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Martes, 22 de Julio de 2025
[Revisión del VAR]

Formas de volver a casa en el fútbol

Roberto Rabi González (*)

En Chile, los casos recientes de Arturo Vidal, Gary Medel, Charles Aránguiz y el anunciado retorno de Eduardo Vargas, reabren una pregunta que, más allá del romanticismo, merece una revisión crítica: ¿cuándo y cómo deben volver los referentes al fútbol chileno?

Espero que Alejandro Zambra no considere que me estoy apropiando del título de su formidable novela, que, por cierto, se refiere a personajes (él), circunstancias y una cuestión en esencia distintos. Convengamos, eso sí, que hay algo místico y trascendental en el discurso del regreso a casa. Al hogar. Partiendo por La Odisea: Ulises vive extraordinarias aventuras después de la guerra para volver a su tierra -Ítaca- y Homero las describe con tal profundidad, que toda la tradición occidental volverá sobre su poema para referirse intencionadamente a la política, la sociedad, la filosofía, la literatura y un sinnúmero de fenómenos culturales.

Vamos al fútbol.

Volver al origen, al club que te vio debutar o al país que te formó, es un gesto que moviliza a las hinchadas, al relato deportivo, al periodismo de todo calibre y al mercado. Es fuente de emociones de esas que hacen que el fútbol nos conmueva. Uno -de tantos- argumentos que se pueden esgrimir para confrontar la insípida perorata de los que afirman que el fútbol no es más que un puñado de sujetos pateando una pelota. En Sudamérica, donde el fútbol es también una narrativa de lealtades e identidades, los regresos de los jugadores consagrados, que vivieron algo grande en el primer mundo del fútbol, se convierten en actos simbólicos cargados de dramatismo, pero también de dinero, de razones, de sinrazones y de cuestionamientos: la vuelta del hijo pródigo, el reencuentro del crack con su gente. Con Penélope.

Es en extremo interesante confrontar tal homérica gesta con las lógicas económicas y deportivas de nuestros tiempos: El mito no siempre se ajusta a los tiempos del cuerpo ni a las urgencias del club. Tampoco a las expectativas de los hinchas. Mucho menos a las lucas disponibles.

En Chile, los casos recientes de Arturo Vidal, Gary Medel, Charles Aránguiz y el anunciado retorno de Eduardo Vargas, reabren una pregunta que, más allá del romanticismo, merece una revisión crítica: ¿cuándo y cómo deben volver los referentes al fútbol chileno?

En Argentina y Brasil, los regresos ilustres han sido muy potentes a lo largo de la historia, no solo por el peso de sus ligas sino por la cultura de ídolos que rodean a Boca, River, San Lorenzo, Independiente, Racing; Flamengo, Vasco, Fluminense, Botafogo;  Sao Paulo, Palmeiras, Corinthians, Santos. En Chile, el regreso de una estrella de selección a su club de origen -Aquel que importa, no siempre al que lo formó- ha sido un fenómeno sinuoso. Claudio Bravo nunca volvió a Colo-Colo. Alexis Sánchez, por ahora, tampoco: ni a Cobreloa, que lo formó ni a la Universidad de Chile, supuesto equipo de sus amores. “Bam Bam” Zamorano sí lo hizo a Colo-Colo, el equipo de sus escalofríos y de su padre. ¿Qué más potente?

Marcelo Salas tuvo su regreso pleno, como dirían Lennon y McCartney (condimentados por Joe Cocker) con la ayuda de ciertos amigos, auspiciadores, con harto billete, volvió y terminó su carrera en la “U” de manera más que digna conformando a los azules.  Elías Figueroa, el más grande de todos, no terminó su carrera en  Wanderers. David Pizarro lo estaba haciendo y de pronto ciertos conflictos lo llevaron a rebobinar y dejar, para los libros, un retorno a la “U” emocionante y final. Con épica, como les gusta decir a los narradores del balompié.  ¿Qué tanto talento hubo en estos regresos lindos? Cada futbolero tendrá su apreciación.

Ahora, en los últimos años, se ha producido una pequeña ola de regresos que parecían lejanos: Arturo Vidal volvió a Colo-Colo en enero de 2024, 17 años después de haber partido a Europa. Más Vidal que nunca, en la suya. Pero con menos velocidad, precisión y chispa. Sí, el endemoniado paso del tiempo no perdona ni a los imprescindibles. Acá, entonces, la pregunta crucial: Asumiendo que se trata de un retorno incuestionable para la lógica de la pertenencia y el hinchismo, ¿es realmente un aporte para el club y su competitividad?  Pido la palabra con el gran “depende”: si está dispuesto a ser banca, cuando debe ser banca, no cabe duda de que el final es el que vale la pena contar. Si no, nos acercamos bastante al relato del ídolo que no acepta que su tiempo pasó. ¡Qué demonios!  El tiempo pasa y es implacable con todos, pero si el jugador-emblema no lo acepta, termina siendo más funcional a su propio egocentrismo que al fútbol y los futboleros. Alguien debería decírselo bien claro a todos los superclase de la pelotita: por muy grande que seas, en algún minuto, antes de transformarte en una enana blanca, tendrás que ser suplente; si no te gusta esta idea, retírate antes de los 35.

Gary Medel retornó a Universidad Católica en 2024 tras una carrera de 15 años en el extranjero y hoy es titular en la UC de sus amores; pero ojo, lo que el Pitbull representa para el fútbol es esencialmente algo que depende de la cabeza, pero también mucho del físico. Como en el caso de Marcelo Díaz, en la “U”, un volante de contención que en 2025 ya no corre como antes. ¿Puede brillar un 6 sin despliegue físico? Difícil.  Y, afortunadamente, Díaz lo entiende bien y no se le ve incómodo en la banca, cuando tiene que estar atento a que el jugador que sí debe ser protagonista deba salir de la cancha por alguna razón. Eso que suena tan evidente, tan incuestionable, caramba que puede resultar hiriente para un jugador consciente de su grandeza y del respeto que se ha ganado:  asumir que ya no es el de antes y que otro que probablemente no es tan bueno como él fue en su prime, es el indicado para jugar en vez de él.

Charles Aránguiz regresó a Internacional de Porto Alegre, club donde fue ídolo antes de saltar a Europa, y luego  volvió a la “U” en lo suyo, comiéndose el mediocampo con talento y precisión. Sin fallar penales nunca. Se le ve tan imprescindible, tan estelar, que vale la pena preguntarse ¿y el próximo año? ¿el que sigue? ¿debe ceder la titularidad apenas aparezca un jugador un poco más apto?  ¿inmediatamente? ¿Le daremos unos días, semanas o meses para ser titular debido a su trayectoria y no a su presente?

Carlos Caszely jugó por la selección al más alto nivel hasta el final. De hecho, el mejor gol que marcó por la Roja, se dice que fue el último, a Brasil el 21 de mayo de 1985, un pique por la izquierda –tras pared con Jorge Aravena-, para amagar hacia afuera, que descolocó al portero ¡Titular de la Selección de Brasil! Carlos Gallo, para mandar el balón al fondo del arco. Sin embargo, y pese a que exigía a gritos retirarse en Colo-Colo, sus últimos minutos en cancha, como profesional, los jugó con la camiseta de Barcelona de Guayaquil. ¿Por qué? ¿No hubiese sido más acorde a lo que significó, que se retirara en el “eterno campeón”?

Hoy, Eduardo Vargas, aún sin confirmar oficialmente, estaría en negociaciones para cerrar un ciclo en la “U”, el equipo con que lo ganó todo. ¿Vendrá a ser titular? ¿Vendrá a brillar? ¿Vendrá a retirarse?

Estos regresos, aunque celebrados por la prensa y las redes sociales, han tenido resultados desiguales. Dignos de muchas páginas y cantos.

El regreso de Arturo Vidal fue una bomba mediática y comercial para Colo-Colo. Su arribo activó abonos, marketing y entusiasmo. Sin embargo, su impacto futbolístico ha sido irregular. Las lesiones, el desgaste físico y la velocidad del torneo chileno lo han expuesto en más de una ocasión. Pese a su jerarquía innegable y su compromiso visible, el tiempo de Vidal parece estar en conflicto con la intensidad de su pasado. ¿Y su sueldo? ¿Es la remuneración propia de un jugador de segundo orden en el club?  No, para nada. Es feo decirlo, pero, como dijo Serrat, “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.

Lo mismo ocurrió en Flamengo, donde fue resistido por la hinchada. La pregunta no es si su regreso es justo —lo es, porque lo ganó con su historia— sino si fue en el momento correcto para el club y para él.  Si sus últimos cartuchos los disparará en la banca o en la cancha. Si su sueldo se justifica en el presente o en el pasado. Porque los ingresos justificados en el pasado no se denominan remuneración sino jubilación.

El regreso de los ídolos no puede ser evaluado solo desde la emoción. También debe leerse desde lo estratégico: ¿vuelven a competir o a retirarse? ¿A inspirar o a arrastrarse?

El periodista argentino Ezequiel Fernández Moores escribió una vez: “el ídolo que vuelve es como el actor que regresa al escenario: puede emocionar o hacer el ridículo. Todo depende del momento”. Volver a casa es siempre hermoso, pero hacerlo a tiempo puede marcar la diferencia entre el homenaje y el desencanto.

Y si los tiempos no encajan, que el ego y las expectativas no desafinen.

* Roberto Rabi González es escritor, abogado de la Universidad de Chile, profesor de Derecho Procesal y Penal e investigador de la Asociación de Investigadores del Fútbol Chileno (ASIFUCH).

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