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Jueves, 17 de Julio de 2025
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China, Estados Unidos y la democracia

Andrés Almeida

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Foto: The Guardian
Foto: The Guardian

La Cumbre de la Democracia de Joe Biden, a la que no estuvieron invitados China, y la respuesta diplomática china inician tal vez una nueva fase ideológica entre ambas potencias.  

Este artículo es parte del newsletter exclusivo La Semana del pasado domingo 12 de diciembre, y ahora se comparte para todos los lectores.

La competencia global por la hegemonía mundial entre China y Estados Unidos parece estar entrando en una fase ideológica.

Al menos eso se deduce de la Cumbre por la Democracia citada por Joe Biden -en la que se congregaron 110 países bajo su paraguas, entre los cuales no estaban invitados China ni Rusia- y de la respuesta de los chinos frente a esta ofensiva diplomática estadounidense, quienes hicieron la alta apuesta de intentar redefinir lo que es democracia.

Véase del lado que se vea, la democracia no parece salir muy bien parada.

En el caso de la apuesta de Biden, el problema corre por la lista de invitados, la que incluye a países cuyos líderes tienen dudosas credenciales democráticas, como el Brasil de Jair Bolsonaro, las Filipinas de Rodrigo Duterte, o la Polonia de Mateusz Morawiecki, cuya presencia no se explica sino por su alianza con Estados Unidos, del mismo modo que las ausencias de El Salvador, Guatemala o Hungría, se explican por la animadversión del Departamento de Estado estadounidense más que por los grados (reales) de autoritarismo de sus líderes. Al respecto, es interesante este artículo de Iker Seisdedos en El País: La lista de invitados a la Cumbre de la Democracia pone en aprietos a Biden.

Lo de China es aún más complejo, pues, si la apuesta de Biden es inconsistente con la realidad política de sus invitados, la carta de Xi Jinping resulta una maroma. Básicamente, los chinos están diciendo que la democracia “electoral” es solamente una forma de democracia, y que el Partido Comunista Chino (PCCh) ha llegado a otra.

“[El sistema de China] ha alcanzado democracia de proceso y democracia de resultados, democracia procedimental y democracia sustancial, democracia directa y democracia indirecta, y la unidad de la democracia del pueblo y la voluntad del país”, dice Xu Lin, subdirector del departamento de propaganda del Comité Central del PCCh, en un artículo de Keith Bradsher y Steven Lee Myers en The New York Times (en español), titulado China dice que es una democracia, antes de la cumbre de Biden.

Respecto de la democracia estadounidense, amenazada por el proyecto de Donald Trump, recomiendo leer ¿Criticar a Biden pone en peligro la democracia? donde Jason Linkis aborda la discusión que ha habido en la prensa estadounidense sobre su rol en fiscalizar al mandatario demócrata, quien enarbola la bandera de la democracia en el frente interno (Trump) y en el externo (China y Rusia), pero que -al final es un presidente estadounidense- no está exento de pulsiones autoritarias.

En cuanto a a China, es importante conocer que el primer fin de semana de diciembre, el gobierno chino publicó un libro blanco de 55 páginas en inglés, titulado China; democracia que funciona. Un esfuerzo de propaganda que tuvo correlato en Chile, pues el pasado miércoles 8 de diciembre apareció un inserto pagado por el Grupo de Medios de China en El Mercurio que se titula ¿Qué es la democracia buena y verdadera? Un vistazo a la democracia de China, donde se afirma que “la democracia es diversa y el mundo es multicolor. La práctica exitosa de la democracia china demuestra firmemente que la democracia al estilo occidental no es la única y completa forma de democracia humana, y Occidente no tiene derecho a definir ni juzgar la democracia”.

China fue más allá, y el jueves 9 de diciembre publicó a través de su agencia de noticias Xinhua un nuevo largo texto de 31 páginas, titulado El estado de la democracia en los Estados Unidos, el cual hace una aguda crítica a la democracia de ese país, considerando -entre otras cosas- su sumisión al “juego de la política monetaria”, el gobierno de “elites minoritarias”, la “vetocracia” instaurada en el sistema de contrapesos, la crisis de confianza, el motín del Capitolio, el “racismo arraigado”, el trágico mal manejo de la pandemia”, la ampliación de la brecha de riqueza, y la libertad de expresión, “sólo de nombre”, dada la concentración de la propiedad de los medios y el fenómeno de Facebook.

Por muy agudas que sean las críticas de China a la democracia de Estados Unidos, y por muy innovadoras que sean sus ideas sobre la teoría democrática (lo que es discutible), ninguna de estas cosas se concilia bien con sus prácticas hacia sus propios ciudadanos, habiendo montado sofisticados sistemas de censura y vigilancia, y aplastando derechos humanos en zonas como Hong Kong, o la Región Autónoma Uigur de Sinkiang. ¿Entonces por qué este esfuerzo de propaganda?

Aparte de la evidente estrategia de quitar brillo a la cumbre de Biden, el profesor Sun Peidong, académica de la Universidad de Cornell, quien investiga la historia social y cultural de la China posteriormente a 1949, dice que “los esfuerzos de China para redefinir la democracia son parte de sus guerras de influencia”, con lo que busca “ganar autoridad y silenciar a sus críticos, para ganar mentes y corazones", en especial dentro de China. Dicho de otra forma, busca revestir el modelo autoritario con una retórica que lo legitime. Esto aparece en el artículo de Quartz China quiere redefinir la democracia, donde Mary Hui aborda las implicancias de esta estrategia política en China.

Por su parte, Christian Shepherd de The Washington Post en China trollea la cumbre de Biden con chistes sobre Harry Potter y declara ser una democracia, aborda los efectos de esta campaña tanto a nivel interno como externo, por parte de China. 

El medio estadounidense acude a Charles Parton, un ex diplomático británico, para abordar la analogía planteadas por los chinos, donde Estados Unidos sería como Voldemort, el antagonista de la popular saga. Según Parton, los mensajes de propaganda china pueden parecer ineficaces para los observadores occidentales, pero tocarán la fibra sensible de la audiencia nacional prevista de Beijing y ayudarán al líder chino Xi Jinping a legitimar su monopolio del poder. “Le está diciendo al pueblo chino que 'somos los mejores [...] La cumbre es el detonante, pero en general, China está dispuesta a disminuir el poder ideológico de Estados Unidos porque hacerlo aumenta el suyo”, dice el ex diplomático.

Pese a que la broma puede ser para consumo interno, para Parton, un miembro asociado del Consejo de Geoestrategia, un think thank británico, “hace una década, la ambición de China de cambiar las estructuras políticas del mundo era menos clara, pero ahora creo que realmente quieren cambiar el mundo a nivel ideológico”.

En el ya citado artículo de The New York Times, se explican otras razones de política exterior. Si bien “es poco probable que cualquier país democrático quede persuadido por el modelo chino”, es posible que los políticos del país “cuenten con que su mensaje encontrará audiencia en algunos países que están desilusionados con la democracia liberal o con críticas hacia el liderazgo de Estados Unidos, ya sea en América Latina, África o Asia, incluida China”.

Finalmente -como estamos en el campo ideológico- me encontré un artículo de julio de The New York Times (en español) que me parece relevante de traer a este newsletter. Se trata de Mao inspira a la generación Z de Chinadonde Li Yuan observa como las tensiones sociales y generacionales de un país fuertemente desigual -pese a su socialismo- se están encausando -y complicando al gobierno- a través de un ideario e imaginario proporcionado por la historia ortodoxa del país; el ímpetu revolucionario e inconformista de Mao Zedong, el fundador del Partido y el Estado chino.

"En una China moderna que lucha contra la creciente desigualdad social, las palabras de Mao justifican la ira que muchos jóvenes sienten hacia una clase empresarial que consideran explotadora. Quieren seguir sus pasos y cambiar la sociedad china, y algunos incluso han hablado de violencia contra la clase capitalista si es necesario”, se apunta en el artículo.

Con la colaboración de Joaquín Riffo.

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