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Sábado, 2 de Agosto de 2025
[Voces lectoras]

Doscientos años de zapateo: una mirada al valor cultural de la cueca chilena

Christian Spencer

Cueca brava. Créditos: lacuecabrava.cl

Cueca brava. Créditos: lacuecabrava.cl
Cueca brava. Créditos: lacuecabrava.cl

En esta columna, el etnomusicólogo Christian Spencer recorre la historia de la cueca y analiza su impacto en la sociedad chilena. "La cueca no es una sola, es múltiple y sus diversas variantes son una medida de la manera en que chilenos, chilenas y extranjeros viven la cultura de este territorio absorbiendo las formas rítmico-melódicas que entendemos como antiguas o tradicionales". 

“Al salir yo en mi segundo viaje a la República Argentina, Marzo de 1824, no se conocía este baile. A mi vuelta, mayo de 1825, ya me encontré con esta novedad”. Con estas palabras en 1872 el cronista y músico José Zapiola recordaba haber visto por primera vez la zamacueca en Santiago de Chile. Su recuerdo, frágil pero histórico, es la única referencia concreta que tenemos sobre la llegada del baile más importante del país a nuestras costas. Si damos por ciertas las palabras del joven clarinetista y asumimos la continuidad entre zamacueca y cueca, estamos en presencia del Bicentenario de la cueca chilena, género glorioso que nos llegó desde la ciudad de Lima, Perú y en nuestra tierra se desarrolló con nuevos repertorios y pasos.

La estructura métrica de la cueca, formada por versos octosílabos y seguidillas, se utilizó desde el siglo XIX para crear no sólo canciones sino también poemas, declamaciones, saludos, y toda clase de géneros y formatos asociados a prácticas musicales, como himnos, marchas, canciones y otros.

La importancia de la cueca en la cultura nacional es múltiple, pero podríamos sintetizarla en tres grandes aspectos. El primero es el desarrollo de una cultura literaria creativa para la composición poética. Las fuentes muestran que la estructura métrica de la cueca, formada por versos octosílabos y seguidillas, se utilizó desde el siglo XIX para crear no sólo canciones sino también poemas, declamaciones, saludos, y toda clase de géneros y formatos asociados a prácticas musicales, como himnos, marchas, canciones y otros. No es descartable, de hecho, que la tonada sea un desprendimiento de la primera cuarteta de la cueca, vinculada al romance español y al modo octosilábico andaluz de hablar y componer.

Otro aspecto central de este género es su antiguo y nuevo potencial para expandir el baile. De hecho, la mayor parte de lo que se escribió sobre cueca en diarios y revistas en el siglo XIX estuvo centrado en el origen de sus coreografías, esto es, en el uso de los cuerpos, la distribución de los sexos, el uso del pañuelo, el movimiento y la vestimenta. Durante el siglo XX este interés se mantuvo a partir de una sistematización y refinamiento de sus pasos que ahora catalogamos en tres o cuatro secciones -según la zona geográfica del país- como escobillado, valseado y zapateado.

Pero el interés por el baile llegó mucho más lejos. Durante la segunda mitad del siglo XX se instalaron en Chile los campeonatos como estrategia de reconocimiento. Esta práctica dio a luz a una estructura organizacional impresionante lo largo de todo el país que continua hasta hoy en todas las regiones. El sistema de enseñanza y exposición de habilidades para el movimiento del cuerpo establecido en Clubes de Cueca, Clubes de Huasos o de Rodeo es sin lugar a dudas la escuela de baile más importante que ha habido en torno a un mismo género en Chile. Su impacto a nivel regional ha sido mayor que a nivel metropolitano y en escuelas, centro de padres, academias y otros espacios de enseñanza deportivo o artístico también ha tenido amplio impacto. No existe otro género que tenga tal desarrollo. Parte de este impacto se debe también a sus nacionalización en el año 1979, proceso no exento de críticas por su vínculo con la dictadura y la gradual mecanización y disciplina ejercidas sobre el cuerpo de los bailarines, desde entonces menos libre y creativo.

Con la recuperación de la cultura popular chilena en los años 90 y la reaparición de la cueca urbana, a inicios del 2000, se inicia una etapa distinta en el uso de las coreografías. La irrupción del cuerpo femenino -con nuevas formas de movimiento de los pies y el pañuelo- va a venir a transformar algunos de los movimientos verticales característicos del género, haciéndolo más oblicuo y flexible (a ratos exagerado y queer) sin romper su estructura clásica de medias lunas y círculos. El impacto de la mujer va a notarse también en el uso de la voz debido al uso de tonalidades distintas y la aparición de un timbre nuevo que será una variante de la voz nasal en terceras paralelas de las cantoras de rodeo.

Un tercer aspecto de la transformación sociológica y musical de la cueca es precisamente, el canto. Hasta ahora existen pocas personas que se hayan interesado en investigar el impacto que ha tenido la cueca en la formación de cantantes y el desarrollo de nuevas vocalidades a lo largo del país, pero su impacto en la estética folclórica es enorme. Todas las variantes de cueca han sido una escuela de canto -útil para cantar otros géneros- debido a su exigencias y destrezas vocales requeridas.

Con el auge de la cueca urbana, aproximadamente a partir del año 2006, el estilo de canto la rueda y el canto gritado se irán imponiendo gradualmente a lo largo del país, pero de forma paralela al estilo de las cuecas huasas chicoteadas. El estilo, sin embargo, será vocalmente menos agudo que el de las cantoras de rodeo, más pausado y más libre que el de los conjuntos folclóricos regionales y las agrupaciones de campeonato. Los y las cuequeras cambiarán el pulso, la afinación y la tonalidad, abriendo una paleta nueva de colores que quedará plasmada en los más de 100 discos producidos entre 1997 y 2020. Para adaptarse a las necesidades de estilo y repertorio, la escena urbana utilizará nuevos instrumentos y dará mayor espacio a la fusión: conjuntos como Los Santiaguinos, Las Capitalinas o Altamar contrastarán con los estilos huasos tradicionales (como Maihuén de Los Ángeles) y huasos urbanos (como Las Torcazas), empujando una transformación gradual hasta su forma actual basada en el canto a la rueda chilenero, centrino, urbano o bravo.

La investigación de los últimos 20 años muestra que la cueca es mucho más que un medio para fortalecer identidades, es en realidad un paradigma performativo, una manera de tocar-cantar-bailar-componer a través de la cual las diversas generaciones de intérpretes y compositores/as se vinculan con la cultura popular de origen rural, semi rural, o urbano.

¿Qué es la cueca finalmente ? Durante más de un siglo estudiosos, revistas, diletantes y amantes del baile se han hecho esta pregunta respondiendo siempre  de la misma manera: la cueca es un medio para fortalecer la identidad nacional. Sin embargo, la investigación de los últimos 20 años muestra que la cueca es mucho más que un medio para fortalecer identidades, es en realidad un paradigma performativo, una manera de tocar-cantar-bailar-componer a través de la cual las diversas generaciones de intérpretes y compositores/as se vinculan con la cultura popular de origen rural, semi rural, o urbano. Por eso la cueca no es una sola, es múltiple y sus diversas variantes son una medida de la manera en que chilenos, chilenas y extranjeros viven la cultura de este territorio absorbiendo las formas rítmico-melódicas que entendemos como antiguas o tradicionales.



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