Entre 1996 y 2007, el ejecutivo brasileño de origen libanés Carlos Ghosn era una figura recurrente en las revistas dedicadas a los negocios; con laudatorias portadas y reportajes en Fortune, Harvard Business Review y otras por el estilo, que se dedican –entre otras cosas– a enarbolar el perfil del burócrata-héroe como mascarón de proa del galeón capitalista.
El mito y los hechos dicen que entre 1996 y 1999 revivió a la aproblemada firma francesa Renault, podando plantas y empleos con mano y tijeras de acero, lo que permitió a la empresa acumular suficiente liquidez como para invertir e intervenir en la aún más aproblemada firma japonesa Nissan, la que dirigió desde 1999 hasta 2018.
Con la misma mano, las mismas tijeras y el mismo acero, Ghosn recortó 21 mil puestos de trabajo, y en pocos años revirtió las calamitosas cifras de la firma, más que duplicó la cantidad de autos producidos por año y se convirtió en una especie de ídolo nacional en Japón. Al punto de que la vida y las hazañas del ejecutivo fueron publicadas en formato manga, como si fuera un superhéroe.
El documental que nos ocupa se vale de unos dibujos tipo manga para ilustrar los aspectos clave de los tres actos en que se puede resumir la vida de Carlos Ghosn en la cumbre ejecutiva, y que se reparten equitativamente su hora y media de duración: ascenso, decadencia y caída en desgracia (fuga incluida).
Los dibujos sirven para dar énfasis o para ilustrar aquello que las muchas fuentes del documental se acercan a expresar sin ser del todo explícitos. Y son muchas las fuentes en este documental, en Francia y en Japón, desde el presidente de Renault que contrató a Ghosn como su segundo de a bordo y eventual sucesor, hasta la señora que limpiaba su departamento en Tokio y lavaba su ropa.
Son tantas las fuentes y tan variadas, que entre todas ellas y las copiosas imágenes de archivo arman sin problemas un relato veloz sin ser vertiginoso, pues los pasajes más abstrusos de la etología corporativa son abordados con tiempo y con didáctica para que no se pierda de vista lo importante.
El primer tercio del documental funciona así, y funciona bien. El meteórico ascenso al olimpo mundial de los negocios se cuenta meteóricamente hasta que empiezan los problemas: para Ghosn y para el documental.
El segundo acto –el de la decadencia– mantiene el mismo ritmo que la sección anterior, lo que le da coherencia de estilo al documental, pero se escabulle de la necesaria reflexión o al menos de la especulación respecto de cómo un ejecutivo tan competente y probo como Ghosn empezó a derrapar de manera tan evidente.
¿En verdad no había una fuente –ejecutiva, familiar o periodística– que pudiera explicar convincentemente por qué Ghosn se empeñó en la locura de dirigir Renault y Nissan al mismo tiempo? ¿Basta una “crisis de mediana edad” para explicar su súbita preocupación por su aspecto, o la caída en frivolidades tan estúpidas como el celebrar su cumpleaños número 60 en el salón de los espejos de Versalles (pagado por Nissan)?
Claramente hay una dimensión privada y familiar de su vida –su ascenso, su decadencia y su caída– que el documental prefiere omitir. Apenas menciona que Ghosn es un hombre casado y con hijos universitarios, y la alusión a su divorcio y a un segundo matrimonio es tan fugaz que apenas se puede contar como el síntoma de una enfermedad sin nombre y sin descripción precisa.
Así las cosas, las preguntas se agolpan: ¿Cómo se pasa de la excelencia a la enajenación? ¿Y si los méritos de Ghosn siempre fueron exagerados y nunca fue más que un inclemente reducidor de costos? ¿Y cómo se pasa de la enajenación a la pura y simple delincuencia?
Está bien, ni los documentales ni las películas en general tienen que parecerse a un puzzle de mil piezas recién terminado, donde todo calza y donde todo está expuesto. En la vida, y en las obras que tratan de capturarla, hay vacíos y zonas oscuras; pero cuando faltan demasiadas piezas, el cuadro parece incompleto y a veces incomprensible.
La velocidad y el carácter coral de esta reconstrucción esconden estos vacíos como pueden, y a cambio nos ofrecen entretenimiento e información respecto de cómo se manejan las altas esferas del mundo empresarial; al menos lo suficiente para entender la caída del Ghosn: caída en desgracia y caída en la cárcel; así, sin escalas.
Como es habitual en este tipo de documentales, su comienzo es un minitrailer de lo que está por venir y una de las cosas que se anuncia es la imagen recurrente de una celda donde se proyecta a Ghosn hablando desde el presente, a otros medios y en otras circunstancias.
Junto con aportar una perspectiva de “ultratumba”, de quien ya ha superado la prueba que estamos viendo, estas imágenes suplantan al Ghosn que no quiso hablar para este documental y lo muestran recordando la fragilidad de sentirse a merced de un sistema judicial –el japonés– que castiga primero y juzga después.
Si bien el documental falla en explicar la involución de Ghosn, sí se presenta bastante riguroso a la hora de mostrar las facetas de su personalidad que lo vuelven execrable para muchas de sus fuentes, a la vez que también es capaz de generar lealtades muy firmes en personas que parecen honorables y que ya no tienen relación con él ni lo necesitan.
Eso lo vuelve un personaje bastante interesante, cuya rocambolesca fuga no agrega necesariamente más capas a su perfil sino que le aporta al conjunto la emoción del thriller o del caper (cintas de robos o fugas planificadas), antes de llegar al clásico epílogo que cierra las cosas para que el espectador crea que ahora sabe todo sobre el asunto.
Y claro, se sabe bastante más, pero también queda la sensación de que no sabemos ni entendemos lo más importante: las razones internas de por qué el caso de Carlos Ghosn es tan curioso.
Acerca de…
Título original: Fugitive - The Curious Case of Carlos Ghosn (2022)
Nacionalidad: EE. UU.
Creado por: Lucy Blakstad
Duración: 95 minutos
Se puede ver en: Netflix
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