En 1992, un año después de la muerte del fundador de la UDI, Jaime Guzmán, el actual mandatario electo de Chile, José Antonio Kast, decidió vender a su hermano Christian el 40% de su mitad en la propiedad de Cecinas Bavaria, con tal de cederle el control absoluto en la administración de la empresa que heredaron de sus padres y que les proporcionó la riqueza económica familiar.
Lo suyo no eran los negocios. En ese entonces, el hombre que será el sucesor de Gabriel Boric en La Moneda en poco más de dos meses, estaba inquieto por el rumbo que estaba tomando el partido en el que creía, el que había fundado su profesor en la Escuela de Derecho de la Universidad Católica, el mismo que fuera asesinado meses antes por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez.
Así comenzó el apostolado político de José Antonio Kast. Desechó una carrera en la abogacía, el manejo de la empresa familiar y se entregó de lleno a mantener vivo el legado de Jaime Guzmán en la derecha chilena ante el avance en los noventa de liderazgos como el de Joaquín Lavín y el ‘cosismo’ que impulsó en la UDI.
Hoy, a sus 59 años y convertido en presidente electo, el menor de los hermanos Kast Rist puede decir a su mentor ideológico que la misión está cumplida, que si bien tuvo que romper la colectividad original y fundar una nueva llamada Partido Republicano, su sector abandonó el pragmatismo y actualmente abraza las ideas conservadoras que tanto defendieron en la dictadura de Augusto Pinochet.
Pero esa historia no basta para llevar a cabo la tarea del presente que significa liderar la administración política del país, puesto que en términos prácticos, el currículum de José Antonio Kast no tiene mucho en este sentido.
Pero esa historia no basta para llevar a cabo la tarea del presente que significa liderar la administración política del país, puesto que en términos prácticos, el currículum de José Antonio Kast no tiene mucho en este sentido.
Si se resume su trayectoria política en una frase, ésta diría que antes de ser presidente sus méritos fueron ser diputado por 18 años sin presentar ningún proyecto de ley relevante; doblegar a la UDI y reemplazarla por el Partido Republicano; además de llegar a La Moneda gracias a un contexto sociopolítico mundial que posicionó a la ultraderecha como vanguardia de la mano de promesas de control fuerte en materias de seguridad y migración.
En su afán dogmático, José Antonio Kast abandonó por completo la construcción de un perfil más sólido en términos personales que lo ayude en el cargo, lo que puede significar su talón de Aquiles ahora que tendrá el poder máximo de la política chilena.
Él no es Sebastián Piñera, el fallecido ex mandatario que suele usarse como el punto de referencia más cercano por ser ambos de derecha.
Piñera era capaz llegar a La Moneda gracias al voto de la ‘familia militar’ y luego cerrar el Penal Cordillera que albergaba a violadores de derechos humanos; podía renegar de su fanatismo por el Club Deportivo Universidad Católica y comprarse Colo Colo con tal de decirse parte del equipo más popular del país; pero aún más importante, él administró sus negocios y su perfil político durante casi toda su vida, porque entendía que para construir y cuidar su poder, éste debía ser gestionado por él mismo.
Kast ha llegado donde está gracias a la consecuencia con sus ideas, algo que puede ser moralmente positivo, pero contraproducente en la posesión del poder. Esto bien lo sabe el presidente Gabriel Boric, quien aprendió bien de Sebastián Piñera.
Kast ha llegado donde está gracias a la consecuencia con sus ideas, algo que puede ser moralmente positivo, pero contraproducente en la posesión del poder. Esto bien lo sabe el presidente Gabriel Boric, quien aprendió bien de Sebastián Piñera.
En la defensa del legado de Jaime Guzmán, el próximo presidente de Chile se posicionó como opositor de su mismo sector y al mismo tiempo de las ideas progresistas que ha impulsado la izquierda local.
Pero en términos de idea país, más allá de las promesas, por lo pronto Kast tiene más que demostrar que ofrecer. También deberá contener los embates de quienes serán oposición a su gobierno y no alimentar manifestaciones sociales fuertes en ello.
Para esto, será fundamental que Kast ceda, que pida perdón anticipadamente a Jaime Guzmán por eventuales traiciones al dogma que deba ejercer, ya no por el bien del legado, sino que por el bien de su propio poder, el que hoy responde a todos los chilenos, tanto quienes lo apoyan como a quienes quieren verlo fallar.
Ahí el presidente electo puede inspirarse en la figura de Piñera, quien no dudó en ser pragmático con tal de cuidar su estabilidad.
Pero también debe tomarlo como referencia en el gran error político cometido por el fallecido ex presidente en su carrera: entregar la gestión del poder a Cristián Larroulet durante su segundo gobierno, lo que significó perder su hegemonía sobre la derecha antes de morir.
José Antonio Kast ya no puede entregar la administración a su hermano ni a nadie, sino que debe aprender a gestionar por su cuenta.







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