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Lunes, 4 de Agosto de 2025
[Voces Lectoras]

'Si es chileno, es bueno': una propuesta para la reindustrialización selectiva del país

Marco Enríquez-Ominami

“Uno podrá estar en cualquier posición con respecto la guerra en Ucrania, pero el atentado al Nordstream en el mar Báltico, que unía energéticamente a Rusia y a Alemania, nos demuestra que la economía se sacó su máscara de racionalidad matemática para tratarse hoy, sin dobleces, fundamentalmente de estrategia y geopolítica: esa madrugada Alemania pasó de depender de Rusia a depender de Estados Unidos”

Los duros golpes que dio la pandemia al mundo obligaron a las economías avanzadas a reconsiderar sus políticas de reindustrialización y de deslocalización industrial. Un síntoma de esta necesidad fue lo que pasó en Europa con la escasez de medicamentos y, por ejemplo, la decisión de Francia de refundar su industria farmacéutica para volver a producir, ahí mismo, made in France, remedios. Una decisión cara y un mal negocio si medimos tamaña inversión con los parámetros convencionales, pero no cuando lo hacemos con los que ha venido poniendo sobre la mesa la historia inmediata. Hoy, la rentabilidad económica, ya no es más, solamente, una relación de costo y beneficio, la rentabilidad debe considerar, además, la relación entre soberanía y dependencia. Porque uno podrá estar en cualquier posición con respecto la guerra en Ucrania, pero el atentado al Nordstream en el mar Báltico, que unía energéticamente a Rusia y a Alemania, nos demuestra que la economía se sacó su máscara de racionalidad matemática para tratarse hoy, sin dobleces, fundamentalmente de estrategia y geopolítica: Esa madrugada Alemania pasó de depender de Rusia a depender de Estados Unidos. 

Históricamente, nuestro país ha abrazado la apertura económica con entusiasmo, pero esta estrategia ha demostrado sus limitaciones: el país se ha desindustrializado, seguimos vendiendo productos con poco valor agregado, y la desigualdad permanece casi inmutable. Mi propuesta no es cerrarnos al mundo, sino ser selectivos y estratégicos sobre qué y cómo producimos, y sobre cómo distribuimos la riqueza económica cuando crecemos. La reindustrialización que propongo para Chile, no busca crear industrias gigantes, como fábricas de aviones o, como lo que está haciendo Francia, con sus medicamentos. Para nosotros es más difícil esa autonomía, pero no imposible. 

Lo que propongo es enfocarnos en sectores donde tenemos ventajas comparativas claras y potencial para poner valor agregado a la producción. En el ámbito minero, por ejemplo, es muy factible una asociación estratégica con Perú, con quién podríamos construir una fundición que agregue valor a nuestros recursos naturales, antes de exportarlos. Cuando entendemos la industria no solamente como manufactura pesada tradicional, podemos ver también que hay mucho que hacer crecer en la Industria del Turismo, área en la que podríamos sacarle punta a nuestra biodiversidad y riqueza cultural, invirtiendo además en políticas que fomenten el aprendizaje del inglés y del chino, por ejemplo. Así que, en vez de mandar legiones de sociólogos y economistas a Inglaterra, para que después de cinco años vuelvan con una tesis de doctorado que diga por millonésima vez lo desiguales que somos, debiéramos mandar legiones de profesores a aprender Chino e Inglés, como si fueran nativos, y obligarlos a que vuelvan a enseñar eso que aprendieron en las escuelas.

Propongo, por ejemplo, que nos centremos en desarrollar industrias especializadas en partes de autos, no en autos completos, siguiendo el ejemplo de Uruguay y Argentina. Podemos y deberíamos potenciar la industria de producción de baterías de autos, por ejemplo, aprovechando la promoción estatal de la explotación del litio en el norte grande de nuestro país. Asimismo, es fundamental implementar zonas industriales que promuevan la colaboración entre el sector privado y los centros académicos, lo cual facilitaría tanto el avance en los procesos productivos como en la evaluación temprana del impacto ambiental. Junto a esto, deberíamos crear fondos específicos para financiar planes industriales estratégicos, incluyendo proyectos de economía circular a gran escala, el fortalecimiento de medianas empresas industriales, y un plan nacional para el fomento de la industria agroalimentaria mediante tecnologías avanzadas de riego. 

Este plan de reindustrialización, necesariamente, además, debe incluir inversiones en Obras Públicas que, estratégicamente, se asocien al desarrollo de este plan general de reindustrialización selectiva, para, de este modo, desplegar de manera virtuosa y armónica un sistema de infraestructura, transporte público y de telecomunicaciones que lo sostenga. Este tipo de inversiones, cuando se planifican adecuadamente, han demostrado ser la clave para la dinamización de las economías nacionales, que es, precisamente, lo que Chile necesita. España, en los años 80 y 90, por ejemplo, siguió este camino y experimentó un enorme crecimiento.

Chile está en un punto de inflexión decisivo. Podemos continuar por la senda de una apertura irrestricta -Viva la libertad carajo-, o podemos optar por una estrategia de crecimiento reflexiva y sostenible. El enfoque de reindustrialización selectiva que propongo, no es simplemente una política económica; es una estrategia de desarrollo nacional que busca reducir vulnerabilidades, disminuir la desigualdad y garantizar un crecimiento económico inclusivo y sostenible. Es imperativo iniciar un diálogo nacional que involucre a todos los sectores de la sociedad para definir nuestras prioridades y mecanismos de implementación. 

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Plenamente de acuerdo, recuperar nuestra industria, hacer Chile nuevamente un ejemplo para el resto de América del Sur, que regresen las fábricas, las industria de todo tipo, las manufactureras, etc., volvamos a ser autónomos y no esperemos hasta vernos enlatados y sin aire

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