En una nueva conmemoración de uno de los intentos de exterminio más tristes del siglo pasado, el presidente francés, Emmanuel Macron, anunció la creación de una comisión investigadora que revise la totalidad de los archivos franceses sobre Ruanda, entre 1990 y 1994. Esto con el objetivo de esclarecer el papel jugado por París durante el régimen del presidente ruandés, Juvénal Habyarimana (de la etnia hutu), e indagar sobre la ayuda militar francesa recibida por este y el esclarecimiento de su extraña muerte que desató la barbarie en abril de 1994.
La comisión estará integrada por ocho historiadores e investigadores, y buscará “analizar el papel y las acciones de Francia durante este periodo y así contribuir a una mejor comprensión y conocimiento del genocidio de los tutsis”, destacó el mandatario durante el anuncio. Tendrá un plazo de dos años para presentar sus conclusiones y han prometido que se revisarán archivos militares y civiles, incluidos los del entonces presidente francés, Francoise Mitterrand.
Ruanda y Francia rompieron relaciones diplomáticas en 2006, después de que un juez de París acusara al actual presidente de Ruanda, Paul Kagame -de la antigua minoría tutsi- y a nueve de sus colaboradores, de estar detrás de magnicidio de Habyarimana en 1994. Cargos que son rechazados por el líder ruandés, quien en 1994 fue un declarado opositor mientras encabezaba el Frente Patriótico Ruandés (FPR). No obstante, las relaciones diplomáticas fueron restablecidas en 2009, aunque los países desde entonces se mantienen en constante tensión.
Hasta ahora, lo más cercano a un mea culpa lo hizo en 2010 Nicolas Sarkozy, primer presidente francés que visitó Ruanda después de las matanzas.
Hasta ahora, lo más cercano a un mea culpa lo hizo en 2010 Nicolas Sarkozy, primer presidente francés que visitó Ruanda después de las matanzas. “Lo que pasó dejó trazas indelebles, inaceptables, y obliga a la comunidad internacional, incluida Francia, a reflexionar sobre sus errores que le impidieron frenar aquel crimen espantoso”, admitió en aquella ocasión.
La barbarie
Corría abril de 1994 cuando el avión en el que viajaba el presidente Habyarimana fue derribado por un misil tierra-aire de origen desconocido. No hubo sobrevivientes. A partir de ese momento, los hutus radicales se tomaron el gobierno y llamaron a emprender una masacre contra los tutsi, a quienes acusaron de estar detrás del atentado y a cualquiera que pudiera tener un vínculo con ellos. Incluso los medios, como las radios, se sumaron e incitaron a la población a “eliminar a las cucarachas”, en referencia a la población tutsi.
A las pocas horas comenzó una cacería que terminó en julio, con más de 800.000 personas asesinadas, principalmente tutsis, aunque también hutus que se negaron a participar en las ejecuciones, quienes fueron asesinados tras ser señalados como traidores. Exterminio del que los países occidentales fueron meros testigos y poco hicieron por evitar.
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Las más de 800 mil personas masacradas entre abril y julio de 1994 equivalen a 8 mil muertos al día, 333 cada hora o seis por minuto. La mayoría, a machetazos.
Las más de 800 mil personas masacradas entre abril y julio de 1994 equivalen a 8 mil muertos al día, 333 cada hora o seis por minuto. La mayoría, a machetazos. Crímenes perpetrados por parte del ejército ruandés, apoyado por milicias hutus y civiles, que ultimaron sin misericordia a otrora amigos, vecinos, e incluso familiares.
Además, entre 150 mil y 250 mil mujeres fueron violadas, muchas de ellas contagiadas de VIH durante el genocidio y más de 20 mil niños nacieron de esas violaciones, mientras que unos 95 mil niños quedaron huérfanos. También, hubo miles de desplazados, lo que exportó el conflicto a Burundí y -en menor medida- Uganda.
Durante los 100 días que duró el intento de exterminio de la población tutsi, la prensa internacional se cuidó de utilizar el término genocidio y más bien optó por usar guerra civil en su mayoría.
A Francia se le critica la entrega armas y entrenamiento al ejército de Ruanda, como parte de una estrategia geopolítca de no perder influencia con dicho gobierno. Asimismo, a Estados Unidos aún se le reprocha las tardías sanciones económicas contra quienes comerciaran armas con Ruanda, mientras que Israel no dejó nunca de exportar material bélico al ejército de dicho país.
Así, la comunidad internacional miró para otro lado después de favorecer e instaurar un sistema de castas que provocó el enfrentamiento, pues previo al estallido del genocidio por años los tutsis fueron una minoría opresora,apoyada por occidente, contra una mayoría hutu.
Una artificial división
A pesar de que vivían en el mismo territorio, hablaban la misma lengua y tenían las mismas costumbres, la división institucional entre hutus y tutsis es una distinción impuesta en los documentos de identidad impuestos por las autoridades coloniales en 1959, pocos años antes de lograr su independencia.
Los hutus, que entonces eran mayoría y conformaban cerca del 85% de la población, estaban subordinados e incluso sometidos a trabajos forzados por los tutsis, minoría del 15% reconocida por Bélgica como la clase dominante, a quienes les entregaron el poder administrativo hasta la independencia, en 1962, cuando Ruanda se constituyó en una república. Ese hecho habilitó la posibilidad de que la mayoría hutu llegara al poder, por lo que los papeles se invirtieron.
En las décadas siguientes, los tutsis fueron perseguidos y protagonizaron un éxodo masivo a países vecinos. Algunos de ellos formaron el Frente Patriótico Ruandés (FPR), milicia protutsi que durante varios años se entrenó para combatir a los hutus. Uno de sus líderes fue el actual presidente Kagame.
A 25 años del holocausto ruandés, el país ha progresado. Hoy está entre las 10 naciones africanas con mayor crecimiento económico anual (8%), y cuenta con una esperanza de vida, según el Banco Mundial, alcanza los 67 años, lo que es alto en comparación con los 29 años de los tiempos del conflicto.
Ambas castas -hutus y tutsis- fueron oficialmente eliminadas en el 2003 y la nueva Constitución prohibió la diferenciación por etnias. Ahora todos los ciudadanos son ruandeses, sin apellidos.
Asimismo, ambas castas -hutus y tutsis- fueron oficialmente eliminadas en el 2003 y la nueva Constitución prohibió la diferenciación por etnias. Ahora todos los ciudadanos son ruandeses, sin apellidos. Sin embargo la justicia no llegó para las víctimas. El horror vivido en Ruanda en 1994, dio lugar a que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas creara en noviembre de ese año el Tribunal Penal Internacional para Ruanda. (TPIR) con el mandato de "procesar a las personas responsables del genocidio y de otras graves violaciones del Derecho Internacional Humanitario", cometidas en dicho país.
En sus años de funcionamiento, el TPIR imputó a 93 personas, de las cuales 62 fueron condenadas. Entre ellos, el primer ministro interino de Ruanda en 1994, Jean Kambanda; el ministro de Defensa, Théoneste Bagosora y el jefe de las Fuerzas Armadas, Agustin Bizimungu. Otras 14 personas fueron absueltas, diez remitidas a tribunales nacionales, dos murieron antes de ser juzgados y otras tres permanecen prófugas.
Algunas películas y libros sobre el genocidio en Ruanda
- Película Hotel Rwanda, 2004. Dirigida por Terry George
- Película Algunas veces en abril, 2005. Dirigida por Raoul Peck.
- Libro Una temporada de machetes, de Jean Hatzfeld. Año 2006. Editorial Anagrama.
- Libro Queremos informarle de que mañana seremos asesinados con nuestras familias: historia de Ruanda, de Phillip Gourevich. 2019, editorial Debate.
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