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Entre el martes y el miércoles pasados, cientos de beepers y walkie talkies explotaron en las manos y bolsillos de militantes de Hezbolá, en El Líbano, dejando un saldo de 37 personas muertas, cerca de 3.000 heridos -incluido el embajador de Irán en Beirut, quien perdió un ojo-, varios de ellos con mutilaciones genitales, los hospitales colapsados y la población libanesa en estado de pánico.
Pese a que Israel no se adjudicó el atentado, es claro que el país está detrás. Horas después de esos atentados, un misil israelí golpeó un edificio de Beirut donde se encontraba un alto oficial de Hezbolá, quien resultó muerto, junto con una decena de otros militantes de esta entidad pro-iraní que controla el sur de El Líbano, desde donde amenaza la parte norte de Israel. Al cierre de este newsletter se sucedían los ataques de frontera a frontera, y el mundo está atento a la respuesta de Hezbolá, la que puede ser más inmediata de lo pensado.
Para seguir el curso de los acontecimientos, recomiendo el trabajo de Al Jazeera, bajo el título: La guerra de Israel contra Gaza en directo: aumentan los ataques entre Hezbolá e Israel.
El operativo parece sacado de una película de James Bond, pues involucra audaces apuestas de inteligencia y espionaje, necesarias para intervenir los aparatos Gold Apollo taiwaneses destinados a Hezbolá -al parecer desde Hungría-, con el explosivo tetranitrato de pentaeritrito y un mecanismo de calentamiento remoto de la batería de litio que sirvió de detonante, y que permitió la explosión simultánea de estos aparatos.
Sin embargo, pese a la hollywoodense puesta en escena, la película parece carecer de una mayor trama, pues no está claro el impacto estratégico que dicho ataque buscó en el desenvolvimiento de la guerra en Medio Oriente.
Si bien es cierto que Israel tiene por método la búsqueda y destrucción de los líderes enemigos, donde quiera que estos se encuentren, y que el atentado entra en esta doctrina, no está claro que el golpe sea lo suficientemente fuerte como para justificar las consecuencias políticas y diplomáticas del mismo.
Esto, porque este tipo de atentados se consideran indiscriminados -y, por tanto, prohibidos, como crímenes de guerra- en tanto hieren y matan civiles que nada tienen que ver con el conflicto, tal como pasó con este ataque. Además, generan terror en la población, por lo que pueden considerarse terroristas. Todos, cargos que tendrá que enfrentar Israel en las distintas instancias multilaterales.
También es cierto que Benjamin Netanyahu -el premier israelí- está realizando una serie de atentados que califica de preventivos contra las fuerzas pro-iraníes e iraníes de la región, en lo que para muchos es una intención clara de escalar el conflicto, de modo que su permanencia en el cargo se justifique ante los ciudadanos israelíes, quienes se ven cada vez más envueltos en una guerra no solo con Hamás -la entidad palestina pro-iraní que controla la Franja de Gaza y responsable de los ataques del 8 de octubre pasado-, sino en un conflicto regional. De ese modo se impediría realizar cambios y pedir cuentas al líder del país. Algo que, de suceder, podría significar el fin político de Netanyahu y tal vez su encarcelamiento por corrupción.
Al respecto es interesante este análisis de Dalia Sheindlin en Haaretz: Los israelíes deberían ver las imágenes del Líbano con repulsión y miedo, no con alegría.
Si los atentados están destinados a desestabilizar a El Líbano, con el propósito de arrojarlo a una guerra contra Israel, es probable que esto implique el robustecimiento de Hezbolá en la complicada política libanesa, pues la entidad ocupa la zona fronteriza con Israel, y pese a que sus liderazgos han sido diezmados, esta estrategia parece no cortar la emergencia de nuevos líderes, aún más radicalizados, y tampoco parece amedrentar las bases, las que se insuflan aún más con los llamamientos a una guerra santa.
A veces las cosas son más pedestres. Según algunas versiones de prensa, los servicios de seguridad de Hezbolá estaban cerca de detectar la brecha de sus aparatos buscapersonas, por lo que a Israel se le presentó el simple dilema: use it or lose it (úsalo o piérdelo).
Más allá de las intenciones, en los hechos, el ataque echa por tierra los esfuerzos diplomáticos por una tregua tanto en la Franja de Gaza como en la frontera israelí-libanesa, la que sería un inicio de las conversaciones de paz destinadas a encontrar a una salida política a este inveterado conflicto, la que incluso podría ser ya no la creación de dos estados independientes entre sí, sino una confederación que una los estados de Israel y Palestina, como alguna vez fue la Confederación Suiza y como es -en parte- la Unión Europea.
Al respecto, ahce poco salió el artícuño Una solución de Dos Estados que puede funcionar, de Omar M Dajani y Limor Yehuda en Foreign Affairs, la cual, me temo, quedó off side dados los ataques israelíes.
Cualquiera de estas alternativas tendrá que esperar, pues el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, dijo que el atentado era "una declaración de guerra" y que Israel pude esperar una respuesta, frente a un ataque que "excedió todos los límites, reglas y líneas rojas". A la vez, los distintos líderes de la región observan cómo el conflicto escala, a la espera de cuál será la reacción de Irán y sus aliados frente a los ataques.
Las principales declaraciones de este líder político y religioso ayudan a entender el tenor del conflicto, aquí lo que reporta BBC: "Es una declaración de guerra": la respuesta del líder de Hezbolá a la ola de explosiones en Líbano mientras Israel lanza una ofensiva contra el país.
Finalmente, hay una arista industrial que no puede dejar de ser considerada.
Hezbolá había vuelto al siglo 20 en materia de comunicaciones al no confiar en los aparatos digitales que pueden estar intervenidos por las potencias occidentales creadoras de esas tecnologías. De tal modo, los más rústicos beepers y walkie talkies se convirtieron en una opción, en tanto es difícil intervenir sus transmisiones y no requieren de mayor gasto de energía, por lo que pueden usarse con amplia autonomía en zonas despobladas, sin cobertura satelital o de difícil acceso.
Pese a que los aparatos comprados a Gold Apollo fueron revisados por Hezbolá, y estos pasaron por pocas plantas productivas -a diferencia de los celulares, cuyos componentes traspasan fronteras varias veces antes de convertirse en producto final-, al parecer no fue posible evitar una parada en Budapest, donde el Mossad -la agencia de seguridad de Israel- habría tenido empresas tecnológicas de fachada desde donde se introdujo el explosivo y el mecanismo detonante.
Con esto, lo que muchos analistas temen es que el episodio acelere el proceso de desacople industrial de las grandes potencias… y de las no tan grandes, promoviendo un nacionalismo económico-industrial, por razones de seguridad, que podría ralentizar -o revertir, si el conflicto crece- la globalización, encareciendo la producción de bienes que hasta ahora han sido baratos, masivos y de uso universal.
Al respecto, recomiendo el newsletter DealBook de Andrew Ross Sorkin en The New York Times, titulado Atentado a la cadena de suministro.
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- El bombardeo con buscapersonas contra Hezbollah fue asombroso. ¿Hará que Israel sea más seguro? no por mucho tiempo, el artículo de opinión de Jonathan Freedland en The Guardian.
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