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Lunes, 4 de Agosto de 2025
[Revisión del Var]

El ocaso de la generación dorada

Roberto Rabi González (*)

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Arturo Vidal durante un encuentro de la selección chilena.
Arturo Vidal durante un encuentro de la selección chilena.

Suele identificarse como causas de la caída libre, a los malos equipos técnicos de la roja, a un torneo local de pésima calidad  y a la falta de trabajo efectivo con los cadetes. Debemos dirigir la mirada a los formadores de futbolistas. Es bien sabido que salvo Universidad Católica y Huachipato y en menor medida Colo-Colo y Unión Española, el futbol formativo no tiene la prioridad que pudiésemos esperar de cara a nuestro endemoniado presente pelotero. Y no solo eso, fuera de los propios clubes, no existen en Chile escuelas de fútbol dotadas de planes serios y contundentes; salvo excepciones.

Claudio Bravo ha dicho adiós al fútbol profesional. Uno de los mejores guardametas de la historia del futbol nacional y pieza clave de la llamada “Generación Dorada” del fútbol chileno, cuyos orígenes se remontan a la brillante participación de la selección Sub-20 el año 2007 en el mundial de la categoría que tuvo lugar en Canadá, en que sobresalieron, dirigidos por José Sulantay, quienes después fueron jugadores descollantes de la adulta: Mauricio Isla, Gary Medel, Arturo Vidal y Alexis Sánchez. El retiro que el buinense comunicó por sus redes sociales -signo de los tiempos- se suma al de Matías Fernández, José Rojas, Mauricio Pinilla, José Pedro Fuenzalida, Gonzalo Jara, Jean Beausejour y Jorge Valdivia, entre otros estandartes de los bellos tiempos de la roja. De las figuras de aquella selección que resplandeció en Sudáfrica 2010, Brasil 2014 y en las dos copas América que consiguió alzar, pocos se desempeñan hoy a un nivel realmente competitivo, de hecho, solo Alexis Sánchez aún presta sus servicios futbolísticos en Europa, sin embargo, algunos de ellos  figuran en la nómina del equipo de todos para los próximos partidos clasificatorios para la Copa del Mundo 2026, como es el caso de Mauricio Isla, Eugenio Mena y Eduardo Vargas. Todavía, casi veinte años después del inicio del proceso.

¿Cómo arreglamos nuestro torneo? ¿Cómo obligamos a los equipos a invertir en formación de jóvenes? ¿O será que a nuestros jóvenes nacidos ya en el presente milenio no les interesa el fútbol de plano? Tal vez la pelea puede ser difícil al llevarnos a combatir ahí donde más cuesta: alejar a los adolescentes de las pantallas para llevarlos a la cancha. Pero ¿acaso no es una realidad que afecta a todo el mundo?

Sin embargo, el presente es oscuro. Primero en los números, porque marchamos octavos en la tabla de puntuación -solo por encima de Perú y Boliva- con apenas un partido ganado de seis jugados y  únicamente tres goles convertidos; por otra parte, nuestra presentación en la última Copa América fue lamentable, un desastre. Entonces, ya hace rato que sabemos que de la “Generación Dorada” solo quedan los restos y que no hubo un conjunto de jugadores, por lo menos cercanos a su brillo, que recibiera el testimonio para continuar la posta. Eso es lo que nos preocupa.

Así, la roja juvenil (Sub-20) no clasifica a un torneo planetario desde 2013 y la Sub-17, si bien logró sus pasajes al mundial de 2019, tuvo una participación pobre (sólo pudo derrotar a su similar de Haití) Entre los adultos, jugadores con algún talento como Dávila, Maripán, Núñez, Osorio y Suazo pertenecen a equipos más de tercer que de segundo orden del fútbol del viejo continente. El resto del plantel está formado un conjunto de jugadores de correcto desempeño, que difícilmente hubiesen sido seleccionados en los tiempos de la “Generación Dorada”. Y me atrevo a afirmar que tampoco en la gran mayoría de los procesos anteriores.

¿Qué nos pasó?

Creo que el análisis ha sido pobre al respecto. Un diagnóstico y medidas orientadas a frenar la debacle y enfrentar el proceso eliminatorio con convicción y seriedad son imprescindibles. Suele identificarse como causas de la caída libre, a los malos equipos técnicos de la roja, a un torneo local de pésima calidad  y a la falta de trabajo efectivo con los cadetes. Lo primero se corrige recurriendo a los mejores; cuesta dinero, pero es posible. Es más, después de Juan Antonio Pizzi, Ricardo Gareca y su banda, parecen ser lo mejor que hemos tenido y por lo menos su discurso le hace cierto sentido al medio local.

Por otra parte ¿Cómo arreglamos nuestro torneo? ¿Cómo obligamos a los equipos a invertir en formación de jóvenes? ¿O será que a nuestros jóvenes nacidos ya en el presente milenio no les interesa el fútbol de plano? Tal vez la pelea puede ser difícil al llevarnos a combatir ahí donde más cuesta: alejar a los adolescentes de las pantallas para llevarlos a la cancha. Pero ¿acaso no es una realidad que afecta a todo el mundo? No tratemos de compararnos ni siquiera con Colombia o Venezuela, que han demostrado una mejoría histórica sostenida en el tiempo desde hace un par de décadas (en particular Colombia desde mediados de los ochenta; en el caso de Venezuela, la tendencia alcista se expresa en abandonar, al parecer de modo definitivo, un pasado de permanentes últimos lugares) No, con ellos no, porque son países más grandes y poblados. Pero ¿es injusto que nos comparemos con Uruguay y Ecuador? Ciertamente la Celeste ha mostrado un presente que, una vez más, desafía toda lógica tratándose de un país pequeño y los ecuatorianos, cuyo tamaño – país es bien parecido al nuestro, también exhiben hoy los mejores rendimientos históricos de su selección y clubes de liga ¿Es que acaso los muchachos no usan smartphones en esas tierras?

¿Queremos esperar entonces una nueva camada de futbolistas de primerísimo nivel, sentados, mirando como surgen por generación espontánea?  ¿Acaso nadie les ha contado a nuestros dirigentes sobre la entidad del trabajo que desarrollan en la Masia del FC Barcelona? ¿De la  London Football Academy del Chelsea? ¿Del trabajo de extraordinaria calidad que realizan en el Toekomst del Ajax? No hablamos de replicar un modelo, por cierto asociado a sus respectivas realidades económicas y sociales, sino de tomar conciencia de que cualquiera sea el trabajo que se desarrolle, este debe ser mucho más intenso y prioritario si queremos tener la esperanza de que alguna vez pueda surgir una nueva “Generación Dorada” del fútbol chileno.

No, sin duda, no vivimos tiempos de una crisis de adhesión de los jóvenes al juego de la pelota que ponga en jaque su presente o futuro. Aunque muchos prefieran la competencia consola en mano. Por lo mismo debemos dirigir la mirada a los formadores de futbolistas. Es bien sabido que salvo Universidad Católica y Huachipato y en menor medida Colo-Colo y Unión Española, el futbol formativo no tiene la prioridad que pudiésemos esperar de cara a nuestro endemoniado presente pelotero. Y no solo eso, fuera de los propios clubes, no existen en Chile escuelas de fútbol dotadas de planes serios y contundentes; salvo excepciones, como el notable caso del Juventus Academy Chile que sirve, como toda excepción que confirma una regla, para saber de lo que nos estamos perdiendo. ¿Queremos esperar entonces una nueva camada de futbolistas de primerísimo nivel, sentados, mirando como surgen por generación espontánea?  ¿Acaso nadie les ha contado a nuestros dirigentes sobre la entidad del trabajo que desarrollan en la Masia del FC Barcelona? ¿De la  London Football Academy del Chelsea? ¿Del trabajo de extraordinaria calidad que realizan en el Toekomst del Ajax? No hablamos de replicar un modelo, por cierto asociado a sus respectivas realidades económicas y sociales, sino de tomar conciencia de que cualquiera sea el trabajo que se desarrolle, este debe ser mucho más intenso y prioritario si queremos tener la esperanza de que alguna vez pueda surgir una nueva “Generación Dorada” del fútbol chileno.

Y, no dejemos de destacar este extremo, el supuesto fundamental de todo lo anterior es que de verdad queramos que así sea. De lo contrario, pongamos nuestros esfuerzos en formar a los chicos para que compitan en los múltiples torneos de gaming que crecen en el mundo como callampas.

 

*Roberto Rabi González es escritor, abogado de la Universidad de Chile, profesor de Derecho Procesal y Penal e investigador de la Asociación de Investigadores del Fútbol Chileno (ASIFUCH).

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