-Ustedes nos enseñaron a luchar con este tipo de herramientas. Ustedes nos enseñaron a marchar -acusaba, dolido, Julio Gálvez, presidente del Sindicato SewelI Mina, al intendente santiaguino Julio Stuardo.
Bloqueo
Cuando a las 15 horas, los huelguistas reagrupados en Buin, -luego de una "colación" de sandwichs preparados por mujeres que los acompañaban, huevos duros, bebidas y café- iniciaron la marcha a la capital, no vislumbraban el suceso que más tarde sería calificado como "la mayor represión policial de los últimos años".
Gritando consignas alusivas al "gobierno de los trabajadores"; con carteles. banderas chilenas y cantos amenizados por un trompetista que se convirtió en la vedette de la manifestación, la marcha recorrió apenas cinco kilómetros. Un impresionante despliegue policial esperaba en el puente sobre el río Maipo. Tres tanquetas, cinco motoniveladoras de Vialidad, dos furgones, dos carros lanza agua, cuatro micros y tres jeeps con carabineros interceptaban el camino.
El clima de tensión y el deseo de avanzar “suceda lo que suceda” cundía entre los mineros. Parlamentarios de oposición, acompañados por el secretario general de la CUT Provincial Santiago, Manuel Rodríguez, se jugaban las últimas cartas para evitar el enfrentamiento. A un kilómetro de la columna de manifestantes se desarrollaba el diálogo de sordos con el coronel Corrales, jefe de la fuerza policial, y más tarde, con el intendente Stuardo:
-Pedimos permiso para pasar -explicó el diputado nacional, Hermógenes Pérez de Arce-. Es un derecho que nos da la Constitución.
-Úsenlo, pero yo no los dejaré, respondió el coronel Corrales. Cumplo órdenes del Gobierno como siempre lo he hecho.
-Queremos hablar con algún representante del Ministerio del Interior porque aquí puede pasar algo muy grave-, solicita el parlamentario. Deseamos evitar un conflicto mayor. Entiéndalo desde el punto de vista humano. Cuando existe un conflicto que lleva más de 50 días, hay que imaginar el estado de ánimo de la gente.
-Lo entiendo, pero cumplo órdenes solamente-, fue la última respuesta.
Se rumoreaba la presencia del intendente de Santiago, mientras el nerviosismo y la impotencia se apoderaba de los dirigentes de oposición. Tras un micro de Carabineros, apoyado en el puente se encontraba Stuardo. Inmediatamente acosado, aceptó recibir a representantes de los mineros. Afirmó:
-Es una marcha ilegal. No está autorizada en el fondo ni en la forma.
-El derecho de tránsito, de desfilar, no necesita autorización-, le replicó Rodríguez. Respuesta:
-El alegato de derecho hágalo por escrito. Si es manifestación pacífica se disolverá de la misma forma. De lo contrario actuaremos con severidad.
-Si nos quieren provocar sabremos responder-, le señaló el minero Gálvez.
Gritando consignas alusivas al "gobierno de los trabajadores"; con carteles. banderas chilenas y cantos amenizados por un trompetista que se convirtió en la vedette de la manifestación, la marcha recorrió apenas cinco kilómetros. Un impresionante despliegue policial esperaba en el puente sobre el río Maipo.
Argumentando que la marcha "está inmersa en un contexto sedicioso", que alteraría el orden público, el intendente dio por terminadas las conversaciones. Una hora y media sin resultados positivos. Así, a las 17 horas se puso en movimiento el aparato represivo de Carabineros.
Sobre el río
Un tractor y barricadas hechas con tambores de alquitrán y neumáticos -a 300 metros del puente Maipo- defendían a los mineros. Miles de policías uniformados, distribuidos en la carretera y los cerros, apoyados por fusiles ametralladoras, tanquetas y potentes disuasivos químicos, completaban el escenario donde se libró lo que más parecía una cruenta guerra que una manifestación gremial.
Un toque de corneta se escuchó en el sector sur. Sobre los mineros caían simultáneamente más de cien bombas lacrimógenas. La atmósfera se hacía irrespirable. Ambos sectores en pugna huían por los flancos para tomar aire. Pero Carabineros cerró el cerco. A través de los potreros, el Grupo Móvil puso en práctica todo su poder. Cerca de la línea férrea y en los faldeos del cerro se escuchaban violentas detonaciones de dinamita. Los pasajeros del tren "Flecha" de Concepción presenciaban la tragedia.
El convoy incendiado -otro proveniente de Santiago logró devolverse- fue detenido porque "en los momentos de espera, los mineros se abrieron demasiado, alcanzando la línea", aseguró más tarde el dirigente Emilio Torres.
-De pronto una tanqueta giró y disparó contra el tren-, dijo Ignacio Grez, sacerdote jesuita.
-Los mineros lanzaron dinamita-, fue la versión de un carabinero.
Mujeres con criaturas semi asfixiadas, hombres con maletas y niños escapaban del lugar ayudados por la fuerza policial y huelguistas. Mientras, a las ocho de la noche, se escuchaban explosiones de bombas en los campos. Perseguidos con tanquetas y luces de bengala, los mineros se limitaban a insultar al Gobierno.
Misión cumplida
-A nado, atravesando potreros y. saltando cercos; cruzando caminos transversales y la mayoría en movilización particular, después de replegarnos en Buin, superamos la barrera policial-, dijo el dirigente Milton Puga. Después de un breve paso por San Bernardo, donde temimos sufrir una encerrona, nos concentramos en la sede de la CUT Provincial, agregó.
Al mediodía de la mañana del viernes pasado, los hombres de cascos amarillos, verdes, rojos, azules y blancos inundaban la cuadra de República con Alameda. Bajo la lluvia que había comenzado a caer en la ciudad, el lugar se estremeció por algunos estallidos de dinamita. Bombas lacrimógenas terminaron con el pequeño incidente entre mineros y trabajadores del Tren Metropolitano.
Más tarde, con la promesa del presidente Allende, de recibir a los dirigentes de El Teniente y bajo resguardo policial, se inició la marcha que culminó en la sede del PDC.
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