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Miércoles, 23 de Julio de 2025
Memorias

Extracto de 'Confidencias de un Locutor' de Patricio Bañados

Patricio Bañados

En este extracto del libro de memorias del periodista y locutor, lanzado en 2013 por editorial Cuarto Propio, Bañados recuerda sus motivaciones para participar en la franja del "No" para el plebiscito de 1988. El periodista falleció el domingo 7 de mayo, a los 87 años, después de una destacada carrera en televisión y radio.

A mediados de agosto de 1988 vino Genaro Arriagada, a nombre de la “Concertación de Partidos por la Democracia”, a proponerme que apareciera noche a noche por televisión, durante treinta días, desafiando a un dictador que por mucho menos que eso le había quebrado los huesos y tirado al mar a miles de compatriotas.

¿Me creería idiota?

A comienzos de ese año la dictadura había dado permiso para que no solo sus sirvientes pudieran opinar sobre temas de interés público y por primera vez desde el Golpe militar los canales de televisión hicieron programas de debate político. Pero una lista de los conductores que escogieron –aun después del triunfo del “No”– habla por sí sola de lo que se entendió por ecuanimidad hasta el último día de la dictadura.

"A la sazón llevaba yo cinco años en la lista negra de la televisión por haberme opuesto a la dictadura en la forma que relataré en el capítulo respectivo y, cuando las radios obtuvieron también permiso para hacer debates, Radio Cooperativa me contrató para conducir los suyos".

Canal 5 de la Universidad Católica de Valparaíso:

“Derecho a respuesta” con M. Angélica de Luigi, de empresa El Mercurio, que en 1989 condujo Celeste Ruiz de Gamboa, de empresa El Mercurio.

Canal 7, Televisión Nacional:

“La hora de...”, con Igor Entrala, de empresa El Mercurio.

Canal 11, de la Universidad de Chile:

“Corrientes de opinión” con Joaquín Villarino, de empresa El Mercurio.

“En directo” con Carmen Gardeweg, de empresa El Mercurio.

“Empresa y Sociedad” con M. Eugenia de la Jara, de empresa El Mercurio.

Canal 13, de la Universidad Católica:

“De cara al país” con Raquel Correa, empresa El Mercurio, Lucía Santa Cruz, empresa El Mercurio y Roberto Pulido de revista Qué Pasa.

Esos debates, en que los representantes de la Concertación eran identificados como “de la Concertación” a secas y los de la dictadura como “partidarios de una sociedad libre”, se realizaban en momentos que existían revistas y diarios de oposición como Apsi, Análisis, Cauce, Hoy, La Época y Fortín Mapocho, con premios nacionales de periodismo en sus filas, sin que ninguno fuera considerado digno de participar. Lo denuncié en uno de mis artículos para el diario democratacristiano La Época pero recibí de vuelta una comunicación del director, Emilio Filippi, solicitándome no publicarlo “por razones de política del diario”.

Comenzaba la democracia de las componendas.

"En un país que se ha esforzado por sepultar su memoria habrá que recordar a los más jóvenes que ese mismo año 1988 hubo 27 muertos y desaparecidos a manos de agentes de la dictadura, al siguiente otros 26 –pese a que la ciudadanía ya les había dicho “no”.

A la sazón llevaba yo cinco años en la lista negra de la televisión por haberme opuesto a la dictadura en la forma que relataré en el capítulo respectivo y, cuando las radios obtuvieron también permiso para hacer debates, Radio Cooperativa me contrató para conducir los suyos. Fue justamente en sus estudios donde apareció Genaro Arriagada a proponerme que me hiciera el harakiri.

Una propuesta indecente

La Concertación de Partidos por la Democracia había hecho un riguroso estudio y yo, a pesar de llevar cinco años marginado del medio, aparecía como la figura de mayor credibilidad de la televisión a enorme distancia del resto. Ante esa evidencia, que les era útil, los políticos por primera vez se habían enterado que existía y venían a proponerme lo que dije antes: que apareciera durante treinta días, por cadena nacional de televisión, enfrentando al tirano más sangriento de nuestra historia y que, aunque fuera derrotado en el plebiscito, seguiría en el poder durante un año y medio más.

Repito: ¿Me creerían idiota?

Mi cara sería vista por cuanto partidario de la dictadura existía desde Arica a Punta Arenas, fanáticos por antonomasia, y la venganza podía tardar años, llegar cuando nadie la asociara con un crimen político, mediante métodos probadamente eficaces como la inesperada complicación después de una intervención quirúrgica, el gas que simula un infarto o un desgraciado accidente de tránsito.

Era poco probable, creo, que se recurriera una vez más al degüello.

Demencial.

En un país que se ha esforzado por sepultar su memoria habrá que recordar a los más jóvenes que ese mismo año 1988 hubo 27 muertos y desaparecidos a manos de agentes de la dictadura, al siguiente otros 26 –pese a que la ciudadanía ya les había dicho “no”– y en el par de meses que alcanzó a gobernar el augusto Capitán General Daniel López en 1990, dos más. Todo eso sin contar a los torturados o al coronel Huber y el químico Berríos, que fueron asesinados algunos años después, en plena vigencia de nuestra minusválida democracia.

– Me estás pidiendo que ponga en peligro mi vida, la de los míos y toda mi vida futura –le dije a Arriagada.

– Bueno, si ganamos el plebiscito no estarías solo –me respondió.

"Lo que me proponía era tan descabellado que resultaba excitante. ¿Qué podía esperar, aunque se ganara el plebiscito, del año y medio que el déspota seguiría en el poder?".

¡Qué gigantesca mentira! Faltaban apenas unos meses para que, ya en el gobierno y abrazados con sus antiguos enemigos, ellos mismos me calificaran de “personaje que dividía” –a prueba de desmentidos, esto me lo contó John Biehl, ex embajador de la Concertación en USA– al rechazarme para un proyecto, y en Televisión Nacional los ejecutivos de la Concertación censuraran mis programas y me pagaran menos que a los que callaron por estar “teñido”. Y faltaban unos quince años para que un militante del PPD, designado Director Ejecutivo de TVN, me expulsara de la televisión. Parece que, como dice el adagio, más vale solo que en determinadas compañías.

Le recordé entonces a Arriagada que pagué muy caro ser la única persona de la televisión que se opuso a la dictadura y que nadie de su sector político movió nunca un dedo para ayudarme.

–No sé qué decirte –me respondió algo contrito, no mucho–, la verdad es que en Chile para conseguir algo hay que estar en alguna trenza.

A la palabra trenza no pude evitar una fugaz mirada a su reluciente calva, porque creo que “compadres” habría sido una forma más exacta para describir la brutal verdad que me dijo.

Lo que me proponía era tan descabellado que resultaba excitante. ¿Qué podía esperar, aunque se ganara el plebiscito, del año y medio que el déspota seguiría en el poder? ¿Y qué futuro tendría después, aun en el caso de que triunfara la democracia, si la banca, la empresa y el gran comercio, vale decir los dueños de los medios y del patrocinio de programas, eran casi sin excepción partidarios de la dictadura?

Ricardo Lagos levantó el dedo una sola noche y pasó a ser la encarnación del demonio. Yo haría harto más que parar un dedo y durante treinta noches. También, según las encuestas, a pesar de mi larga ausencia seguía yo figurando como la persona de televisión con menos rechazo y mayor credibilidad, particularmente en el grupo socioeconómico ABC 1. Esa gente ignoraba –y hasta hoy ignora– por qué fui expulsado de la televisión. No sentía animadversión alguna hacia mí. ¿Iba a tirar también ese capital por la ventana? Mi única defensa sería la solidaridad del sector político pero... ¿podía esperarla? La experiencia me advertía –me anticipaba, en realidad– que no, salvo que entrara en alguna “trenza”. Y eso no lo iba a hacer.

Por otro lado pugnaban en mí sin embargo –y por desgracia– los sentimientos del deber y lirismo decimonónicos, bastante poco aterrizados para nuestro tiempo, que desde niño me inculcó mi padre, Guillermo Bañados Honorato, que siendo teniente de ejército peleó por Balmaceda en la revolución de 1891, después llegó a Capitán de Fragata en la Armada y finalmente fue senador y ministro de Estado durante las grandes luchas sociales de los años 20. A su formación le debo el mandato moral que me llevó a interrumpir abruptamente una carrera exitosa en todo sentido por defender la democracia, sin tener arte ni parte en los contubernios políticos.

"Participo en la campaña porque deseo la democracia para Chile. De los partidos políticos en general, por ser independiente, en el pasado solo he recibido suspicacias y postergaciones".

Agreguemos finalmente –para no asfixiar con virtudes– un ansia que me ha perseguido toda la vida: escapar del aburrimiento. ¿No sería entretenido desnudar por televisión a la cáfila de desalmados que abusaba del poder impunemente desde hacía tanto tiempo? ¿Sacudir también a ese vasto rebaño que vivía como bovino, indiferente a la indignidad y el crimen que campeaban frente a sus narices?

¿Ridiculizar al matón ensoberbecido? ¿Jugárselo todo en una apuesta única en la historia de la televisión mundial? ¿Qué es la vida al fin, sin riesgo y aventura?

El harakiri

Como ha sucedido cada vez que he tenido que tomar una decisión trascendente, más que por cálculos o análisis de dificultades y ventajas hice lo que me brotó espontáneamente. Salté al vacío, pero haciendo llegar al comando del “No” –vale decir, tirando también al vacío– una carta cuyas principales frases cito a continuación:

Participo en la campaña porque deseo la democracia para Chile.

De los partidos políticos en general, por ser independiente, en el pasado solo he recibido suspicacias y postergaciones.

Espero que en un futuro democrático se comprenda que una persona no es indefinida ni cretina por el solo hecho de no reconocer tienda política.

Debe tomarse en cuenta que mi participación involucra graves riesgos personales... mi profesión necesita de aceptación y simpatía por parte del público y es indudable que voy a antagonizar a un sector significativo de la población, con mucho poder económico, lo que incluye la publicidad que es el sustento financiero de mi profesión...

...Sus efectos podrían sentirse a muy largo plazo.

¿Habrá leído alguien esta profética carta antes de tirarla al excusado? Lo dudo. Los políticos profesionales no tienen conciencia alguna de la magnitud de lo que me pidieron. Muchos hasta hoy creen haberme hecho un favor. Pero cualquiera que analice un segundo la sociedad moderna se da cuenta –y los ejemplos sobran– que nadie concentra el amor o el odio sobre sí mismo como el que da la cara por televisión. Algo tan evidente solo puede escapar a un político eternamente ciego a lo que no sea disputarse cuotas de poder y enfatuado con su cargo al punto de considerar imposible –y más aun, ligeramente ofensivo– que alguien fuera de su estrecho círculo desempeñe un papel de relevancia para el país. Si sus percepciones sobre las consecuencias de sus actos son similares en otras materias de importancia, Dios nos pille confesados.

Confidencias de un Locutor se puede adquirir en este enlace de Editorial Cuarto Propio.



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Comentarios

Comentarios

Patricio Banados en Vida siempre admire tu honestidad transparencia y valentia profesional.Hoy que ya no estas en esta tierra mi admiracion es mayor y seras siempre aquel periodista que dio la cara cuando muchos(as) La Ocultaron

Que significativo, Don Patricio se va con todo el honor y gloria, sus traidores de la concertación pasan al olvido

Gracias Don Patricio, por su consecuencia, honestidad, siempre se le recordara como un grande, lamentable a este país UD. le quedó muy grande . IImaginense si en esta TV de frivolidad se le hubiera aprovechado. Pobre pais

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