Un 19 de abril de 1925 varios de jóvenes liderados por David Arellano decidió fundar un club distinto a los existentes hasta ese momento en Chile. Distinto de Magallanes, su club, del cual se retiraron. Querían devolverle al fútbol su espíritu popular y su pasión irracional. Así nació Colo-Colo, el “eterno campeón”, el “equipo del pueblo”. Cien años después ¿qué ha sido de esa chispa tantas veces amenazada por la burocracia, los intereses económicos y las crisis deportivas?
El Centenario es entonces un evento muy especial, en particular tratándose de un club cuya fecha de nacimiento, a diferencia, por ejemplo, de su archirrival, la Universidad de Chile, es absolutamente consensuada y se ha celebrado como tal desde el comienzo. Es un momento que obliga a mirar hacia atrás, identificando los episodios de dicha, que han convertido a esta escisión de la Academia en el club de fútbol más exitoso de nuestro medio, en el cual brillaron ídolos como el propio Arellano, “Cua Cua” Hormazábal, Carlitos Caszely, Barticciotto o Esteban Paredes. También a recordar hitos como la obtención de la Copa Libertadores en 1991 o la campaña heroica en dicha competición en 1973. Pero sin dejar de evaluar el presente y el futuro. ¿Qué significa ser colocolino hoy? ¿Está cuidando el hincha el valioso legado de sus colores?
El actual momento del club es contradictorio. Por un lado, Colo-Colo sigue siendo el equipo más popular de Chile, con una hinchada multitudinaria, integrada entre otros -entre muchos- por personas que generan episodios indeseables de delincuencia. Una hinchada, por cierto, bastante exitista y mal acostumbrada a ganar. Con todo, han logrado cierta estabilidad institucional luego de años de turbulencias. Pero el actual plantel dista bastante de ser uno de antología, uno propio del centenario. Sin duda se trata de un mal transversal en nuestro medio, que cruza a todos los clubes, pero no por ello es menos notorio y lamentable, sobre todo para quienes dicen ser los más grandes. Así, en la medida que la irregularidad futbolística persiste, sin ir más lejos en su último partido por Copa Chile empataron sin goles con Santiago Wanderers, dejando en la incertidumbre la clasificación para la siguiente etapa del tradicional torneo; podría afirmarse que el equipo aún no logra consolidar un proyecto que combine identidad, competitividad y desarrollo.
Es imposible hablar del presente albo sin detenerse en su modelo de gestión. La concesión a Blanco y Negro S.A. ha sido, en los hechos, un experimento fallido. El discurso que justificó la privatización del club en 2005 (profesionalizar la administración, ordenar las finanzas, modernizar el fútbol) nunca se tradujo en un proyecto sostenido. A veinte años de esa transformación, lo que tenemos es una dirigencia fragmentada, con cambios de timón frecuentes, conflictos internos y una preocupante incapacidad para definir una identidad institucional coherente. A veces, hasta a los combos terminan.
Aníbal Mosa, Sebastián Piñera, Harold Mayne-Nicholls, Leonidas Vial y Alfredo Stöhwing son solo algunos de los nombres de una larga lista de personajes que han protagonizado inmisericordes disputas por el control del Club, más preocupados por sus cuotas de poder que por el futuro del Albo. Las asambleas se han vuelto escenarios de tensión permanente y decisiones erráticas, sin una visión clara sobre el rol social, deportivo y formativo que los de Macul debieran asumir. Sobre todo, si pretenden ser, más que ningún otro, el club de “la gente”.
Otro de los elementos que tensionan el presente colocolino es el rol de sus referentes históricos. Si bien muchos han sido fundamentales en mantener vivo el espíritu del club, como Jorge Toro o Lizardo Garrido, hay una nueva camada de “ídolos” que, con el tiempo, parecen más interesados en cuidar sus marcas personales que en empujar cambios reales.
El regreso de Arturo Vidal, aunque celebrado por la hinchada, también pone sobre la mesa interrogantes legítimas. ¿Vuelve para cerrar un ciclo con grandeza o para capitalizar el último tramo de su carrera con una mística que ya no encarna del todo? Lo mismo puede decirse de Esteban Paredes, quien ha coqueteado más de una vez con la política interna del club sin tomar posturas claras frente a las problemáticas estructurales. La nostalgia por el pasado reciente no puede seguir eclipsando la discusión sobre el presente.
En paralelo, se echa de menos una voz firme y crítica por parte de referentes que conocen los pasillos del Monumental y saben del deterioro institucional. ¿Dónde están las declaraciones que exijan una gestión con visión de largo plazo? ¿Dónde la autocrítica sobre el rol de ex jugadores que han aceptado cargos simbólicos sin exigir condiciones reales para generar cambios?
También debemos destacar la deuda histórica del Cacique con su Estadio, el Monumental David Arellano, que requiere una remodelación urgente, en un entorno en que otro clásico rival-la Universidad Católica- hizo lo propio con bombos y platillos. Sin duda es una espina clavada en la carne de cada seguidor del club popular, que lo puede llevar a cuestionarse: ¿Estamos honrando de verdad el legado de Arellano? ¿Puede el club reconciliar su historia gloriosa con las exigencias del fútbol moderno? ¿Qué significa ser "popular" en una era dominada por las sociedades anónimas y la lógica del mercado? ¿Se puede recuperar el alma sin recuperar el control?
Corresponde entonces una profunda reflexión. No basta con mirar el pasado con nostalgia. Ya hace mucho que Colo-Colo hizo historia de verdad, de la que queda y no se cuestiona, ganando la Copa Libertadores. Es hora de proyectar un futuro albo a la altura de dicha historia, con un Colo-Colo que vuelva a emocionar tanto por sus títulos, que históricamente, junto con la identificación con el hombre modesto, que celebra con marraquetas y té, son los elementos esenciales de su identidad; sino por su forma de plantearse en el escenario futbolístico y social: combativo y orgulloso. Para que sea, como su himno lo dice, un “ejemplo de valor”.
Quizás, como en 1925, sea necesario un nuevo gesto fundacional. Un acto de desobediencia. Una refundación ética, política y deportiva que devuelva al club lo que nunca debió perder: su compromiso con el pueblo.
(*) Roberto Rabi González es escritor, abogado de la Universidad de Chile, profesor de Derecho Procesal y Penal e investigador de la Asociación de Investigadores del Fútbol Chileno (ASIFUCH).
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