Cuando Simone Biles –la gimnasta artística más laureada de la historia– decidió abandonar la final por equipos en los recientes Juegos Olímpicos de Tokio 2020 para cuidar su salud mental, se produjo un revuelo importante. Por lo atípico de la decisión y por la honestidad con que la gimnasta puso en la palestra un aspecto de la vida en la alta competencia de la que se habla poco y que se da por sentado.
Sin embargo, entre las voces defensoras de la decisión de Biles, pronto aparecieron quienes hicieron memoria respecto del episodio vivido por la gimnasta y prácticamente todas sus compañeras en las manos del coordinador médico del equipo olímpico de EE. UU., Larry Nassar. Este abusó de las gimnastas estadounidenses por casi tres décadas, lo que le valió una condena a cadena perpetua, y significó la salida de las principales autoridades del Comité Olímpico estadounidense y de la Federación de Gimnasia de este país, la que además se declaró en bancarrota a raíz de las indemnizaciones que debió pagar.
Este documental parte por la disciplina misma. Una ascética, como el ballet, donde el dolor se minimiza y la resiliencia es la virtud máxima.
Una catástrofe tectónica, por decir lo menos, que se acumuló por 29 años y que el documental que nos ocupa trata de explicar. Porque esto no se trata de saber, sino de entender. ¿Entender qué? Las particularidades de esta disciplina deportiva, de la forma en que se detecta y gestiona talento, de la forma en que su práctica se organiza y administra por diversas instituciones, y otras condicionantes más que hicieron posible que Larry Nassar se saliera con la suya abusando a cientos de adolescentes que vistieron o aspiraron a lucir las barras y las estrellas en sus mallas de gimnasia.
Este documental parte por la disciplina misma. Una ascética, como el ballet, donde el dolor se minimiza y la resiliencia es la virtud máxima. Donde no te puedes quejar por nada y donde no es bien visto compartir tus dudas o temores. Donde te predispones a tolerar un maltrato sistemático disfrazado de motivación. Gimnastas y exgimnastas explican esta escuela del rigor, mientras corren las imágenes de archivo de las grandes atletas de la historia, que realizan movimientos tan arriesgados que ya no se ven, porque no son permitidos.
De ese pasado provienen los primeros antagonistas invocados en esta historia, aparte de Nassar: el matrimonio de Béla y Mártha Károlyi, los entrenadores del equipo olímpico rumano de gimnasia que encumbraron a –y se encumbraron con– Nadia Comaneci, antes de desertar a EE. UU., adueñarse de la gimnasia como deporte olímpico de ese país y convertir un deporte de mujeres en un deporte de niñas.
En torno suyo crearon algo parecido a una secta, donde replicaron los estrictos métodos de entrenamiento de Europa del Este para sacar el máximo rendimiento a las gimnastas. Sin quererlo, pero también sin ignorarlo, el duro trato hacia las jóvenes las arrojó emocionalmente al afectuoso alero de Nassar, el único que las trataba como seres humanos en un entorno cuasi-militar y que se aprovechó de eso para abusar de ellas y de su inexperiencia.
El documental tiene a lo menos tres virtudes extraordinarias. La primera es que es increíblemente hábil para urdir –con los testimonios de las afectadas, de psicólogos, de periodistas y de fiscales– un relato comprensible de las intrincadas relaciones que establecía Nassar con sus víctimas, dando al espectador la sensación de penetrar en un camino convoluto sin saber muy bien cómo llegó ahí.
La tercera virtud del documental es la forma paulatina en que el documental presenta a los otros enablers, aquellos que pudieron hacer algo por las niñas y que por complicidad, desidia o comodidad permitieron que Nassar siguiera abusando.
La segunda es que, por su capacidad de explicar con simpleza mecanismos bastante retorcidos, cada cierto tiempo expone situaciones verdaderamente asombrosas, inverosímiles incluso, que aparte de sorprender pueden ser efectivamente aterradoras. Un ejemplo, algunos de los abusos –tocaciones impropias, en este caso– se realizaron en la consulta de Nassar con los padres presentes en la sala, igual de ingenuos y convencidos que sus hijas de que todo era parte de un procedimiento médico.
La tercera virtud es la forma paulatina en que el documental presenta a los otros enablers, aquellos que pudieron hacer algo por las niñas y que por complicidad, desidia o comodidad permitieron que Nassar siguiera abusando. Este recurso permite aquilatar uno por uno los diversos perfiles de los involucrados y –más importante– las diversas instancias en las que el sistema falló. Las negligencias fueron tantas que uno puede llegar a pensar que en realidad no hubo tal falla, sino más bien la expresión diáfana de una visión de mundo: aquella donde los cuerpos y las palabras de las niñas y jóvenes valen muy poco, casi nada, incluso cuando vuelven del extranjero cargadas de medallas.
La caída de Nassar no estuvo alejada de la caída de Harvey Weinstein, por lo que también propició una avalancha de denuncias rotuladas con el #metoo. La caída de Nassar ocurre faltando bastantes minutos para el cierre del documental, porque su realizadora decidió hacerse cargo del ciclo completo, lo que –por cierto– involucraba al juicio y sentencia en un contexto nuevo, un contexto donde la verdad y las verdades gritan fuerte: “También a mí”.
La secuencia funciona como un #metoo dentro de la propia película, haciendo desfilar en pantalla las diversas formas de abuso.
En otra decisión arriesgada y acertada, la película se salta el juicio propiamente tal, pero se detiene en los impact statements, las declaraciones con que las víctimas le expresan al victimario el daño recibido y lo que sienten al respecto. La secuencia funciona como un #metoo dentro de la propia película, haciendo desfilar en pantalla las diversas formas de abuso, la variedad de vínculos entre Nassar y sus víctimas, así como las diversas e impredecibles consecuencias en las vidas las afectadas.
Cuando se busca desacreditar o desprestigiar una instancia política o legal formal, se dice de ella que es un show, un mero e insustancial espectáculo. Lo registrado en la corte de Michigan que condenó a Nassar es de hecho un espectáculo y está bien que lo sea, pues su efecto catártico trasciende a las víctimas, al acusado, a la jueza y a los demás presentes en esa sala, para salir al espacio público y ser interpretado como una tácita promesa de nunca más.
Acerca de…
Título: En el corazón del oro – El escándalo de la selección de gimnasia de EE. UU. (2019)
Nacionalidad: EE. UU.
Dirigida por: Erin Lee Carr
Duración: 88 minutos
Se puede ver en: HBO Max
Comentarios
El YouTube está completo.
Que tristeza más grande, está
Lo bueno es que al menos en
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