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Sábado, 2 de Agosto de 2025
[Sábados de streaming – Series de TV]

El eternauta: Este juego recién comienza

Juan Pablo Vilches

Empujada desde el pasado por una historieta canónica, y agitada por un presente de guerras ideológicas y motosierras, esta serie argentina conquistó el mundo reivindicando su cultura y sus tragedias. No es la primera vez que ocurre.

Entre 1957 y 1959, la revista argentina de comics Hora cero publicó una historia de ciencia ficción, no muy distinta –en apariencia– de los productos con que occidente procesaba su pasmo ante sus avances tecnológicos y las pavorosas consecuencias de su utilización, las que se vieron a mediados de la década anterior.

La historieta se llamaba El eternauta y llevaba la firma del guionista Héctor Germán Oesterheld y del dibujante Francisco Solano López. Se convirtió en un clásico instantáneo por –entre otras cosas– haber previsto alegóricamente las dictaduras de derecha de los años por venir, y por haber perfilado un héroe frágil y falible, pero digno de concitar la compañía y la confianza de otros como él. Unidos todos para conformar lo que el mismo Oesterheld llamó “el héroe colectivo”.

Recordada y admirada, la estela de El eternauta aumentó junto con la radicalización del peronista Oesterheld, y su posterior desaparición por parte de la dictadura de ese país, junto con sus cuatro hijas y varios de sus yernos y nietos. Así, esta historia rodeada de muerte quedó en el centro de la cultura y la memoria de Argentina, esperando pacientemente que llegara el momento propicio de saltar al audiovisual y, por esa vía, al mundo entero.

La ocasión llegó de la mano de Bruno Stagnaro, uno de los padres fundadores del “nuevo cine argentino”, prolífica generación de cineastas capaces de filmar con nada y a la vez decirlo todo acerca de los espasmos con que ese país recibió el nuevo siglo y el nuevo milenio. Periodo en que Stagnaro firmó obras como Pizza, birra, faso (1997) y la serie Okupas (2000).

Otro factor importante fue Netflix, que aportó 15 millones de dólares para adaptar El eternauta, sabiendo que ya existía el tercer factor que haría esto posible: los recursos tecnológicos para filmar lo que por seis décadas y media parecía infilmable. Y justo ahora.  

Lo infilmable era una nevazón tóxica destinada a exterminar a la humanidad o al menos facilitar la invasión del planeta, y que sorprende a cuatro amigos jugando truco en la casa de uno de ellos. En la historieta de 1957, se trata de la casa del protagonista, Juan Salvo, empresario de unos 35 años –casado y con una niña pequeña– y perteneciente a una clase media capaz de acumular los recursos intelectuales y materiales que le salvarían la vida a todos sus seres queridos.

En la serie es distinto, porque la primera –y muy acertada– decisión fue ambientar esta historia en algo parecido al presente. Salvo (Ricardo Darín) carga con más de 60 años, está divorciado y tiene una hija adolescente. Es veterano de Malvinas, padece estrés postraumático y en el trayecto a la casa de su amigo Favalli (César Troncoso) para jugar al truco, ve protestas con cacerolazos que despiertan en él y en sus acompañantes los recuerdos de la caída de De la Rúa.

Así, la nevada tóxica sorprende a los habitantes de un Estado acostumbrado a fallar, y en una dinámica interpersonal donde –a diferencia del comic– las fracturas ya están dentro de la propia casa donde todos se refugian de la muerte blanca que cae desde el cielo. Clave para que esto sea así es la presencia de Omar (Ariel Staltari, además coguionista de esta serie), personaje inexistente en la obra original y que lleva al interior de la casa la posibilidad de que se desate el estado de naturaleza en lo que debió ser un núcleo más o menos sólido.

Así, la angustiante y apocalíptica premisa de esta historia se monta sobre lo que parece ser la destrucción de un tejido social, poniendo en tensión toda clase de afectos y poniendo cuesta arriba, naturalmente, toda opción de supervivencia. Por ello, el peregrinar de Salvo mientras busca a su hija, Clara, funciona como un fósforo que se enciende en las tinieblas y que activa los tres regueros de pólvora que mueven a esta serie.

El primero es la difícil y tortuosa recomposición del “héroe colectivo” en un contexto de confianzas rotas, lo que a su vez se vincula con el segundo reguero: la conformación de una precaria probabilidad de supervivencia, primero, y resistencia, después, a medida que nuevos personajes ingresan al cuadro. Para quienes leyeron el comic, la experiencia de ver esta serie consiste también –y este es el tercer reguero– en la progresiva aparición del elenco de coprotagonistas y enemigos que hicieron célebre a la historieta original.

¿Es asimilable esta serie a la miríada de producciones apocalípticas estadounidenses, con que ese país confiesa que ya no tiene nada que ofrecer? Sí y no. El estándar de producción es elevado, por lo que el sudario de nieve y cadáveres que cubre a Buenos Aires es completamente creíble, aunque los bichos invasores delatan el CGI. Las escenas de acción están bien dirigidas, pero está claro que el corazón del asunto no está ahí.

Pero al mismo tiempo, el despliegue de elementos como los letreros, la música y la propia forma de hablar de los personajes nos recuerda muy naturalmente que esta historia –que pudo haber ocurrido en cualquier ciudad del mundo– transcurre en las cenizas de lo que alguna vez fue Argentina. De hecho, el mismo Juan Salvo no solo desciende de la creación de Oesterheld-López, sino que contiene personajes icónicos del cine trasandino que el propio Darín encarnó en películas como El Aura (Fabián Bielinsky, 2005), Un cuento chino (Sebastián Borensztein, 2011) o Relatos salvajes (Damián Szifron, 2014). 

Todo vuelve a Argentina. Y justo ahora. El estreno de esta serie llegó en lo que se podría llamar un momento de resistencia, con el INCAA (Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales) cercenado por la motosierra de Milei, y un éxito mundial que la convierte en un arma política que algunos quieren usar y otros quieren que no se use, amplificando así el impacto enorme que ya ha tenido por sus méritos técnicos y artísticos.

Sin embargo, esto es completamente prematuro. Lo que va de la serie apenas alcanzó para conformar al “héroe colectivo” que rodea a Salvo, y su carga política recién comienza a asomar. Esto es solo el comienzo, el que pone las piezas en el tablero y que también nos presenta el tablero, uno que recuerda bastante a la golpeada y resiliente República Argentina de la actualidad. 

Acerca de

Título original: El eternauta

País: Argentina

Exhibición: Una temporada de seis episodios (2025), y viene una segunda 

Creada por: Bruno Stagnaro

Se puede ver en: Netflix

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