Magdalena Sierra Amor llegó a Brasil con su madre, sus hermanas y un tío tísico, el año 1895. Era una familia gallega, anarquistas que huían de España a causa de la represión. La madre se ganaba la vida haciendo flores de papel y vendiendo comida en las calles. La educación de las hermanas era estricta y Magdalena, apenas pudo, se fue a Buenos Aires incorporándose al coro de una compañía de zarzuelas que estaba muy de moda. Allí conoció a Manuel Castro que pintaba los telones gracias a su talento y manejo del color.
La amistad de Manuel y Magdalena se convirtió en amor, se casaron, tuvieron un hijo: Floreal; luego dos hijas, Alegría y Libertad. Manuel Castro era gallego, español y anarquista y no quería que sus hijos tuvieran los nombres habituales de la burguesía; tampoco le interesaba seguir con su trabajo en el teatro. Tenía que mejorar su situación que no era mala. Podrían progresar si se iban a Chile lo que hizo en carreta cruzando por los pasos del sur de Argentina a la altura de Osorno. Así llegaron a Concepción donde estuvieron un tiempo hasta que nació su tercera hija, Bélgica, inscrita y nunca bautizada con ese nombre en recuerdo de la valentía de ese pequeño país que se había enfrentado con valor a la invasión alemana durante la primera guerra mundial. Era 1921.
Concepción tampoco le ofreció un trabajo de acuerdo a sus ambiciones. La familia partió a Temuco directamente donde el padre fue contratado como corrector de pruebas en el diario local.
Bélgica tenía una diferencia de 14 años con sus hermanos y a causa del embarazo de una de ellas, Libertad, su educación fue muy estricta; no podía ir a fiestas con sus compañeros de colegio solo podía vestirse con el uniforme del liceo de niñas de Temuco que había sido dirigido por Gabriela Mistral años antes.
Todos los ojos la vigilaban; como sus hermanas habían cometido falta ella no podía cometer ninguna. El padre le enseñaba poemas y la subía a una silla para que declamara y como amaba la ópera la hacía escuchar todo lo que se había grabado hasta ese momento. Sólo la dejaban salir para que comprara en el almacén de la esquina; tenía que estudiar y estudiar.
Manuel invirtió lo que había ahorrado en una pequeña y elegante cafetería que no resultó ser el negocio que esperaba; este fracaso lo amargó tanto que su carácter se endureció aún más. Las peleas con Magdalena subieron de tono y los almuerzos terminaban en discusiones con su mujer; él quebraba platos y ella en respuesta decía: -¿con que esas tenemos aaaah?- y quebraba todas las cosas que quedaban enteras.
Naturalmente, Bélgica era la mejor del curso, la mejor alumna de Temuco; ganó el premio a la mejor alumna de la región ya que no había otra cosa que pudiera hacer. Su liceo tenía un nivel excepcionalmente alto ya que Gabriela Mistral se había esforzado en conseguirlo, cuando había sido directora unos años antes.
Tiempo después, Gabriela pasó por Temuco en tren. Ella venía desde Punta Arenas y todo el liceo de niñas, incluida Bélgica, fueron a saludarla con ramos de flores a la estación. Esperaban que la poetisa abriera la ventana y saludara pero ella no abrió la ventana ni subió la persiana; pasó de largo ofendida por Temuco...¿cuál fue la ofensa? No he logrado averiguarlo y las sospechas que uno pueda tener no pueden confirmarse o si?...Esa es otra historia.
Llegó el final de sexto año y decidir qué profesión estudiar. Iba a ser profesora, eso estaba claro, por su alto rendimiento escolar; pero con una difícil situación económica no parecía factible. Sin embargo consiguió ir a Santiago, vivir de allegada en casa de Floreal, el hermano mayor que se había casado con una excelente modista, Adelina. Ellos no podían ofrecerle una pieza, solo el sofá del living. A Bélgica le pareció maravilloso ya que había sido aceptada en el Pedagógico de la Universidad de Chile y, como en la enseñanza superior sólo cobraban la matrícula, todo era posible al fin.
En el Pedagógico un ex alumno, Pedro de la Barra, había creado un grupo de teatro aficionado de calidad y Bélgica, fascinada, se incorporó a él. Su primer papel fue en La inocente de Henri-René Lenormand y luego en Así le mintió él al marido de ella de G. Bernard Shaw.
Como es sabido, Pedro de la Barra fue el creador del Teatro Experimental apoyado por el rector de la Universidad de Chile de esos años, Juvenal Hernández1, que también auspició la creación de una compañía de ballet y la organización y debut de la Orquesta Sinfónica en 1941. Fue un adelanto gigante que nadie puede olvidar.
El nuevo teatro tenía una enorme vitalidad y pronto sus estrenos fueron parte fundamental del movimiento cultural chileno. Su criterio de selección de obras sigue vigente como un ideal de todo teatro nacional: una obra moderna de cualquier origen, una obra chilena y un clásico español, francés, inglés o norteamericano.
Sin embargo durante los primeros cinco años, los actores y diseñadores no recibían sueldo, de modo que al trabajo al que acudían para sobrevivir era la radio. Bélgica recorrió ese camino junto a sus compañeros cuyo número aumentaba con el paso del tiempo con la incorporación de artistas plásticos, músicos y cantantes; como Agustín Siré que era profesor de francés, filosofía, historia y literatura.
El primer gran éxito fue Nuestro pueblo de Thornton Wilder en 1945, allí la amistad de Bélgica con Domingo Tessier2 pasó a compromiso. Por esos años la BBC de Londres contrataba actores chilenos para leer noticias debido a que el acento de los chilenos era más suave o indefinido que el venezolano o el argentino o el mexicano. También transmitían obras de habla hispana a las que habían invitado a Pedro de la Barra, Roberto Parada y María Maluenda3 y finalmente a Bélgica y a su novio.
Se casaron en Londres, pero con el frío invernal Bélgica enfermó gravemente. Después de unos meses en el St. Mary’s Hospital, un médico chileno que iba de paso le diagnosticó mal de Pott. Se le había disuelto una vértebra de la columna. La operación fue exitosa pero para recuperar el movimiento debería estar inmóvil metida en un molde de yeso, el mismo en el que volvió a Chile en barco.
Doña Magdalena, su madre, se trasladó a Santiago a cuidarla y librarse de su marido que tenía problemas mentales. Era 1949.
Durante los tres años siguientes estuvo enyesada sin moverse y leyendo cuanto libro caía en sus manos. La mayor parte de estos gracias a César Cecchi (médico sin ejercer debido a una tuberculosis) que se transformó en uno de sus mayores amigos y en uno de los miembros del comité que seleccionaba las obras en el Teatro Experimental que traducía del inglés, francés, italiano y alemán. Además era un chismoso simpático, la entretenía contándole la vida y las peripecias del mundo artístico chileno y social del momento; un afortunado cable a tierra.
Después de tres años fue dada de alta. Tuvo que aprender a caminar de nuevo y regresó al poco tiempo al Teatro Experimental actuando primero en un papel pequeño en La madre coraje de Brecht y Steffin, luego en uno más importante en Chañarcillo de Antonio Acevedo Hernández4 interpretando a “La Planchada” y a “Sonia” en Tío Vania de Chejov, donde se robó el corazón de los espectadores y la crítica.
También empezó hacer clases en la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile; su ramo era Historia del teatro griego y romano. Volvió a la vida, tuvo un hijo, Leonardo, y su reputación se hizo cada vez más sólida con The Living Room de Graham Green y también interpretando a “Ama” de Doña Rosita la soltera de Federico García Lorca.
La relación con Domingo Tessier era normal hasta que una noche después de volver de una función lo encontró bastante borracho y él le dijo que no la soportaba más, que tenía otra pareja y que tenía que dejarla.
Bélgica no pudo dormir esa noche. En cuanto pudo se fue a Viña del Mar con María Cánepa que era su mejor amiga. Se fueron a jugar al Casino y perdieron hasta el último centavo; una se quedó de rehén en la pensión donde se alojaban y la otra se fue a Santiago a buscar plata para pagar la deuda. Mingo, como le decían a Domingo, se fue con su nueva pareja. La relación entre ellos terminó pronto y en 1957 se fue a Guatemala donde se casó con Eunice Alvarado, volviendo a Chile a finales de los años 50.
Mientras tanto la reputación de Bélgica crecía y traspasaba las fronteras. El más célebre de los directores teatrales de América Latina de ese momento, el uruguayo director de El Galpón5, Atahualpa del Cioppo, le solicitó interpretar a Masha de Las tres hermanas de Chejov. La crítica la elogió diciendo que el resto de los actores seguía su estilo y la destacó entre las tres mejores actrices del año 1955.
Al volver a Chile, Bélgica es recibida por un angustiado Pedro Orthus que estaba dirigiendo El sombrero de paja de Italia de Labiche. Tenía una baja en el reparto, la actriz que hacía de niño con globo en mano en el séquito de la boda del personaje principal, que interpretaba Héctor Duvauchelle6, se iba a Estados Unidos.
Al día siguiente, Bélgica estaba en escena como parte del séquito donde también estaba yo.
1.Juvenal Hernández, rector de la Universidad de Chile 1933-1953. http://www.uchile.cl/portal/presentacion/historia/rectores-de-la-u-de-chile/4707/juvenal hernandez-jaque-1933-1953
2. Domingo Mihovilovic Rajcevic (1918-2014) conocido artísticamente como Domingo Tessier fue un actor, director, dramaturgo y profesor de teatro chileno.
3. Roberto Parada (1909-1986) y María Maluenda (1920-2011) actores, fundadores, entre otros, del Teatro Experimental de la Universidad de Chile en 1941.
4. Antonio Acevedo Hernández (1886-1962) escritor y dramaturgo chileno, de formación autodidacta. Escribió teatro, novela, cuento, crónica literaria y periodística, ensayo, poesía popular y recopilación folclórica.
5. Atahualpa del Cioppo (1904-1993). Poeta, director teatral y escritor uruguayo. Su verdadero nombre era Américo del Cioppo, fundador de la compañía de teatro cultural El Galpón, recibe la medalla Gabriela Mistral del gobierno de Chile en 1991.
6, Héctor Duvauchelle (1932-1983) Actor chileno parte del Instituto de Teatro de la U. de Chile; fundador del Teatro Universitario de la U. de Concepción; en 1970 participó como narrador en la Cantata Santa María de Iquique.
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