Sergio Veas no duda en reconocer que, durante años, los buzos mariscadores como él actuaron como depredadores. En la caleta de Zapallar, en la costa central de Chile, extraían miles de lapas, locos y erizos sin pensar que algún día podrían acabarse. Veas, que llegó muy joven a esta caleta y nunca quiso irse desde que conoció su mar, estaba decidido a dar un giro para protegerlo. Hoy, como líder comunitario, su objetivo es convencer a sus colegas de sumarse a una misión: que los buzos y pescadores artesanales se conviertan en los principales cuidadores del ecosistema.
“Esto de dejar 15 hectáreas para la conservación fue complicado al principio, pero con un poco de trabajo logramos que los socios pudieran votar a favor de crear un refugio marino”, dice Veas, presidente del Sindicato de Pescadores de Caleta Zapallar.
Sergio Veas encuentra un grupo de locos (Concholepas concholepas) en las rocas bajo el mar. Foto: cortesía Rodrigo Sánchez
En marzo de 2020, el sindicato firmó un convenio de colaboración con la Fundación Capital Azul —que trabaja junto a sindicatos de pescadores desde 2016— para declarar el Refugio Marino de Zapallar, una zona de 15 hectáreas que solía ser utilizada para la extracción de recursos bentónicos, dentro del área de manejo del propio sindicato.
La inauguración del refugio fue motivo de celebración para la comunidad y marcó el comienzo de una transformación profunda: no sólo está devolviendo la vida al paisaje submarino, sino que también ha impulsado un cambio social que siembra esperanza de cara al futuro.
En Mongabay Latam conversamos con Veas sobre el proceso que ha involucrado a la comunidad y a los pescadores en torno al refugio marino.
Refugio Marino de Zapallar, visto desde el aire. Foto: cortesía Pablo Tomasello
—¿Qué lo motivó a impulsar la creación de un refugio marino? ¿Implicó un sacrificio económico para la comunidad?
—Nosotros somos una caleta de buzos mariscadores y por lo tanto éramos depredadores. Siempre sacábamos locos y lapas, y nunca nos pusimos a cuidar. Fue un sacrificio económico porque en ese lugar de 15 hectáreas que nosotros dejamos para la conservación, solíamos sacar 10 000 locos, 15 000 erizos, 5000 kilos de lapa.
El proceso de dejar 15 hectáreas para la conservación nace primero en Las Cruces, donde se juntó un grupo de científicos y dejaron un lugar para la conservación sin intervención humana. Lo primero que se descubre es que estos lugares sirven de semillero natural. Nos presentaron este proyecto en la caleta de Zapallar y, claro, como tenemos Área de Manejo de Recursos Bentónicos (AMERB), fue complicado convencer a los compañeros de dejar esa zona para conservación.
Sí hubo un sacrificio económico, pero hoy día se gana por otro lado: arrendamos botes que van al refugio marino, la gente va a bucear allá y la misma gente que viene a esas actividades pasa a comer a nuestros restaurantes.
Pescadores en Zapallar, donde se creó un refugio marino que ocupa 15 hectáreas que solían ser utilizadas para extraer recursos bentónicos. Foto: cortesía Pablo Tomasello
—Dado que el refugio se encuentra dentro de la AMERB, ¿cómo equilibran la conservación estricta en las 15 hectáreas del refugio marino con la actividad pesquera permitida en el resto del territorio?
—Se pesca alrededor del refugio solamente. Desde el momento en que los socios votaron a favor de esto, se ha mantenido intacto: nadie se ha metido a bucear y somos bien estrictos en ese sentido. Tenemos reglamentos sobre el refugio marino y nadie se puede meter a sacar nada.
Las otras caletas dejan el peor lugar de su área de manejo como refugio marino, pero con el tiempo se convirtió en el lugar con más abundancia en su área de manejo. Nosotros somos un poco atípicos, porque dejamos un muy buen lugar para el refugio marino. Entonces, en poco tiempo se vieron los resultados.
Sin embargo, también hay muchos buzos que no son pescadores, sino buzos deportivos que se pueden meter en cualquier lugar. Cuando hicimos la inauguración, los invitamos y les entregamos un poco el refugio marino: los pusimos en jaque y actualmente ellos nos ayudan a cuidar.
El Refugio Marino de Zapallar pronto dio sus frutos. Gracias a la conservación, la biodiversidad comenzó a multiplicarse. Foto: cortesía Mariana Alfaya
—¿Cómo ha cambiado la biodiversidad marina en la zona desde la creación del refugio? ¿Hay especies que han regresado o aumentado en número?
—Como el refugio está dentro del área de manejo y deslinda con un área libre, se hacen tres monitoreos en el año: primero, en el lugar libre; después, en el refugio marino; y dentro de nuestra área de manejo. Y hoy en día los resultados son fantásticos.
Nosotros no queremos dar muchos detalles sobre los estudios que se han hecho porque hay mucha gente que va a bucear ahí y todavía no hay ninguna figura legal que proteja el lugar, pero sí creció la población de peces de roca y hay más locos, más lapas.
Nos dimos cuenta de algo súper importante: tenemos bosques de algas vírgenes en este lugar. Las algas absorben por fotosíntesis el 20 % del carbono que producen los humanos y lo devuelven en oxígeno. Algo muy importante es que el disco [estructuras que utilizan las macroalgas para fijarse a superficies como las rocas] es como un jardín infantil. Sirve de refugio para todos esos bichitos chiquititos que habitan en ese lugar. Esa es una de las cosas que aprendimos y que hemos seguido aprendiendo. Todos los días son de enseñanza.
Las algas del Refugio Marino de Zapallar. «Tenemos bosques de algas vírgenes en este lugar», afirma Veas. Foto: cortesía Rodrigo Sánchez
Los peces de roca están en serio peligro de extinción. Hay algunos peces que ya perdimos en este lugar, pero en estas 15 hectáreas creemos que puede quedar alguno por ahí y que se puede recuperar.
Por ejemplo, logramos sacarle una fotografía espectacular a un pejeperro (Semicossyphus darwini), que es uno de esos peces que estaban extintos en estos lugares. La hembra es de color rojo y el macho de color negro. Viven en harén y hay un macho dominante. Pero cuando el harén crece mucho, la hembra más grande sufre una metamorfosis y se convierte en macho: cambia de sexo, de color y se lleva alguna hembra a otro lugar para armar otro harén. Eso lo perdimos. Antiguamente había muchos.
Nos ha costado, pero poco a poco se ven los resultados. Que hayamos visto un pejeperro y lo hayamos fotografiado es impresionante.
Mapa del Refugio Marino de Zapallar. Ilustración: cortesía Fundación Capital Azul
—¿Cuáles son hoy las principales amenazas que enfrenta el Refugio Marino de Zapallar?
—Todavía no tenemos una ley clara que proteja este refugio marino y que no se eche a perder el trabajo que llevamos en casi seis años. Estamos buscando alguna figura legal que nos pueda ayudar.
Necesitamos que sean reconocidos estos lugares para que el Estado los pueda proteger con leyes fuertes. Por lo menos en Zapallar estamos en una zona de sacrificio: Ventanas. Estamos cerquita, como a 30 kilómetros. Nos llega un poco la contaminación de ese lugar, por eso estamos haciendo muestreo muy seguido en nuestra área de manejo. Ventanas es muy complicado.
Trombollito de tres aletas (Helcogrammoides cunninghami). Foto cortesía: Fernando Cornejo
También hay proyectos en las comunas vecinas, como una gran desaladora que van a poner en la Salina de Pullally. ¿Por qué nos afecta esto? Porque la salmuera del proceso se bota al mar y ya hay estudios sobre los impactos en las larvas, que son afectadas por la sal. Además, estas tuberías absorben grandes cantidades de agua y se llevan las larvas, peces pequeños, de todo.
Toda la costa se está llenando de desaladoras. Nosotros somos caletas de buzos mariscadores: Papudo, Los Molles, Pichicuy, que también viven de sus áreas de manejo, que viven del loco, del erizo y de la lapa. Esto nos va a afectar, sí o sí. Por eso tenemos que cuidar estos espacios marinos, porque son los que nos van a salvar a futuro.
Bahía de Zapallar desde el aire. Los pescadores y buzos temen por los posibles impactos por la instalación de una planta desaladora del agua de mar. Foto: cortesía Pablo Tomasello
—¿Cómo ha cambiado la percepción sobre los pescadores en la comunidad, tras demostrar que pueden ser agentes de conservación?
—Primero cambió la forma de pensar de los pescadores. Antes éramos un poco cerrados, pero este refugio marino nos ha servido para abrirnos a la comunidad. Desde el momento en que nosotros dejamos estas 15 hectáreas e hicimos el lanzamiento oficial, lo primero que vimos fue un cambio social en la caleta.
Hicimos a la comunidad parte de esto. Fuimos los primeros en hacer el lanzamiento de un refugio donde invitamos a la comunidad y a los colegios a ser parte. Empezó con las visitas de los colegios a nuestra caleta. Fue un poco raro, porque primero fue un jardín infantil que quiso venir a nuestra caleta a conocer más sobre esto. Después vinieron todos los colegios de la comuna, luego de la provincia, y al final han venido de todos lados. Esto no ha parado. Hemos celebrado todos los años el aniversario de este refugio marino.
El 16 de agosto pasado, firmamos la renovación del convenio de conservación [con la Fundación Capital Azul] porque el primero duraba cuatro años y ahora será por diez. Fue súper importante porque lo firmamos en la fiesta de San Pedro, que es la fiesta de los pescadores. Estaba toda la comunidad, toda la gente de la comuna. Mostramos un documental sobre estos refugios marinos. Hoy en día todo gira en torno al refugio marino.
Sergio Veas compartiendo saberes en el primer aniversario del Refugio Marino de Zapallar. Foto: cortesía Pablo Tomasello
—¿Qué rol juegan las nuevas generaciones en este modelo de conservación? ¿Cree que los jóvenes están más conscientes del cuidado del mar?
—Por eso nuestro trabajo está enfocado en los niños: los resultados recién se van a ver de aquí a 200 años más. ¿Qué le queremos dejar a las generaciones venideras? Ellos son los que van a tener esto en un futuro. Y se han involucrado no solamente los niños, sino también los adultos mayores. Están muy interesados en esto.
Hay todo un tema relacionado con la educación, donde los mismos pescadores cuentan sus saberes: nunca me imaginé que hubiera tanta gente, tantos niños que están con ganas de aprender y de cuidar.
Sergio Veas, en labores de educación ambiental, en el segundo aniversario del Refugio Marino de Zapallar. Foto: cortesía Tomás Moggia
—¿Qué le diría a otros sindicatos de pescadores o caletas que están considerando transitar hacia modelos de pesca más sustentables?
—Que tienen que atreverse nomás. Todos los cambios son buenos. A nosotros nos costó al principio, pero ahora es mucho más fácil. Ahora nos miran a nosotros y a la Caleta de Zapallar como un modelo a seguir.
Paseos en bote hacia el Refugio Marino de Zapallar. Foto: cortesía Fundación Capital Azul
Refugio Marino de Zapallar. Foto: cortesía Rodrigo Sánchez
Imagen principal: Sergio Veas mostrando la ubicación del Refugio Marino de Zapallar en el mapa. Foto: cortesía Fernanda Soto Mastrantonio
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