o Lavín? Definitivamente, no). 

Al plantearse y resolverse este asunto como un conflicto de negros contra blancos, y lograr una reivindicación dudosa con la absolución de Simpson, los guionistas de la serie –en 2016– ponen en boca de Darden lo que creían que iba a ocurrir y que finalmente ocurrió: esto no cambia nada, pues los policías seguirán abusando, disparando y asfixiando a los afroamericanos por el solo hecho de serlo. Y tenían razón.

Las tragedias griegas son la escenificación de una dinámica más antigua, donde la trama no es más que la excusa para que la violencia que flota en el aire –y que amenaza destruirlo todo– se vuelque en un solo ser, un chivo expiatorio que resulte sacrificado para que la violencia desaparezca con él. Lamentablemente, en esta tragedia los chivos expiatorios fueron, otra vez, Nicole Brown Simpson, Ron Goldman y sus respectivas familias; las víctimas a las que se les negó la justicia y a cuya memoria está dedicada esta magnífica serie.

Sus guionistas y productores –Scott Alexander y Larry Karaszewski– tienen a su haber cintas notables, como Ed Wood, El pueblo contra Larry Flint y Man on the Moon, perfiles biográficos completos, de figuras singulares y estrambóticas que dejaron algún tipo de huella en su mundo, y que de una u otra manera afectó a todos los demás. En esta serie, su precisión para delinear caracteres coincide con la habilidad de ponerlos al servicio de un resultado inevitable, y condenado a perpetuarse. Como una tragedia.

 

Acerca de

Título: Crímenes Americanos T.1: El pueblo vs. O.J. Simpson

Exhibición: Una temporada de diez episodios (2016)

Creada por: Scott Alexander y Larry Karaszewski

Exhibida originalmente por: FX

Se puede ver en: Netflix
 

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