El alivio cambiario que siguió al imprevisto y contundente triunfo de Javier Milei en las elecciones legislativas argentinas duró poco. Tras la euforia de los mercados al día siguiente al éxito libertario del 26 de octubre, el dólar oficial volvió a subir hasta niveles preelectorales y rozó nuevamente el límite superior del esquema de "flotación entre bandas" acordado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) al momento de suscribir el último crédito firmado con Buenos Aires.
Después del derrumbe del lunes, el tipo de cambio sufrió un leve rebote hasta ubicarse en 1.460, muy por encima de los 1.350 hasta los cuales había llegado a descender. El valor actual quedó a apenas 2,4% de los 1.490 del "techo" hasta el cual podría trepar la divisa en última instancia, habilitando la intervención del Banco Central para evitar una mayor devaluación.
El rebote del dólar contrasta con la fiesta bursátil que se vivió en Wall Street tras el considerable repunte de la cotización de bonos y acciones argentinas, que derivó en un derrumbe del Riesgo País y una considerable toma de ganancia para los inversores en Argentina.
La tensión cambiaria no es nueva. Si bien el Gobierno atribuía la presión sobre la divisa a la incertidumbre electoral, las primeras señales de alarma aparecieron en julio, cuando comenzó una irrefrenable tendencia al alza. El tembladeral de incertidumbre —que llevó a que el Banco Central vendiera más de 1.000 millones de dólares en tres días— no se aplacó ni con el rescate financiero impulsado por Estados Unidos de la mano de su secretario del Tesoro, Scott Bessent.
Por el momento, la Casa Rosada no anunció medidas al respecto. El posicionamiento del Ejecutivo responde a la lógica que signó a sus primeros dos años de gestión, durante los cuales el peso argentino llegó a ser la moneda que más se apreció a nivel mundial, incluso a pesar de las advertencias de analistas sobre la pérdida de competitividad derivada de un virtual "atraso" del dólar frente a la inflación.
No obstante, la política cambiaria del gobierno de Milei pareciera tener fecha de vencimiento. Así lo hizo notar el propio vicepresidente del Banco Central argentino, Vladímir Werning, quien adelantó a inversores que la entidad volverá a comprar reservas a partir del año 2026. El dato contrasta con lo ocurrido durante todo el año en curso: en 2025 la Casa Rosada no solamente no acumuló reservas, sino que vilipendió un gran caudal en intervenciones en el mercado para mantener controlado el dólar y evitar una devaluación que amenazara la baja de la inflación celebrada por el Ejecutivo.
La acumulación de divisas constituye una de las metas más sensibles del acuerdo de facilidades extendidas celebrado con el FMI, que hasta ahora el Gobierno había decidido postergar. Actualmente, Argentina cuenta con apenas 40,765 millones de dólares; sin embargo, dado que debe más dólares de los que tiene, en Buenos Aires suele aclararse que las reservas netas son técnicamente negativas.
Alarmas persistentes
"El triunfo de Milei estuvo lejos de despejar la incertidumbre cambiaria: la tensión no se explica solamente por las elecciones, sino por problemas de fondo", dijo a Sputnik el economista Christian Buteler. Según el experto, el Ejecutivo "atribuyó las presiones devaluatorias al riesgo de una victoria opositora, pero esa tensión sigue estando a pesar de su triunfo".
De acuerdo al investigador, el mercado "sabe que en algún momento el Gobierno [de Milei] va a tener que comprar dólares y reordenar la situación del Banco Central, que hasta ahora no acumuló reservas. Eso significaría que debería hacer correcciones para ganar competitividad, lo que evitó a toda costa durante este año".
Y añadió: "Milei había hecho una fuerte apuesta a ganar las elecciones con un tipo de cambio bajo, y por eso acudió a EEUU y a su ayuda financiera, adelantando además parte de la liquidación de dólares del complejo agroexportador. Tras el éxito electoral, el camino está ahora allanado para una reconfiguración del esquema que regula al dólar".
El mal menor
La contundente victoria en las urnas dio a la Administración Milei mayor margen de maniobra para gestionar la política cambiaria. Consultado por Sputnik, el analista financiero Santiago Llul apuntó que "si bien se mantienen las dudas sobre el futuro del dólar, hoy el Gobierno tiene más espalda para devaluar: con la confianza de los mercados, y la fuerte recesión de la economía, es posible que esa eventual suba no se trasladara a los precios y a la inflación directamente".
Para el consultor, una modificación tal del esquema cambiario "es algo que a ningún presidente le gusta anunciar, pero que podría ser un mal menor: si bien es cierto que hay un costo inicial en la caída de los ingresos de la gente, a mediano plazo es la llave para ganar competitividad y poder acumular más dólares para robustecer las reservas del Banco Central".
De acuerdo a Llul, "la urgencia por tener más divisas no responde solamente a la exigencia del Fondo Monetario, sino a una necesidad del Gobierno de ganar alguna capacidad de acción sin necesitar acudir constantemente al auxilio de Washington o de organismos internacionales".
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