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Sábado, 2 de Agosto de 2025
Ley de Pesca

Barcos fantasmas

Carlos Tromben

Interferencia reproduce un capítulo del libro 'Pescado Rabioso: Leyes de pesca y luchas de poder de en la derecha chilena' del periodista Carlos Tromben, una detallada crónica sobre la intriga política que envolvió la tramitación de la polémica ley de pesca, también conocida como Ley Longueira. 

“A río revuelto, ganancia de pescadores”. 

PROVERBIO POPULAR

En la comuna de Mejillones, región de Antofagasta, existe un enorme cementerio de barcos. Como en las distopías de la ciencia ficción, sus cascos juntan óxido y polvo; sus torres y grúas se recortan contra el cielo del desierto. 

Alguna vez estas naves surcaron el mar capturando anchovetas y jureles para el grupo Angelini, pero el agotamiento de la biomasa y el encogimiento cada vez más severo de la cuota terminó varándolas como ballenas cansadas. 

La varazón de barcos es una muestra de lo que estaba sucediendo la pesca a fines del siglo XX: en 1990 el grupo Angelini tuvo sus primeras pérdidas operacionales. Eperva perdió ese año 167 millones de pesos y, en 1993, 2.834 millones. De pronto ya no se necesitaron tantos capitanes y tripulantes, tantos faeneros para recoger las redes.

Uno de aquellos tripulantes, Marcelino Carvajal, decidió quedarse en tierra renunciar al mar. Había sido dirigente sindical y militaba en el Partido por la Democracia. En 1992 se presentó a las elecciones municipales. Se reeligió por cinco períodos consecutivos. 

Mientras el cementerio de barcos de Mejillones sumaba nuevos residentes, Marcelino Carvajal salió a pelear por la comuna. Logró que el gobierno central decidiera instalar en Mejillones un gran puerto para la descarga de gas natural. Este alimenta a una serie de centrales que generan energía para la gran minería del cobre. 

La varazón de barcos es una muestra de lo que estaba sucediendo la pesca a fines del siglo XX: en 1990 el grupo Angelini tuvo sus primeras pérdidas operacionales. Eperva perdió ese año 167 millones de pesos y, en 1993, 2.834 millones. De pronto ya no se necesitaron tantos capitanes y tripulantes, tantos faeneros para recoger las redes.

Los habitantes de Mejillones dejaron de depender de los peces. La ciudad de 10 mil habitantes tiene una cancha de fútbol de pasto sintético, un buen hotel para los ingenieros que visitan las faenas industriales y una plaza famosa en todo el país por estar adornada con estatuas de personajes de Condorito. Pepo, el creador de la tira cómica más famosa de América Latina, nació en Mejillones. 

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 A mediados de 2007 un grupo de senadores del norte, encabezados por Jaime Orpis, presentaron una moción parlamentaria para incrementar en 150 mil toneladas la cuota de captura del jurel en aquella zona y reducir la talla mínima de extracción de 26 a 21 centímetros. 

Argumentaban que su escuálida cuota de jurel, de 250 mil toneladas, había sido rebajada por decisión de los consejos de pesca, donde primaban los intereses de los empresarios del sur. Deslizaron la idea de que los 10 miembros nombrados por el ejecutivo apoyaban sistemáticamente los intereses de dicha zona, que aportaba muchos más votos en una elección presidencial. Además, sostenían, el comportamiento y el ciclo vital del jurel en el norte era distinto.  

Los industriales del sur saltaron. “Un proyecto ambientalmente inviable, políticamente incorrecto y económicamente negativo para el país”, lo catalogó el presidente de Asipes, Rodrigo Sarquis. 

Las empresas del sur contraargumentaron que el jurel constituía una sola población y sobre esa base se había administrado la captura en el último cuarto de siglo. 

Se estaba ante la evidencia de que el límite máximo de captura por armador, establecido en las leyes cortas de Lagos, tampoco estaba resolviendo el problema de la pesca. La carrera olímpica seguía y, peor aún, amenazaba con una nueva guerra entre intereses pesqueros contrapuestos. 

La propuesta de los cuatro senadores del norte fue rechazada por la comisión de pesca. 

La cuota que se le daba al norte alcanzaba hasta mayo, recordaría más tarde Orpis. Los barcos quedan paralizados y, en el caso de Corpesca, decenas de embarcaciones siguen juntando polvo hasta el día de hoy en Mejillones.

***

El 28 de agosto de 2007 falleció a los 93 años Anacleto Angelini. Hacía años que el magnate había delegado la conducción de su imperio en sus sobrinos y en nuevas generaciones de ejecutivos profesionales.

El conglomerado se había diversificado a otros sectores durante la década de los 80 y al fallecer su fundador, descansaba más en la explotación de bosques y la distribución de combustibles. La pesca no solo pasaba por grandes vicisitudes estructurales, que había olbigado al grupo Angelini a fusionar varias de sus pesqueras, despedir trabajadores e inmovilizar barcos en el cementerio de Mejillones. De hecho, había dejado de ser una industria de intereses monolíticos como en los lejanos días de la fundación de Sonepesca y de la Gaceta Pesquera. Las empresas del norte, agrupadas en Asipnor, y las del sur, en Asipes, parecían trenzadas en una pelea sin cuartel por la pesca del esquivo jurel.

En junio de 2009, con la campaña presidencial y parlamentaria ad portas, los cuatro senadores nortinos liderados por Jaime Orpis reactivaron el proyecto de 2007. Volvieron a fracasar. Insistieron ante la contraloría, que terminó impugnando el decreto de la subsecretaría de pesca que había fijado la cuota del jurel de ese año. 

Pero después de esta victoria, los industriales del norte vieron surgir una nueva amenaza: el Tratado de la Organización de Pesca del Pacífico Sur, propuesto en Nueva Zelanda ese año. La ORT buscaba establecer cuotas nacionales de captura de distintas especies, entre ellas el jurel. Si el Estado ratificaba el tratado, el jurel sería declarado una sola población y sus normas de captura quedarían fijadas en las mismas condiciones para el norte y el sur del país, en contra de lo que sostenían Asipnor.

Orpis y los senadores del norte se desplegaron en la comisión de pesca para que el gobierno no se sumara a la ORT. 

***

El país se acercaba a una nueva definición presidencial y Piñera llegaba con toda su artillería para acceder a un objeto de deseo largas veces posterado. 

En las elecciones municipales de octubre de 2008 el exsenador había sido el protagonista absoluto de la alianza de derecha. Recorrió el país apoyando a los candidatos, pero los resultados, si bien positivos, no alcanzaron la meta del 42% de los sufragios en la elección de concejales. Longueira no escondió las sonrisas ante el traspié del nuevo líder de la derecha. Entre champañazos declaró: “Tenemos el legítimo derecho de levantar una opción presidencial”.

Para la industria pesquera la gran interrogante era cómo zanjaría el nuevo gobernante la pelea por el jurel entre los industriales del norte y del sur, si ratificaría el tratado de la ORT y cómo terminaría abordando la siempre conflictiva regulación del sector: si ratificando las leyes cortas de Lagos o dictando una nueva ley. 

La UDI adelantó su consejo general de abril a enero de 2009 para definir su ruta presidencial. Lavín no estaba disponible para un tercer intento y Longueira, que aun abrigaba esperanzas, las vio frustradas. Su gestión del escándalo Spiniak y su excesivo pragmatismo durante el gobierno de Lagos lo habían hecho objeto de la oposición de figuras de peso como los senadores Jovino Novoa y Juan Antonio Coloma. El partido se inclinó por Piñera. 

“Han sido los días más tristes de mi vida”, dijo Longueira a la revista Cosas. La periodista Claudia Álamo le preguntó si iría a acampara a Tantauco con el flamante candidato único. “Eso es no conocerme”, respondió. “Yo jamás voy a ir a reunirme con Piñera en su propiedad en el Lago Ranco. Me parece un desacierto que la UDI esté disponible para una cosa así. No es nuestra forma de ser”.

Quizá abrigaba alguna esperanza de que los escándalos y maniobras bursátiles de Piñera terminaran pasándole la cuenta. En 2007 el empresario había sido sancionado por utilizar información privilegiada en una operación con acciones de la aerolínea LAN y, ya en plena campaña, salió a la luz la quiebra fraudulenta del Banco de Talca en plena crisis de los 80 y con Piñera como gerente general. 

Sin embargo, Longueira vio con impotencia cómo su archienemigo pasaba cómodamente a segunda vuelta y derrotaba a Eduardo Frei Ruiz Tagle por 223 mil votos en el balotaje. La derecha llegaba finalmente al gobierno, pero en condiciones que nadie anticipaba a comienzos de la década, bajo la batuta de un empresario. 

Para la industria pesquera la gran interrogante era cómo zanjaría el nuevo gobernante la pelea por el jurel entre los industriales del norte y del sur, si ratificaría el tratado de la ORT y cómo terminaría abordando la siempre conflictiva regulación del sector: si ratificando las leyes cortas de Lagos o dictando una nueva ley. 

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