No es fácil ser joven. Y menos lo es ahora, en que la pandemia de Covid-19 ha implicado una serie de restricciones de movimiento que afecta con particular fuerza a quienes más energía tienen y más se mueven: los jóvenes. Algo además, que no ha sido muy visible, pues no ha habido consideraciones especiales para este grupo de personas, salvo las vinculadas a la educación.
INTERFERENCIA conversó con varios jóvenes de diferentes edades dentro del rango de 14 a 30 años para comprender en sus voces su forma de vivir esta pandemia, lo cual no descarta la rebeldía frente -por ejemplo- las medidas restrictivas. También ellos y ellas expresan grandes dificultades para estudiar de forma remota, desarrollar sus gustos, recrear los hábitos de la edad, vivir su vida sexual y ser parte del proceso político por el atraviesa Chile.
Antes una breve radiografía de este grupo etáreo:
Según el Instituto Nacional de Estadísticas en Chile (ne) actualmente hay 2.703.243 personas entre 15 y 24 años, lo que representa el 13,9% de la población total del país. Este porcentaje implica una disminución notoria respecto de 1992, cuando los jóvenes equivalían al 18,1% del total de habitantes del país. Para 2050, se espera que la cifra continúe descendiendo, pues según el INE ese año se proyectan 2.237.136 personas entre 15 y 24 años, que representarán el 10,3% de la población.
La encuesta Casen, por su parte, plantea que los jóvenes entre 15 y 29 años cuentan con 12,6 años promedio de escolaridad, mayor a los 10,6 de la población de 30 años y más. Del total de jóvenes que se encuentran en el rango de edad antes descrito, un 35,4% solo trabaja, el 36,9% solo estudia, el 7,2% estudia y trabaja, el 5,7% solo busca trabajo y, finalmente, el 12,7% no estudia ni trabaja.
Los jóvenes no se casan en la misma proporción que las generaciones de sobre treinta años. Solo un 4,6% de ellos tiene ese estado civil actualmente (versus el 44,8% de los mayores de 30 años se casa en Chile), mientras que en 1990 ese porcentaje era 27,4%.
La misma encuesta revela que el 9,2% de los jóvenes entre 15 y 29 años está en situación de pobreza por ingresos, lo que es una cifra superior al 8,4% de la población no joven. No obstante, esta proporción ha ido descendiendo, ya que en 2006 los jóvenes que estaba en esa situación representaban un 27,5%.
Restricciones a la libertad y vida en el parque
Del 19 al 26 de octubre de 2019 se decretó el toque de queda. El escenario era totalmente diferente al de la pandemia, no había temor a salir a la calle, todo lo contrario, existía una convicción generalizada de la ciudadanía de la importancia de salir a manifestarse. Durante los primeros meses de 2020 nada apuntaba a que podría detenerse las manifestaciones públicas, sin embargo, el 26 marzo del año pasado se decretó otra vez el toque de queda y se inició un ciclo de mayores o menores grados de restricciones al movimiento en Chile, afectando la libertad de reunión y tránsito en todo el territorio.
Son las 20:30 hrs. del viernes 11 de junio de 2021 y han pasado más de un año y medio desde que la palabra toque de queda se integró a las conversaciones de los jóvenes chilenos. La comuna de Santiago está en Fase 2 y Daniela Malahue de 30 años y Fernanda Gilbert de 23, se encuentran sentadas en una banca en el pasto que rodea la pista de patinaje del Parque Bustamante. Comparten un vino, mientras aprovechan las últimas horas de libertad, antes de la que la Región Metropolitana entre en cuarentena total.
Daniela Malahue y Fernanda Gilbert

Gilbert es vecina del Parque Bustamante, estudia ilustración y frente a las restricciones a la libertad de reunión y tránsito impuestas en pandemia las desdramatiza. “Las personas de más de 35 años, que en muchos sentidos son hijos de la dictadura, tienen una relación súper compleja con medidas como el toque de queda o las cuarentenas. Tienen muy internalizada la doctrina del shock y tienen mucho miedo, ven las medidas como inquebrantables y que si la rompes, puedes resultar dañado. Aún tienen resabios de la dictadura”, opina.
Gilbert asegura -con las personas de su generación patinando y deslizándose sus tablas de skate por las rampas del parque- que “estas medidas no tienen el mismo efecto en los jóvenes, porque no tienen miedo. Es más, ellos venían de una revolución, un estallido que demostró un descontento generalizado y que fue iniciado desde ellos saltando los torniquetes”.
“Las personas de más de 35 años, que en muchos sentidos son hijos de la dictadura, tienen una relación súper compleja con medidas como el toque de queda o las cuarentenas. Tienen muy internalizada la doctrina del shock y tienen mucho miedo", dice Fernanda Gilbert.
Su amiga Malahue, quien cursa un doctorado en literatura en la Universidad de Chile, comparte la idea. “El miedo es generacional. Lo veo con mis abuelos. Vemos de formas muy diferentes un mismo hecho social. El toque de queda era una medida represiva más, que no implicaba en mí un miedo mayor que una represión más, pero en mis padres y abuelos era como una ley. Al gobierno le sirvió, porque pasamos de un toque de queda en el estallido social a uno en pandemia, y aunque son situaciones profundamente distintas, se están resolviendo con recursos similares y haciendo parecer que los tipos de sanciones pueden ser homologables”.
Después de varios meses de confinamiento, estas amigas coinciden en que es fundamental tener un espacio para salir a tomar aire y dar una vuelta. El Parque Bustamante, todas las tardes, se trasforma en un lugar de recreación, donde se practica bicicleta, trote, crossfit, hay bandas tocando música y una pista de patinaje repleta de jóvenes, muchos de los cuales vienen de muchos puntos alejados de la ciudad.
Nicolás Criter de 19 años y Marcelo Oros de 15, viven en Puente Alto y dicen estar disfrutando el último día antes de iniciar el confinamiento en la Región Metropolitana. Ellos andan en skate hace tres años y dicen haber perdido un poco de práctica en estos meses que han tenido que permanecer confinados.
Nicolás Criter y Marcelo Oros

Criter, quien está en cuarto medio, dice que el confinamiento es “agotador, estuvimos encerrado jugando en el computador, pero cuando se puede salir lo hacemos y venimos donde nos gusta. En la casa todos se estresan, chocan los familiares, porque mi papá tiene que trabajar en el living, mientras mi mamá tiene reunión. Sumado a eso, las tareas on line se acumulan, los profesores no entienden que necesitamos ratos libres, creo que ahora tengo más trabajo que cuando asistía al colegio de forma presencial”.
Vida sexual y vida online
Matías Quintanilla es mucho más estricto con la cuarentena. No sale de su casa, sino es a cosas puntuales. Ha sido riguroso con el confinamiento, dice que por temor a que a su abuelo o a su madre les pase algo.
Este joven de San Joaquín de 20 años estudia ingeniería forestal en la Universidad Austral, está cursando su primer año y sus padres ya están ahorrando plata para pagar la manutención cuando se acabe la modalidad remota, y tenga que irse a Valdivia.
Matías Quintanilla, estudiante de ingeniería forestal

Quintanilla fue muy activo durante el estallido social. Mientras estaba cursando su enseñanza media pertenecía al centro de alumnos de su colegio. Recuerda con nostalgia las posibilidades que existían para reunirse en las manifestaciones y se siente muy conforme con los cambios en el espectro político que se dieron en las elecciones recién pasadas.
Pasa gran parte del día en línea y juega con sus amigos en esta modalidad. No tiene polola desde la enseñanza media y confiesa que ha estado solo durante la pandemia. Sin embargo, ha sabido adaptar su vida sexual al confinamiento.
“He tenido dos experiencias, que han sido nuevas para mí, en estas dos ocasiones han sido mujeres las que me han propuesto avanzar en el tono de la conversación y llevarlo a un plano sexual. Para eso he usado Instagram, ya que esta plataforma permite enviar videos cortos de 10 segundos que luego de ser vistos se borran, eso te da la seguridad que lo que estas enviando no sea reproducido, además si el usuario con el que estas chateando saca una impresión de pantalla se te notifica, por lo que es bastante seguro”, relata el joven.
Una realidad más que virtual en el país, si se considera el incremento de la velocidad de penetración de internet y las redes sociales en el país, en especial debido a la pandemia.
En el Digital 2021 Global Overview Report realizado por We Are Social y Hootsuite se profundizó en la situación digital de Chile en el 2020-2021, mostrando un aumento en la cantidad de dispositivos móviles: el país suma 25,3 millones. La cantidad total de dispositivos como celulares, tablets y laptops, supera a la población total (132,1%), quedando por encima de países como Argentina (121,6%), Colombia (119%) y México (89,1%).
"He tenido dos experiencias, que han sido nuevas para mí, en estas dos ocasiones han sido mujeres las que me han propuesto avanzar en el tono de la conversación y llevarlo a un plano sexual. Para eso he usado Instagram, ya que esta plataforma permite enviar videos cortos de 10 segundos que luego de ser vistos se borran", cuenta Matías Quintanilla.
Según el presente reporte existen 15,8 millones de personas conectadas a internet en Chile con 16 millones de perfiles activos en redes sociales, lo que representa un crecimiento del 6,7% anual, es decir, un millón de nuevos usuarios en comparación con el año 2020.
El estudio develó que, en Chile, Instagram alcanzó 9,7 millones de cuentas a través de anuncios publicitarios, lo que representa un 60,6% de los usuarios de redes sociales. El uso de esta red experimentó un crecimiento anual de 2,1%, que se traduce en 200 mil usuarios nuevos. Su público está conformado por un 54.2% de mujeres y 45.8% de hombres.
De acuerdo a un estudio de la consultora Criteria, el uso promedio semanal pasó de 18 horas a 22 una vez decretado el confinamiento en Chile. Además, según un estudio de Statista, el número de publicaciones realizadas en redes sociales en el país creció un 53% en marzo de 2020 con respecto al mismo mes del año 2019.
El país se posicionó en el primer lugar en el uso de redes sociales en Latinoamérica y no es aventurado decir que sus principales usuarios son precisamente los jóvenes, quienes son nativos digitales.
Daniela Malahue tiene 30 años y antes de la pandemia no tenía pareja. Durante el confinamiento y como una forma de socializar, comenzó a ocupar Instagram, red social que le permitió conocer a su actual pareja. No tiene los problemas de Quintanilla, porque vive sola y puede juntarse de forma presencial con su pareja.
Fernanda Gilbert -por su parte- de 23 años, dice haber conocido el amor en pandemia. Ella descargó Tinder, una de las aplicación de citas más populares. Revisando perfiles se encontró a quien es su pareja actualmente.
En el caso de Nicolás de 19 años y Marcelo de 15, con quienes se conversó también en el Parque Bustamante, han preferido no mantener relaciones amorosas durante la pandemia, privilegiando el auto cuidado. “Tener pareja para nosotros no es relevante en este momento”, plantean los jóvenes mientras tienen la tabla de skate en la mano.
Marihuana
Un reciente estudio realizado por Unicef, donde se entrevistó a 8.444 adolescentes y jóvenes de 13 a 29 años en nueve países y territorios de América Latina, mostró los sentimientos que enfrentaron en los primeros meses de la pandemia y la situación en el mes de septiembre 2020.
El 27% de los jóvenes reportó sentir ansiedad y 15% depresión en los últimos siete días. Para el 30%, la principal razón que influye en sus emociones actuales es la situación económica.
Almendra Pizarro, tiene 22 años y estudia Ingeniería agrónoma en el instituto Duoc - UC de San Bernardo, se encuentra cursando su séptimo semestre, sus dos primeros años los hizo de forma presencial y ya lleva tres periodos cursando su carrera de forma remota.
Recuerda que todo inició con el estallido social. Desde entonces que comenzaron a trabajar no presencialmente, ya que el segundo semestre de 2019 los exámenes fueron ejecutados de manera on line.
Almendra Pizarro, estudiante de ingeniería forestal

“Igual agradezco que me haya tocado presencial, porque fue el tiempo que pude concentrar la mayor carga académica, tuve clases teóricas y prácticas. Por esa parte fue muy bueno el balance de las dos metodologías que se pueden implementar. Sin embargo, ha sido complicado estar estudiando en la casa, porque tienes otro estilo de vida. Toda otra rutina en la casa. En este momento solo estoy enfocada en pasar los ramos”, cuenta.
"Si no estoy fumando marihuana me lo estoy comiendo todo. Es ansiedad y estrés. Es por estar constantemente concentrada en el computador. Si quiero concentrarme me fumo un pito mientras estoy en clases. Durante el día busco el momentos para fumar”, cuenta Almendra Pizarro.
Pizarro vive con ocho personas más en su casa, del total de nueve integrantes de esta familia, cinco consumen marihuana. “Yo estoy fumando alrededor de dos gramos diarios, pero como todos fuman, eso se puede incrementar fácilmente. Durante una parte del año cultivo y en otro tiempo compro, es caro mantener este consumo”.
Pizarro le contó a INTERFERENCIA que “si no estoy fumando marihuana me lo estoy comiendo todo. Es ansiedad y estrés. Es por estar constantemente concentrada en el computador. Si quiero concentrarme me fumo un pito mientras estoy en clases. Durante el día busco el momentos para fumar”.
Según relata la estudiante, el consumo de marihuana es variado y hay momentos en que se junta con sus amigos y familia y fuman más de la cuenta. Sobre cuatro gramos en una tarde. Aún cuando su consumo es elevado, esta mujer dice no sentirse perjudicando su salud, ya que por medio de esta droga, logra disipar el estrés y concretar todas las tareas que se propone. “La marihuana no me limita, todo lo contrario, me activa en el desarrollo de mis tareas”.
Fernanda Gilbert dice que “antes de que comenzara la pandemia el consumo de drogas fue mucho mayor para ella, en los carretes consumía cocaína, pastillas, LCD, TUSI y marihuana, entre otras drogas. Sin embargo, durante la pandemia solo ha consumido marihuana. "Todos los días me fumo un pito, estoy todo el día volada, pero muy productiva. Incluso podría decir que de las otras drogas me rehabilité”.
Mientras que para su amiga Daniela Malahue “durante la pandemia me reencontré con la marihuana, antes me hacía mal, ahora he podido fumar y disfrutarla, me reconcilié con la marihuana”.
Rodrigo Hernández tiene 20 años, estudia sociología en la Universidad Andrés Bello, aunque tiene bien controlados los tiempos de estudio y es reflexivo frente al proceso de vida que está experimentando siendo joven en pandemia, también ha tenido que confrontar con sus padres esta práctica.
“No hemos tenido una conversación clarificadora sobre mi uso de la marihuana. Antes de la pandemia fumaba de vez en cuando con mis amigos del barrio, pero durante la pandemia comencé a fumar en mi casa para ver películas o tocar música. Sin embargo, ellos ( sus padres) dejaron de perseguirme cuando comprendieron que me gustaba fumar y que eso no importunaba en mis clases y si lo dejaba o seguía, era mi problema”.
El Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda) entregó el resultado de la segunda encuesta sobre los efectos del Covid-19 en el consumo de alcohol y otras drogas en Chile, la cual contó con 38.905 respuestas.
Entre los resultados del estudio se destaca que un 36,1% de las personas ha consumido menos alcohol desde el inicio del Covid-19, un 22,2% que ha tomado más y un 33,9% usó la misma cantidad.
En cuanto a la marihuana, un 22,2% declara haber consumido menos desde el inicio del COVID-19, mientras que un 33,4% dice haber usado más y un 39,9% indica haber consumido la misma cantidad. En relación al estudio anterior, se observa un aumento de 3,8 puntos porcentuales en la declaración de igual uso, pasando de 36,1% a 39,9%.
Asimismo, el estudio de Senda demostró que en el consumo de medicamentos sin receta como tramal y clonazepam, el 10,9% dice que ha disminuido desde el inicio de la pandemia, el 53,8% dice que ha consumido más y el 26,8% señala haber usado la misma cantidad.
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