Al más puro estilo del ataque al capitolio de Estados Unidos, incentivado por el entonces presidente Donald Trump, Brasil vivió este domingo el intento de golpe más violento en años de democracia en su capital administrativa, Brasilia.
Durante la tarde de este 8 de enero, miles de partidarios del ex presidente de ultraderecha, Jair Bolsonaro, marcharon por la ciudad de Brasilia desde el Cuartel General del Ejército, ubicado a nueve kilómetros del lugar donde está la sede del Ejecutivo, el Palacio de Planalto, además de la sede del Congreso y el Tribunal Supremo, los tres lugares que fueron atacados por la turba de manifestantes. Al llegar al lugar conocido como la Plaza de los Tres Poderes, los bolsonaristas comenzaron a empujar las vallas papales y asaltaron los tres edificios.
Los bolsonaristas llevaban días acampando en el Cuartel General en Brasilia, así como lo han hecho los seguidores del ex presidente en otras ciudades de Brasil, pidiendo la intervención militar para no reconocer el triunfo electoral de Luiz Inácio Lula da Silva. Una actitud en continuidad con la de su líder, Jair Bolsonaro, quien ya antes de la elección había puesto en duda en variadas ocasiones el sistema electoral brasileño y que viajó a Estados Unidos para evitar entregar el mando a Lula en una ceremonia, el 1 de enero de este año.
A pesar del reconocimiento de las instituciones y también mundial que tuvo la elección de Lula, Bolsonaro plantó la semilla de la duda entre sus seguidores, que no dejan de ser una fuerza potente al haber obtenido casi la mitad de los votos.
Los seguidores de Bolsonaro se niegan a aceptar la derrota de una reñida elección presidencial, que finalizó con un 51% de los votos para Lula y un 49% para Bolsonaro, a fines de octubre del año pasado. El entonces presidente guardó un largo silencio tras conocerse los resultados, para luego interponer un recurso para anular parte de los sufragios en el Tribunal Electoral, recurso que fue denegado y que además impuso una multa de cerca de 4 millones de dólares a Bolsonaro, por actuar “de mala fé”, según señaló el tribunal.
A pesar del reconocimiento de las instituciones y también mundial que tuvo la elección de Lula, Bolsonaro plantó la semilla de la duda entre sus seguidores, que no dejan de ser una fuerza potente al haber obtenido casi la mitad de los votos del padrón electoral.
Finalmente, después de protestas en diversas ciudades del país y una masiva campaña por redes sociales, este domingo los manifestantes entraron a la fuerza a los edificios de gobierno, legislativo y judicial, vestidos con poleras verdes y amarillas y algunos con la bandera como capa. En los inmuebles destruyeron escritorios, ventanas, obras de arte, documentos y generaron barricadas al interior de oficinas. Al mismo tiempo, se enfrentaron con fuerzas de seguridad de los centros de gobierno y a la policía, que trató de dispersar con gases lacrimógenos a los manifestantes.
Tras varias horas de violentas manifestaciones, la policía federal pudo controlar la situación. Mientras algunos medios hablan de 150 detenidos, otros calculan que hay más de 200.
Ya al inicio del ataque a los edificios, el presidente brasileño decretó la orden de intervención de la policía federal para controlar este intento de golpe de estado, que buscaba derrocarlo ya después de una semana de haber asumido el poder. En parte, esa es la principal diferencia con el ataque al Capitolio ocurrido en enero del 2021, incentivado por Donald Trump, que buscaba interrumpir la labor legislativa e impedir la ascensión de Joe Biden. Otro punto relevante, que algunos analistas creen que podría darle mayor gravedad a lo ocurrido este domingo, es que en Brasil fueron atacados los edificios de los tres poderes del Estados, mientras que en Estados Unidos sólo fue objeto de la turba trumpista el edificio del Congreso.
“Y vamos a descubrir quienes son los financistas de los que fueron hoy a Brasilia, y todos pagarán con la fuerza de la ley”, publicó el mandatario de Brasil.
Lula, en su cuenta personal de Twitter, calificó el evento como una “barbarie” y calificó a quienes atacaron los edificios de los tres poderes del estado como “fascistas”.
“Quien haya hecho esto será encontrado y castigado”, afirmó Lula, para luego agregar que no había “precedente en la historia del país de algo como lo ocurrido hoy. Por eso deben ser castigados”.
“Y vamos a descubrir quienes son los financistas de los que fueron hoy a Brasilia, y todos pagarán con la fuerza de la ley”, publicó el mandatario.
Tras el ataque, partidarios de Bolsonaro salieron a reprochar el ataque, a pesar de haber alentado las protestas en los cuarteles durante estos últimos meses.
“Este movimiento en Brasilia hoy es una vergüenza para todos nosotros y no representa a nuestro partido, no representa a Bolsonaro”, ha declarado en un vídeo el líder del Partido Liberal, Valdemar Costa Neto, donde milita Bolsonaro.
Mientras que Lula, desde la zona de Araraquara observó el ataque y ordenó las medidas para detener los violentos asaltos, Bolsonaro guardó silencio por horas sobre lo ocurrido, hasta pasadas las nueve de la noche. A esa hora, publicó desde su cuenta de Twitter: “Las manifestaciones pacíficas, conforme a la ley, son parte de la democracia. Sin embargo, las depredaciones e invasiones de edificios públicos como las ocurridas hoy, así como las practicadas por la izquierda en 2013 y 2017, escapan a la regla”.
Toda la actitud que por meses ha mantenido Bolsonaro respecto a poner en duda la legitimidad del sistema electoral y de los resultados de las últimas presidenciales, además de su tardía reacción ante los hechos de este domingo, ponen el foco en él y su familia como posibles sospechosos tras el financiamiento de miles de manifestantes, que por dos meses se han mantenido instigando un golpe de estado frente a recintos militares. Es por eso que rápidamente sus aliados políticos han salido a condenar lo ocurrido, sin alterar el discurso contradictorio de apoyar la continuidad de las protestas frente a los cuarteles.
“Lo que hicieron los alborotadores de Brasilia, por patéticos que parezcan, fue gravísimo. Los líderes de la manada deben ser identificados, investigados y sancionados con todo el peso de la ley", señaló en una editorial el medio Folha de Sao Paulo.
“La oposición debe hacerse de manera democrática, respetando la ley y las instituciones. Los invasores deben retirarse de los edificios públicos antes de que la situación empeore”, publicó en Twitter el ex ministro de Bolsonaro y actual senador, Sergio Moro, quien llevó la causa por supuesta corrupción como fiscal en contra de Lula, hace unos años.
“Lo ocurrido este domingo en Brasilia es el momento que tanto han temido durante meses los demócratas brasileños porque el ya expresidente Bolsonaro ha mantenido un discurso de ataque sistemático contra el sistema de votación y las autoridades electorales de manera que tanto el uno como las otras están notablemente desacreditados ante sus seguidores”, señala El País de España.
Bolsonaro apenas ha publicado su declaración en Twitter, mientras mantiene su estadía en Florida, Estados Unidos, zona con fuerte presencia de republicanos y partidarios de Trump.
“Lo que hicieron los alborotadores de Brasilia, por patéticos que parezcan, fue gravísimo. Los líderes de la manada deben ser identificados, investigados y sancionados con todo el peso de la ley. Eventuales financiadores y simpatizantes instalados en cargos públicos, ídem, con agravantes”, publicó en una editorial el Folha de Sao Paulo, uno de los diarios con más circulación del país.
Comentarios
El único argumento político
Es algo increíble pero no
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