A inicios de octubre el investigador sueco Svante Pääbo (67 años) recibió el Premio Nobel de Medicina. La academia sueca lo galardonó por sus investigaciones y descubrimientos en el campo de la evolución del ser humano. Pääbo es considerado uno de los fundadores de la disciplina de la paleogenética, la que se dedica a analizar información genética de fósiles o restos prehistóricos.
El científico dirige hace 25 años el Instituto de Antropología Evolutiva del Centro Max Planck en Leipzig, Alemania.
La siguiente entrevista se publicó en el semanario alemán Der Spiegel el 7 de octubre (ver acá versión original).
Profesor Pääbo, muchas felicidades por su Premio Nobel. El lunes pasado recibió una llamada de Estocolmo. ¿En qué idioma habló la persona que lo llamó?
Pääbo: En sueco. Fue justamente eso lo que me dejó perplejo. Acá en el Instituto Max Planck tenemos un colega sueco, y por un momento pensé que tal vez le pidió a algún amigo hacerme una broma. Pero rápidamente me di cuenta que la llamada parecía ser verdadera.
¿De verdad se sorprendió con este premio?
Pääbo: Sí. Ya me había hecho la idea de que no habría un Premio Nobel para las investigaciones en el campo de la evolución.
¿Qué significa para su campo que lo hayan premiado?
Pääbo: Para paleogenética es algo grandioso. Si todo empezó casi como un hobby, algo por lo cual más bien se reían de mí. Hoy existen muchos grupos de investigadores que estudian ADN antiguos. El Premio Nobel viene a confirmar que este campo de investigación ya forma parte de la cultura dominante.
¿Su investigación tiene un uso para la humanidad, tal como se exigía en el testamento de Alfred Nobel?
Pääbo: Le concedo que nuestras investigaciones están impulsadas por la curiosidad. Lo que hacemos se puede comparar con excavaciones arqueológicas, sólo que nuestras excavaciones se enfocan en el genoma. De manera indirecta ello puede llevar también a una utilidad.
¿Por ejemplo?
Pääbo: Al examinar las secuencias genéticas que hemos heredado de los Neandertal, descubrimos que éstas aumentan el riesgo de enfermarse gravemente de Covid-19.
¿Puede ilustrar mejor este punto?
Pääbo: Nada más comenzar la pandemia, un consorcio internacional indagó acerca de qué variantes genéticas en el genotipo humano influenciaban ese riesgo. Muy pronto los dardos apuntaban al cromosoma 3. Una determinada variante en ésta doblaba el riesgo de muerte para los infectados. Y cuando examinamos más de cerca esa variante nos sorprendimos mucho al constatar que provenía de los Neandertal.
“Hay cada vez más indicios de que los Neandertal no desaparecieron, sino que fueron absorbidos genéticamente por grandes poblaciones de humanos modernos”.
¿O sea que la herencia de los Neandertal aún puede ser mortal después de 40 mil años de su extinción?
Pääbo: Así es. Tomando en cuenta las estadísticas oficiales de mortandad por Covid y la frecuencia de esa variante de riesgo, uno puede calcular que durante la pandemia hubo al menos 1 millón de fallecidos adicionales que se pueden atribuir a esa variante Neandertal.
Su padre, Sune Bergström, también obtuvo un Premio Nobel hace 40 años. Si padre e hijo fueron galardoneados, ¿no deberían investigadores genéticos como usted preguntarse si hay en ello un origen genético? ¿Lleva usted una suerte de gen Premio Nobel en su genoma?
Pääbo: No. Los factores sociales son mucho más importantes. Mi madre tuvo una influencia mucho mayor sobre mí. Ella fue química y me transmitió el respeto y admiración por las ciencias. También pude haber sido piloto, que fue uno de mis sueños. Si madre mi hubiera fomentado esa faceta, hoy tal vez estaría en la Lufthansa.
¿Existió en su carrera un momento en que sintió que de pronto estaba frente a un potencial descubrimiento de especial profundidad?
Pääbo: A fines de 1996 me llamó un estudiante de Munich que hacía su doctorado conmigo y me dijo que había encontrado en un hueso de Neandertal un ADN que se parecía mucho al del ser humano, pero que claramente no provenía de un Homo Sapiens. Inmediatamente supe que por primera vez estábamos ante un genotipo de un tipo de homo que se había extinguido.
Y después pasaron todavía 14 años para que usted le pudiera mostrar al mundo el genoma completo del Neandertal. Ahí también tuvo un momento revelador, que se compara al que acaba de contar.
Pääbo: Sí, el contexto fue similar. De nuevo uno de mis estudiantes de doctorado estaba de noche trabajando en el laboratorio, cuando me llamó por teléfono para decirme que había encontrado un ADN que nunca nadie había visto antes. Había secuenciado la genética de un hueso de un dedo encontrado en Siberia, y todo indicaba que había encontrado una escisión del árbol genealógico del ser humano, que tenía raíces temporales mucho más antiguas. Al principio pensamos que estábamos frente a un Homo Erectus, frente al antepasado original, y eso ya era un hallazgo sensacional. Pero después supimos que en realidad se trataba de una especie emparentada del Neandertal, la que hoy conocemos como denisovanos.
O sea, el hombre denivosano, cuya existencia causó una gran sensación en 2010, ¿en el fondo fue una decepción para usted?
Pääbo: No lo diría en esas palabras. Pero, sí, no fue lo que habíamos pensado al principio.
La decodificación del genoma Neandertal es tal vez su triunfo científico más grande. ¿Qué descubrió?
Pääbo: Que las diferencias con nuestro genoma no son muy grandes. Lo que nos interesa es observar aquellos cambios genéticos que hoy existen en todos los humanos, pero que no están presentes en los Neandertaler y Denisovanos. Encontramos unas 30 mil diferencias. Pero, por darle un ejemplo, entre dos personas actuales, digamos yo y usted, existen hasta 3 millones de diferencias.
Perdón, ¿cómo dijo? ¿La diferencia genética entre nosotros es muchísimo mayor a la del hombre y los Neandertaler?
Pääbo: Estamos hablando de esas 30 mil diferencias con los Neandertaler que todos los humanos tenemos en la actualidad.
¿Y esas son más significativas que las 3 millones que nos diferencias entre usted y yo?
Pääbo: Así es. Lo pongo de esta manera: entre esas 30 mil diferencias probablemente se ocultan algunas de suma importancia. Son las que otorgan la base biológica que definen al humano moderno. Y, claro, nos encantaría descubrir cuáles son.
¿Y qué ha descubierto hasta ahora respecto de ello?
Pääbo: Se trata de una labor muy fatigosa. Obviamente nos centramos primero en las diferencias más obvias y fáciles entre esas 30 mil. Hablamos de aquellas en que el genotipo humano presenta una proteína codificada de manera distinta a la del Neandertal. Estamos hablando de unos 100 casos.
Y de esos 100 casos, ¿está en condiciones de decir lo que generan?
Pääbo: En el caso de una docena. Le daré un ejemplo. Hace unas semanas publicamos un trabajo en la revista Science, donde informaos acerca de una enzima que se ha modificado en el ser humano. Pudimos comprobar que esa modificación llevó a que las células madre del sistema neurológico llevó a que éstas se pudieran multiplicar. Es decir, en el desarrollo cerebral se producían más células nerviosas.
En el Levante las primeras huellas del hombre moderno son de hace 120 mil años, y las últimas del Neandertal hace 60 mil años. Es decir, coexistieron de alguna manera pacífica durante 60 milenios pacífica…. ¡Y justamente en el Medio Oriente!
El hombre moderno tiene entonces más células nerviosas que el Neandertal. ¿Significa que es el homo más inteligente entre ambas especies?
Pääbo: No necesariamente. Para llegar a esa conclusión deberíamos investigar si los cambios genéticos del humano moderno tuvieron como consecuencia un comportamiento distinto. Para ello estamos experimentando con ratones. ¿Se comportan de una manera distinta con sus congéneres? ¿Son capaces de solucionar mejor ciertos problemas? ¿Existen otros hechos notorios?
¿Al final será posible responder la pregunta por qué el hombre moderno fue superior al Neandertaler en la competencia por la supervivencia?
Pääbo: Espero que podamos contribuir en algo a esas respuestas. Sin embargo, no me gusta usar esos términos. Ello lleva a una argumentación liviana, circular y hasta fascistoide. El que es “superior” y ‘victorioso’ en la batalla de la supervivencia de alguna manera se considera un “mejor” ser.
Cuando el hombre moderno salió hace unos 120 mil años de África abriéndose paso en Eurasia, se topó con los nativos: los Neandertal y Denisovanos. Como investigador genético, ¿puede saber cómo fueron esos encuentros?
Pääbo: Podemos afirmar con seguridad que los distintos tipos de humanos se mezclaron y que sus hijos, mitad Neandertal mitad hombre moderno, se incorporaron de manera exitosa en las comunidades. Hay cada vez más indicios que los Neandertal sólo desaparecieron porque fueron asimilados por poblaciones mucho más grandes del hombre moderno.
¿Cuáles son esos indicios?
Pääbo: Hemos constatado que de los humanos modernos que vivían en Europa hace unos 40 mil años, sorprendentemente muchos tenían familiares cercanos que eran Neandertal. Es decir, los humanos modernos parecen haberse emparejado mucho con los Neandertal. Y es probable que en los siguientes milenios llegaran más emigrantes de África, por lo que finalmente el Neandertal fue absorbido genéticamente.
O sea, ¿los Neandertal no se extinguieron y siguen entre nosotros hoy en día?
Pääbo: Sí, de cierta manera es así. Si miramos a toda la humanidad actual, probablemente 60% a 70% del genoma Neandertal sigue presente en seres humanos que viven actualmente. En este sentido, efectivamente no se extinguieron, están en nosotros. Por otro lado, igual se habla de una “extinción”, porque la morfología del Neandertal, es decir las formas de esqueleto que le eran típicas, ja no existen.
Si queremos respuestas a los grandes desafíos de nuestros tiempos, las deberíamos buscar en la política en la cultura. La biología y la genética no tienen mucho que aportar en eso.
¿De verdad los Neandertal se sumaron de manera pacífica o en realidad el encuentro fue más sangriento?
Pääbo: Los genes no entregan información acerca de ello. Lo que nos podemos imaginar se relaciona más con nuestra concepción de humanidad que tal vez con la verdad histórica. El que observa como los seres humanos se eliminan brutalmente en los conflictos actuales, probablemente crea que en el pasado se cometió un genocidio con los Neandertal.
Por otro lado, también hay indicios de una coexistencia pacífica. En el Levante, por ejemplo, se encuentran las primeras huellas del hombre moderno hace 120 mil años, y las últimas del Neandertal hace 60 mil años. Es decir, podría ser un indicio que durante 60 milenios coexistieron de manera pacífica…. ¡Y justamente en el Medio Oriente!
Sus investigaciones se ocupan de la pregunta qué hace que el ser humano sea ser humano. Tal vez también pueda dar con respuestas de por qué el ser humano está tanto en guerra o de por qué no es capaz de llevar una vida sustentable.
Pääbo: Tal vez podría dar unas ideas por ahí y por acá. Pero es importante saber que la biología sólo entrega una estructura sobre la cual construimos una cultura y una sociedad. Si hablamos de los grandes desafíos de nuestros tiempos, deberíamos buscar respuestas políticas, étnicas y culturales. La biología y la genética no tienen mucho que aportar en eso.
Siempre les digo a mis estudiantes: si queremos evitar que nuestros hijos sean atropellados por un auto, no deberíamos esperar a que una nueva mutación genética lleve al ser humano a tener miedo a los automóviles. Es mucho mejor enseñarles que miren hacia la izquierda y la derecha antes de cruzar la calle.
Traducción desde el alemán por Víctor Herrero A.
Comentarios
Muy interesada
Padre e Hijo, ambos premios
muy interesante el reportaje.
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