Hace tres días se cumplieron 100 años desde el intento de golpe de Estado realizado por Adolfo Hitler y su naciente movimiento nacionalsocialista en Múnich en 1923. El “putsch” -que pretendía emular la exitosa ‘Marcha sobre Roma’ de Benito Mussolini- fracasó, y Hitler terminó en la cárcel donde escribió el libro ‘Mi Lucha’.
Si bien las circunstancias actuales son muy distintas, un siglo después de esos hechos nuevamente la ultraderecha alemana parece amenazar el equilibrio democrático de ese país, tal como ocurrió durante la República de Weimar.
Hace una década, en febrero de 2013, se fundó el partido AfD (Alternativa para Alemania), que partió recogiendo a los llamados ‘euroescépticos’, y que pronto evolucionó hacia discursos anti inmigrantes, lamentos por una supuesta pérdida del sentido nacional germano y, más delicado aun, tratando de relativizar las culpas históricas del nazismo y el holocausto judío.
Nada de eso era, desde luego, algo nuevo. Sólo que en las siete décadas que siguieron al fin de la Segunda Guerra Mundial eran pensamientos que los alemanes que vivieron el nazismo callaban, y que las nuevas generaciones veían como inconcebibles.
De manera silenciosa pero veloz, todo ello cambió en los últimos 10 años.
El año de su fundación, la AfD obtuvo 4,7% de los votos en la elección federal. Al no llegar al 5% mínimo, no obtuvo representación parlamentaria. Pero en 2021 logró 10,3%, conquistando 83 de los 735 cupos parlamentarios.
Hasta hace unos pocos años muchos analistas creían que el auge de la derecha populista y nacionalista se iba a circunscribir a los antiguos estado de la ex Alemania comunista. Pero dos votaciones regionales este año causaron alarma.
Y en algunos estados federales, sobre todo en lo que era la antigua República Democrática Alemana, han logrado votaciones sobre el 20%. En el parlamento de Sajonia-Anhalt la AfD es el segundo partido más grande detrás del CDU, el tradicional partido de centro derecha al que pertenece Angela Merkel. Aunque está en la oposición en casi todos los estados federales, ello se debe más a que la derecha tradicional ha preferido hacer alianzas con los Verdes y la Socialdemocracia (SPD) para formar gobierno. Es el caso de Sajonia, donde la AfD tiene 35 escaños, sólo detrás de los 45 de la CDU, pero donde el partido de Merkel decidió aliarse con los dos partidos de centroizquierda.
Hasta hace unos pocos años muchos analistas creían que el auge de la derecha populista y nacionalista se iba a circunscribir a los antiguos estado de la ex Alemania comunista. Pero dos votaciones regionales este año causaron alarma.
En Baviera, el estado más rico de Alemania, la AfD obtuvo 14,6% en las elecciones realizadas el pasado octubre, convirtiéndose en la tercera fuerza de esa región. Los tres partidos que conforman la actual colación de gobierno del canciller Olaf Scholz -el SPD, los Verdes y el Partido Liberal (FDP)- sufrieron una drástica caída en la votación, y el FDP ni siquiera logró entrar al parlamente bávaro.
Algunos analistas creen que, a futuro, Baviera podría ser una región donde la derecha tradicional finalmente se aliará con la AfD. La conservadora Unión Social Cristiana (CSU) ha gobernado en Baviera ininterrumpidamente desde el fin de la II Guerra Mundial. Sin embargo, en los últimos 20 años su apoyo electoral ha caído, pasando de apoyos de hasta 60% en los años 60, 70 y 80, a 37% en los comicios de octubre. La CSU se mantiene en el poder en Múnich gracias a su coalición con los Freie Wähler (Votante Libres), un partido conservador y regionalista.
Más sorprendente que los resultados en Baviera, fueron los del estado de Hesse realizados también a inicios de octubre. Por primera vez en un estado de Alemania occidental, la AfD logró ser el segundo partido más votado con 18,4% de los votos. En Hesse está Frankfurt, la capital financiera de Alemania.
La aspiración de Höcke y la AfD no es solo influenciar políticas, sino que derechamente llegar al poder y cambiar el rumbo político y social de Alemania. En un encuentro partidista en 2016, afirmó a sus camaradas: “El Flanco es una garantía para que este partido, nuestro partido, siempre sepa, y que en consecuencia actúe y viva según ello, de que somos la última chance evolutiva y pacífica para nuestra querida patria”.
Varias encuestas nacionales publicadas por la prensa alemana muestran que el fenómeno de la ultraderecha va en auge y comentaristas creen que es cuestión de tiempo de que la AfD llegue a gobernar un estado e, incluso, a futuro integre una coalición de gobierno federal.
En marzo de 2020, el Tribunal Constitucional alemán declaró que una corriente dentro de la AfD, llamada “Der Flügel” (El Flanco), tiene “una sólida intención extremista de derecha que atenta contra el orden democrático y libre”. Ello significó que sus miembros eran vigilados por los servicios de inteligencia. La AfD disolvió oficialmente a ‘El Flanco’, pero ciertamente sus ideas siguen ganando adeptos.
¿Un nuevo nacional-socialismo alemán?
‘El Flanco’ fue fundado por Björn Höcke, el líder de la AfD en el estado de Turingia. En la última elección federal, el partido de ultraderecha logró 22 escaños, siendo el segundo partido después de die Linke (‘La Izquierda´), que tiene 29 escaños. Actualmente, el gobierno regional está compuesto por una coalición de centroizquierda integrada por el Die Linke, el SPD y los Verdes.
Sin embargo, las elecciones regionales del próximo año podrían llevar al AfD al gobierno. Si el SPD y los Verdes no logran superar la barrera del 5%, algo que dada la impopularidad del gobierno en Berlín no se puede descartar, la AfD necesitaría 40% de los votos para formar gobierno en solitario. Los sondeos actuales, según Der Spiegel, le dan una intención de voto entre 34 y 37%.
Höcke es uno de los líderes más directos y francos de la AfD. En noviembre de 2021 perdió su inmunidad parlamentaria después de terminar un discurso con la frase: “Todo por Alemania”. Este era uno de los lemas de la SA, el temido grupo paramilitar nazi en los años 20 e inicios de los 30.
Declarado enemigo de la inmigración ha lamentado la “africanización” de Alemania. En 2017 declaró: “Estimados hombres jóvenes africanos: no hay futuro y hogar para ustedes en Alemania y Europa”.
Höcke ha hecho llamados para recuperar las “virtudes prusianas” y aboga por una política de familia que promueva que las parejas alemanas tengan tres hijos. Ha exigido poner fin a políticas de género inclusivas, que él ha tildado de “experimentos sociales (que socavan) el orden de género natural”. En posturas que recuerdan algunas prácticas nazis, se opone a la creciente integración de niños con capacidades diferentes en las escuelas alemanas. Asegura que deben ir a colegios distintos.
“Con el bombardeo de Dresde [febrero de 1945] y otras ciudades alemanas lo que se buscó era nada menos que robarnos nuestra identidad colectiva”, afirmó Höcke en un encuentro en Sajonia. “Nos quisieron destruir de raíz, quisieron cortar nuestras raíces. Y junto a la reeducación sistemática que se emprendió después de 1945 casi lo lograron”.
La aspiración de Höcke y la AfD no es solo influenciar políticas, sino que derechamente llegar al poder y cambiar el rumbo político y social de Alemania. En un encuentro partidista en 2016, afirmó a sus camaradas: “El Flanco es una garantía para que este partido, nuestro partido, siempre sepa, y que en consecuencia actúe y viva según ello, de que somos la última chance evolutiva y pacífica para nuestra querida patria”.
Derrota, no liberación.
“Con el bombardeo de Dresde [febrero de 1945] y otras ciudades alemanas lo que se buscó era nada menos que robarnos nuestra identidad colectiva”, afirmó Höcke en un encuentro en Sajonia. “Nos quisieron destruir de raíz, quisieron cortar nuestras raíces. Y junto a la reeducación sistemática que se emprendió después de 1945 casi lo lograron”.
La líder nacional de la AfD, Alice Weidel, comparte esta visión histórica. En una entrevista televisiva en septiembre pasado aseguró que el fin de la II Guerra Mundial no fue la liberación del nacionalsocialismo, sino “la derrota de Alemania”.
Este visión histórica no es nueva, pero hasta ahora estaba limitada a debates intelectuales dentro de Alemania y no era defendida públicamente en el debate político. 1945 como el año de la liberación del yugo nazi para la propia Alemania ha sido la versión oficial por varias décadas. De hecho, el filósofo alemán Jürgen Habermas contribuyó a ella al elaborar la idea del “patriotismo constitucional”, de la cual se derivaba la idea de post II Guerra Alemania se había convertido en un país profundamente democrático al adherir a los principios rectores de su nueva Constitución. Pero otros pensadores, en especial historiadores ingleses, estadounidenses y rusos, adhieren a la idea de la derrota total alemana. Después de todo, argumentan, la Alemania nazi luchó hasta que Berlín quedara en escombros.
¿Prohibir la AfD?
Según reportes de prensa, amplios sectores de la AfD creen en una solución violenta para tomar el poder. Algo de ello se vio cuando en diciembre pasado se descubrió un complot de ultraderecha para asaltar el parlamento en Berlín. Compuesto por aristócratas y ex jefes militares, el frustrado intento también contó con la participación activa de Birgit Malsack, diputada nacional de la AfD. Según se supo, ella recorrió con ex militares implicados las instalaciones del Congreso para elaborar el plan de asaltarlo y secuestrar a varios políticos.
De momento, el dique que mantiene a raya a la ultraderecha es la CDU, que se ha negado a aliarse con ellos, a diferencia de lo que ha sucedido en España donde el Partido Popular sí ha hecho coalición con la ultraderecha de Vox.
La creciente radicalización y popularidad de la extrema derecha ha generado temor en los sectores más moderados y ha llevado a la idea de prohibir a ese partido. Las opiniones al respecto están divididas. Mientras algunos políticos como Marco Wanderwitz (CDU) temen que se puede repetir la historia de los años 20 del siglo pasado, otros creen que tomar medidas tan drásticas podría aumentar aún más la popularidad de la extrema derecha.
En conversación con Der Spiegel, el ex Presidente del Tribunal Constitucional de Alemania, Andreas Vosskuhle, asegura que alrededor de un 10% de la sociedad alemana tiene una visión del mundo que es claramente de extrema derecha. Un 60% de la población está con el sistema actual y otro 30% es gente decepcionada, enojada, escéptica. ”Al prohibir a la AfD uno aleja a este sector del debate público y probablemente lo aleja aún más del modelo democrático”, afirma el constitucionalista.
En todas las encuestas políticas realizadas este año, la AfD aparece sólidamente como el segundo partido más popular (en torno a 22% a nivel nacional) después de la CDU (en torno a 30%).
De momento, el dique que mantiene a raya a la ultraderecha es la CDU, que se ha negado a aliarse con ellos, a diferencia de lo que ha sucedido en España donde el Partido Popular sí ha hecho coalición con la ultraderecha de Vox.
El diputado federal Marco Wanderwitz (CDU) incluso está a favor de prohibir a la AfD, basándose en la legalidad existente: partidos que hagan apología del nazismo o que nieguen el Holocausto pueden ser constitucionalmente disueltos. En una entrevista con la revista Der Spiegel, Wanderwitz sostuvo que es probable que en 20 o 30 años uno se pregunte “si tratamos todo para evitar lo peor, mientras aún estábamos a tiempo”. La referencia se remonta a la historia alemana de los años 20, cuando el auge del nazismo fue minimizado por muchos partidos tradicionales, incluyendo conservadores.
Algunos analistas creen que ello podría ocurrir mucho antes. “Así como van las cosas, en 10 años no se puede descartar que la ultraderecha llegue al poder”, sostuvo el diario TAZ. Es decir, en 2033, justo al cumplirse un siglo de la victoria electoral que catapultó al nacionalsocialismo al poder.
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