Ayer sábado se realizó el lanzamiento de 'Indiepop: una historia' (Santiago-Ander, 2024), el nuevo libro del lingüista Ricardo Martínez. En la ocasión, el autor presentó el texto junto a la cantante de Dënver, Mariana Montenegro, y la investigadora en Literatura, Catalina González. Además, se presentó en vivo la banda Paracaidistas.
En la reseña al texto, se describe cómo "un vibrante viaje a través de los sonidos y las historias que han definido al indiepop", donde Ricardo Martínez-Gamboa, escritor y académico, "nos sumerge en un universo fascinante. Construyendo, a través de fragmentos, un testimonio apasionante de la creatividad y la diversidad que caracterizan a este género musical, tan amado como desconocido".
"Bandas, sellos discográficos, canciones, discos, estéticas, etc. Aquí cabe todo: Donosti sound, Caledonia Dreaming, Postcard Records, Labrador, tontipop, Dunedin sound, Laptra, Piloto, Sarah Records, Elefant, 53rd & 3rd, twee pop, cuddlecore, shoegaze, blonde pop, jangle pop, Flying Nun Records, postpunk indiepop, revolt into childhood, chamber pop, baroque & roll, indiepop progresivo, indietrónica, Bus Stop Label, post rock, C86, Creation, protoindiepop, Shibuya-kei, J-pop, nu-indiepop, college pop, antifolk, Subway Organization, etc. Con una prosa cercana, el autor nos invita a sumergirnos en la esencia misma del indiepop, explorando sus raíces, su presente y su futuro. Con un enfoque que va más allá de la mera crónica musical, este libro se erige como una prueba viva de la pasión de un seguidor y testigo de la evolución del género por décadas", apunta la descripción.
Interferencia ahondó sobre el texto en entrevista con Martínez, quien además es habitual colaborador de este medio y el autor de la sección Contratapa, que se publica cada fin de semana en este espacio.
¿De qué se trata el libro? ¿Es sobre la historia del indiepop o sobre tu historia con este género musical?
Como este género es tan de nicho y poco conocido, la gente va trazando una historia de éste a partir de su propia experiencia. Hay pocos géneros en los que tu recorrido como auditor o como fan de alguna manera constituye el género mismo. Si tú ingresas a TweeNet, que es la base de datos más grande de este estilo, te vas a encontrar con que hay más de 3.300 bandas y nadie las ha escuchado todas. Por lo tanto, cada persona hace su recorrido. Es como los copos de nieve, que van bajando y según las microtemperaturas van cambiando de forma y no hay ninguno igual a otro, lo que es algo distinto a lo que sucede con otros géneros ya que acá no hay un canon tan definido por el mismo hecho de ser alternativo, por lo que cada historia que se escriba al respecto es necesariamente personal.
Ahora, yo me aprovecho de ese punto para darle un contexto de una suerte de autoficción, que se distingue de otros textos sobre géneros musicales que de repente son más especializados y concentrados en el género mismo. Este es un texto muy personal, probablemente el más personal que he escrito en este estilo divulgativo-ensayo, y en ese sentido creo que es la única forma en la que se puede abordar.
Como lingüista, qué te parece la contradicción que se produce en el mismo nombre del género ‘indiepop’, al abarcar dos elementos que parecen contrapuestos.
Existe un término en la lingüística para ello, el oxímoron. Por ejemplo, la ‘Guerra del Pacífico’ o ‘instant classic’. Indiepop tiene esto, puesto que el indie, definido desde un punto de vista industrial sería lo que va en contra de la forma más comercial de crear música –sin ser despectivo con ello- mientras que pop tiene una vocación más popular. Entonces algo no podría ser ‘indie’ y ‘pop’ a la vez, por lo que habita en un margen que de alguna forma abre un espacio a contradicciones y desde ese punto de vista es un género que tiene sus propias características justamente porque habita en un espacio contradictorio.
¿Cuáles son esas características? ¿Cuál es la definición de lo que es indiepop para ti o para la industria de la música en general?
El indiepop sería toda la música que está fuera de la industria, pero esa definición es demasiado amplia y cabrían cosas que en realidad no tienen mucho que ver con lo tradicional del género. Básicamente, se trata de un género que en los años 80 bebe de las fuentes de la música de los años 60, lo que tiene que ver con ciertas formas de instrumentación y vocalización que eran muy típicas de esa época, que es la época de oro de la música pop. Ahí aparecen cosas como las guitarras ‘jangle’ o las vocalizaciones ‘chico-chica’ que también son muy del powerpop. También tiene que ver con una cosa como más amateur y de cierta estructura barroca en algunos casos, con instrumentos de cuerdas. Hay diferentes variantes dentro del indiepop que hacen que tenga interpretaciones múltiples, que se desarrollan en paralelo. Así, es un género que tiene una historia y tiene un punto de nacimiento fundamental en Escocia a fines de los años 70 y principios de los 80, que es ‘el sonido de la Joven Escocia’, que es lo que hizo el sello Postcard Records, quienes fueron los primeros que comenzaron a explotar este género en una época posterior al punk. Después es recogido por el cassette C86, un compilado a cargo de la revista musical NME y también por Sarah Records. Ahí están las bases fundamentales y todo lo que se nutre o es heredero de ellas está dentro de la parte más canónica del género, a pesar de que acabo de decir que no hay un canon tan claramente establecido.
¿De dónde viene esta obsesión por este género y por qué te surgió la idea de escribir un libro al respecto?
Es un género que descubrí principalmente a través de Belle and Sebastian, banda de la que me hice fan a fines de los años 90. En esa época bajé todos sus discos y los escuchaba religiosamente, y le preguntaba a mis amigos si había otras bandas parecidas, pero no tenían idea más allá de grupos como Camera Obscura. Entonces, sentía que era como una suerte de ejemplar único en su especie. Pero un día me metí a Wikipedia a buscar y leí la etiqueta de indiepop. Cuando me apareció ese término sentí que ahí debía haber algo, hice click y de alguna forma el mundo se detuvo para mí.
Apareció todo un conglomerado de bandas que me sonaron mucho a Belle and Sebastian y de alguna forma sentí que aludían a un cierto tipo de sensibilidad estética que era muy clara y ahí me fui haciendo fan. Ahora, esta es una fanaticada que sólamente puede habitar en una persona del tercer mundo -en este caso, en Chile- por la existencia de Internet. O sea, yo creo que sin Internet no hubiese habido indiepop. Obviamente, habrían seguidores. Mi esposa, Carmen Duarte, me ha recordado que existían intercambios de mensajería para compartir discos e información a través de revistas tipo fanzine, pero es una cosa que probablemente sería todavía de más nicho de lo que ya es ahora.
Entonces, fui haciéndome fan y de alguna manera empecé a hacerme una trayectoria con esta música. Empecé a escribir al respecto en medios como Super45 y de vez en cuando metía algunas de estas canciones en el programa ‘Letra y Música’ que hacía en Radio ADN. Así, fui construyendo una especie de diario de vida como desde el 2006 en adelante. Finalmente, recuperé todos estos textos y sumándole algunos más intenté darles un orden y cierta continuidad para construir un libro. Por lo tanto, si bien me demoré un tiempo muy corto en escribirlo -cuatro meses desde que hablé con la editorial- lo cierto es que es un libro que se ha venido gestando desde hace mucho tiempo.
¿Cuándo escribías sobre este género en tus redes sociales personales ya pensabas que se podía compilar en un texto como el que estás presentando ahora?
No, fue un poco lo mismo que me pasó con Clásicos AM (Planeta, 2019). En esa ocasión, lo que ocurrió fue que hice un curso que incluía una presentación de Powerpoint con mucho texto. Entonces uno podía convertir esas láminas en un libro. Aquí pasó de forma similar.
La diferencia es que no se hizo en el contexto de un curso, sino en el de posteos en mis redes sociales. Aunque nunca pensé que esto se iba a convertir en un libro hasta que el año pasado en algún momento dije “pucha, tengo tanto material de cosas que he escrito sobre música” de distinto tipo, en distintas circunstancias y con distintos enfoques. Le pasé estos centenares de textos a un amigo y él al verlo dijo ‘aquí claramente hay un libro de indiepop’. Ahí fue ordenando, agregando y cambiando cosas, dándole una solución de continuidad y finalmente emanó el texto final. Fue como una escultura, hubo que golpear la piedra hasta que emergió una imagen.
En la portada, hay un esquema muy llamativo, como el que se ve en la película ‘School of Rock’. Entiendo que es un diseño tuyo y en él se agrupan las escenas, estilos, sellos y principales exponentes del género…
Así es. Me encanta esa imagen y la original de la película está basada en el libro de un autor especializado en lenguaje visual. Siento que el mapa es muy entretenido y da mucho para armar un diálogo, e incluso un debate de por qué esto está acá o allá. Esta misma idea la había hecho para Clásicos AM y decidí hacerlo para el indiepop esta vez, aunque lo he ido puliendo cada vez más.
Se parece más a un mapa de estaciones del metro que a otra cosa y en cada estación están agrupados artistas que tienen elementos similares o afines, más allá del título.
¿Qué tan importante es el origen geográfico en la identidad musical de estas escenas del indiepop que son abordadas en el libro? Me refiero a elementos como el país de origen y también la diferencia entre bandas que vienen desde capitales a otras que emergen desde las provincias.
La gente que ha estudiado estas escenas a nivel académico -incluyendo Chile, donde revisé cuatro tesis de grado que han abordado el género- ha tratado de entender diferentes aspectos y ha considerado por cierto el origen espacial de esta música, es decir, desde dónde se hace y no sólamente el lugar donde es interpretada en vivo.
Así, mucha gente ha reparado en que esta es una música que tiene un fuerte origen en las provincias. De hecho, en su libro ‘Rip It Up and Start Again: Postpunk 1978–1984’, el periodista inglés Simon Reynolds recuerda que a John Peel, el reconocido DJ de la BBC, le gustaba recibir discos o canciones de bandas que provenían de lugares que prácticamente había que buscarlos en el mapa, porque en esa música había una especie de espíritu de cómo la provincia le responde a la ciudad.
Otra cosa que descubrí en un paper fue el manifiesto del sello de Seattle, Sub Pop. En ese texto, lo que se decía básicamente era que lo que hacía daño a la música estadounidense era que ésta era producida en las grandes capitales, en ciudades como Los Angeles o Nueva York, mientras que los lugares más apartados no gravitaban en la industria. Entonces también hay algo del ir contra lo establecido también a nivel urbano, contra los grandes centros de producción económicos, y desde ese punto de vista este estilo tiene un perfil bastante progresista y de izquierdas. Así, los lugares son importantes porque cuando algo surge desde la provincia tiene como una especie de respuesta a las grandes tendencias, como si el mainstream también tuviera que ver con los lugares desde donde sale esa producción. Así, destacan lugares y escenas como las de Athens, Georgia o Caballito en Argentina.
Si tuvieras que mostrarle a alguien: esto es el indiepop. ¿Lo harías con una selección de diez canciones o diez discos y por qué?
Lo haría con canciones, porque tal como decía Matt Haynes de Sarah Records, la canción canónica del género vendría en un flexidisc de un solo lado. Para él, esa sería la forma más natural en la que aparecería el pop. Entonces, hay que pensar más en canciones que en discos, considerando que muchas de estas bandas sólo duraron un EP y se disolvieron. Entonces el álbum es un soporte que transgrede la idea de lo que es la canción pop, que dura tres minutos y quieres escucharla una y otra vez. Si bien hay discos importantísimos dentro del género de bandas como Heavenly, The Field Mice o The Magnetic Fields, creo que son los singles los que llevan la delantera. Nos perderíamos de mucho si sólo eligiéramos discos long play.
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¿Cómo el género influyó más allá de la música? Vemos que también aborda elementos fuera de ella, desde el desarrollo de sellos independientes y fanzines hasta posturas políticas ligadas a distintos movimientos progresistas.
Cuando la gente empezó a hacer sellos independientes, cuando aparece Rough Trade en Londres, el EP Spiral Scratch de los Buzzcocks o cuando se forma Orange Juice, había toda una idea de ir en contra de la industria, como una suerte de ideología económica. Y esa ideología repercutió también en la política. El indiepop es muy queer friendly, muy feminista y/o muy vegano. En Chile sería muy ‘ñuñoíno’ o muy ‘octubrista’, por nombrarlo de alguna manera. Esta gente de verdad quería destruir la industria y eso se ilustra muy bien en las respuestas que daba Postcard Records a su audiencia cuando se les consultó cuáles eran sus objetivos o lo que pasa con el juego de mesa Saropoly de Sarah Records. Había una alta conciencia de que esto era un mundo alternativo.
Alguien me comentó el otro día que de indiepop hay poleras y diverso tipo de merchandising que típicamente la gente se la hace a sí misma, que es como todo lo contrario a cómo la industria funciona. Hay una respuesta alternativa, muy del DIY (Do It Yourself o ‘Hazlo tú mismo’) para todo lo que la industria tiene como norma.
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