Un científico de la Universidad de Concepción descubrió dos nuevas especies mamíferas prehistóricas durante sus estudios de doctorado en la casa de estudios penquista.
Se trata de mamíferos que vivieron en la zona correspondiente a las regiones de Bio Bío y la Araucanía hace unos 18 a 12 millones de años.
El descubrimiento de dos nuevas especies prehistóricas que habitaron la zona hace millones de años, es uno de los principales hitos del trabajo de investigación científica con que el venezolano dr. Andrés Danilo Solórzano Barreto obtuvo recientemente el máximo grado académico en el Programa de Doctorado en Ciencias Geológicas de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad de Concepción.
En su tesis, titulada Taxonomía y Paleoecología de los Mamíferos Neógenos de la Cuenca de Cura-Mallín. Implicaciones en la Evolución Tectónica de los Andes de Chile Centro-Sur (36-39ºS”), Solórzano contó con la dirección del profesor titular del Departamento de Ciencias de la Tierra, dr. Alfonso Encinas Martin.
“El dr. Andrés Solórzano ha sido un estudiante realmente excepcional que ha contribuido enormemente al desarrollo y a la difusión a la sociedad de la paleontología de mamíferos fósiles en Chile. Esta es un área que tradicionalmente ha contado con muy pocos estudios, muchos de ellos llevados a cabo por científicos extranjeros que trabajaban temporalmente en el país. Afortunadamente, en los últimos años han surgido nuevos investigadores, entre los que el dr. Solórzano ocupa un lugar destacado”, destacó Encinas.
Una de las nuevas especies descritas en el trabajo de Solórzano es luantus sompallewei, perteneciente a la fauna de roedores caviomorfos que habitaron —hace 16 a 18 millones de años— el área de lo que hoy en día es la Laguna del Laja, Provincia de Bio Bío, Región del Bío Bío. La segunda es un tipo de interatérido (animal que prosperó en el Paleoceno), el protypotherium concepcionensis, bautizado así por Solórzano en honor al centenario de su casa de estudios. Esta especie habitó, hace 12 millones de años, en Lonquimay, Región de la Araucanía, y sus fósiles estaban almacenados en el Museo de Historia Natural de Chile, en Santiago.
El investigador explica que, en su área, es fundamental poder caracterizar e identificar entidades taxonómicas a partir de los restos fósiles que encuentra en el terreno. “En el caso de los mamíferos, los dientes son muy útiles para su identificación, pero a veces un solo diente no es suficiente, sino toda la serie dentaria. Entonces, la identificación de especies es compleja y está limitada por los materiales que tenemos disponibles”.
En el caso de las dos especies nuevas, Solórzano detalla que “el protypotherium se describió a partir de un cráneo relativamente bien preservado que exhibía suficientes características como para compararlo con lo descrito en la literatura; mientras que en el caso del luantus, la nueva especie se describió a partir de dos dientes muy bien preservados, que presentaban unas características anatómicas diferentes a lo que se conocía de Argentina”.
En el caso de las dos especies nuevas, Solórzano detalla que “el protypotherium se describió a partir de un cráneo relativamente bien preservado que exhibía suficientes características como para compararlo con lo descrito en la literatura; mientras que en el caso del luantus, la nueva especie se describió a partir de dos dientes muy bien preservados, que presentaban unas características anatómicas diferentes a lo que se conocía de Argentina. A veces, es cuestión de suerte que el fósil que consigas en el terreno, preserve la información que necesitas para identificarlo con la mayor exactitud posible”.
Un factor que distingue el trabajo del investigador en sus estudios de doctorado es que supera por mucho el promedio de publicaciones científicas que obtienen los estudiantes en esta etapa, completando once, cuatro de las cuales están directamente relacionadas con su tesis. “Tres artículos ya están publicados y el cuarto está en proceso de revisión, y será publicado probablemente en septiembre. El tema de las publicaciones es extremadamente importante porque es la forma de comunicar a la comunidad científica los nuevos avances y descubrimientos que has realizado. Si no publicamos estos resultados, probablemente nadie se va a enterar nunca”, enfatiza.
En cuanto a los artículos que desarrolló paralelamente, el profesional explica que abordó “el estudio y descripción de cocodrilos del Mioceno de Venezuela, perezosos acuáticos y terrestres del Mioceno de Chile y Venezuela, y tigres dientes de cimitarra de México”, por ejemplo. En muchos casos, estos artículos fueron trabajos en colaboración con colegas chilenos y extranjeros.
De la tierra a los animales prehistóricos
Solórzano es venezolano, ingeniero geólogo de la Universidad Central de Venezuela y durante ocho años trabajó en el Laboratorio de Paleontología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC).
“Como geólogo recién graduado, no tenía demasiada experiencia en la paleontología, pero el laboratorio donde tuve la posibilidad de trabajar era un laboratorio de paleontología de vertebrados, y mi jefe trabajaba con mamíferos fósiles. Es por ello que mi experiencia durante los ocho años que estuve en Venezuela se concentró, en su mayor parte, en recolectar, preparar, identificar y describir mamíferos extintos. Entonces empecé progresivamente, a familiarizarme con la anatomía e identificación de este grupo. También he trabajado con dinosaurios, aves, peces, invertebrados y cocodrilos, pero los mamíferos, en primer lugar, y después los cocodrilos, serían los grupos en los que tengo más interés y experiencia”, detalla el científico.
“Además, los mamíferos de Sudamérica son un caso especial, porque son súper extraños. Tenemos, por ejemplo, perezosos gigantes de más de una tonelada de peso siendo comunes y restringidos en Sudamérica durante un gran intervalo de tiempo. Hoy en día puede ser que algunos perezosos habiten en Centroamérica, pero llegaron ahí recientemente y son claramente de un tamaño más modesto. Durante gran parte del Cenozoico, en Sudamérica hay más grupos extraños de mamíferos que se extinguieron durante el final del Pleistoceno hace unos 10 a 11 mil años, como por ejemplo los notoungulados. Las especies incluidas en el género protypotherium, que es un notoungulado, se asemejaban tanto ecológica como morfológicamente a un conejo moderno, sin embargo, ambos grupos no tienen una estrecha relación evolutiva”, ejemplificó Solórzano.
“Cuando yo empecé a trabajar en el laboratorio de paleontología en Venezuela, al principio, fue un poco complicado porque mis primeras tareas no eran demasiado entretenidas, y además mi formación no estaba orientada hacia la anatomía de vertebrados. Pero una vez que entendí que lo que estaba haciendo era importante, y por qué era importante, me empezó a gustar más. En mi caso particular, puedo decir que no fue como muchos paleontólogos que de niños tienen el sueño de ser paleontólogos cuando sean grandes. Creo que no tenía ningún sueño de niño sobre qué ser profesionalmente en particular, pero ahora que estoy aquí, realmente no me imagino trabajando en otra cosa diferente”.
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Me alegra que un científico
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