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Miércoles, 6 de Agosto de 2025
[Revisión del VAR]

Justicia deportiva

Roberto Rabi González (*)

“¿Se podrían mejorar nuestras reglas deportivas para hacerlas infalibles a los cuestionamientos? Es imposible y demos gracias que los tribunales ordinarios de justicia no deben lidiar, además de sus problemas propios, con todo este entuerto propio de peloteros que quieren dotar de cierta seriedad a un juego”.

Hemos terminado, con polémica, un nuevo campeonato oficial de fútbol profesional chileno. Todo muy pintoresco, muy de barrio. Mucha referencia a “ganar un campeonato por secretaría”. Reclamos por el desempeño de árbitros, e incluso objeciones sobre la imparcialidad de algunos integrantes del tribunal de disciplina de la ANFP. Algunos se inhabilitaron, otros no. Consideremos que cuando escribo estas letras, aún está pendiente de resolver una denuncia formulada por la Universidad de Chile, que podría acarrear sanciones, incluso la pérdida de puntos (y consecuencialmente del título) al flamante campeón, Colo-Colo.

Para comenzar, creo muy importante contextualizar. Estamos hablando de un deporte, un juego, profesional en su caso, que como cualquier juego tiene reglas. En el caso del fútbol profesional, muchas, de distinto orden y, lo que complejiza el entorno, no sólo un árbitro que resuelve en la cancha, junto a sus asistentes y el VAR, sino también un tribunal de disciplina que resuelve de acuerdo con sus estatutos, bases del campeonato y múltiples normas aplicables. Un tribunal, además, con dos salas, inspirado en el principio de la doble instancia.

Destaquemos que la polémica se arrastra desde un partido entre Huachipato y Colo-Colo, que motivó a Universidad de Chile a denunciar que, estando el entrenador colocolino suspendido por su comportamiento con el árbitro  José Cabero en el clásico contra Universidad Católica, la banca del cuadro albo habría tenido comunicación con él, lo que sería constitutivo de una figura especial de desacato, contemplada en la normativa vigente y que es castigada con la pérdida de los puntos disputados por parte del equipo infractor. Tal denuncia la primera sala del tribunal de penalidades la desestimó por mayoría de sus integrantes. El fallo es polémico, en cuanto a los argumentos de la mayoría y los de minoría. Pero otra cosa me llama la atención sobre el contexto de dicha resolución: que  Carlos Aravena integrante de la sala, accedió a inhabilitarse a insinuación de los representantes del Cacique, por su cercanía con el club laico. 

El problema es que el reglamento nada dice al respecto y que, tratándose de un tribunal cuya competencia es resolver sobre sanciones en el fútbol, parece del todo lógico que debe integrarse por gente de fútbol. ¿Podremos encontrar alguna persona que entienda el fútbol con profundidad y que realmente no tenga simpatía por ningún equipo? Me parece que es muy difícil. Por lo que la mentada inhabilitación parece un precedente bastante dudoso.

Pero volvamos, la “U” apeló, y dos días antes de los partidos definitorios del campeonato -con el cuadro blanco dos puntos sobre la “U” en la tabla de posiciones- pidió que los partidos se suspendieran, lo que fue desestimado. El sábado, un día antes de los partidos clave, se cuestionó por parte de Colo-Colo, nuevamente, a un integrante del tribunal por su afecto al “chuncho”, esta vez de la segunda sala y ni más ni menos que a su presidente, don Ernesto Vásquez (exfiscal, actual Juez de Policía Local y profesor en la carrera de Derecho de la Universidad de Chile) quién no accedió a inhabilitarse amistosamente, por no existir una causal prevista al respecto. Razonable, considerando que el Sr. Vásquez lleva casi diez años integrando diversas salas del tribunal y nunca se ha inhabilitado. Si lo hiciera por dicha razón ahora, evidentemente podría cuestionarse el por qué no lo hizo antes. 

Con la resolución del asunto pendiente, se jugaron, el domingo, los partidos de Colo-Colo (empató con Copiapó, sin mayor polémica) y Universidad de Chile (empató con Everton). En el partido de los azules, se produjo una situación inhabitual, en que, a minutos del final del partido, el árbitro principal muy cerca de la posición de jugadores que disputaban un balón, desestimó los reclamos de los ruleteros que estimaban que se había producido una infracción de Marcelo Morales; la jugada continuó y terminó en gol de la “U”. Momentos después, tras una celebración apoteósica de su autor, Leandro Fernández, toda la jugada es revisada por Gilabert quién decide anular el gol, sancionado falta de Morales. ¿Fue una decisión correcta? ¿Es común anular un gol en dichas circunstancias? ¿Quién es el integrante del cuerpo arbitral que insiste en que existe un vicio inicial en el tanto estudiantil? Lo cierto es que el gol se invalidó, ambos empates se mantuvieron y la copa de Campeón se entregó a Colo-Colo, con la decisión de la denuncia de la “U” aún pendiente por parte del tribunal de disciplina.

 Es evidente que hoy, si el tribunal de penalidades sanciona al equipo de Macul, un eventual título de la “U” sería conocido, hasta el fin de los tiempos, como un campeonato ganado por secretaría, lo que supongo no agradaría para nada a la parcialidad azul. Pero aún hay más, si el tribunal tuviera muy buenos argumentos para sancionar y efectivamente fuese lo que en Derecho correspondiera ¿se animarían los cinco integrantes de la segunda sala del tribunal de disciplina a hacerlo ahora, sabiendo lo que ello acarrearía?  ¿Podríamos estar tranquilos en general todos los futboleros sobre la imparcialidad y consecuencia del tribunal de penalidades? ¿Se miden las conductas con la misma vara cuando la incidencia de una sanción no tiene mayores consecuencias que cuando puede provocar consecuencias históricas?

Recordemos la polémica que se generó cuando Ecuador fue denunciado por Perú y Chile, por una irregularidad en la documentación correspondiente al jugador Byron Castillo, supuestamente elegible para desempeñarse como seleccionado ecuatoriano en la eliminatoria previa al mundial de Qatar 2022 y el TAS (Tribunal de Arbitraje Deportivo, de competencia internacional), de manera bastante dudosa construyó una argumentación que significó que Ecuador fuese sancionado con la pérdida de puntos para el actual proceso clasificatorio a la cita mundialista de 2026. Inédito, irrisorio, e indefendible. Pero cierto. 

En suma ¿puede existir algo así como una justicia deportiva o es solo un espejismo?  Supuestamente la implementación del VAR nos ahorraría muchos malos ratos, pero, como hemos constatado, errores se siguen cometiendo y los cuestionamientos, en vez de ser menores son aún más fuertes. ¿Para qué entonces perdimos fluidez y tiempo de juego en cada partido? 

Por otra parte, ¿en realidad vale la pena que se regulen de manera tan detallada ciertas conductas al sancionarse y se establezcan penas supuestamente ejemplarizadoras si, cuando se produce una situación crítica, no se toma realmente en serio la posibilidad de que se apliquen?

¿Se podrían mejorar nuestras reglas deportivas para hacerlas infalibles a los cuestionamientos? Es imposible y demos gracias que los tribunales ordinarios de justicia no deben lidiar, además de sus problemas propios, con todo este entuerto propio de peloteros que quieren dotar de cierta seriedad a un juego.

Hasta que no se pueda dar una respuesta más sofisticada a ese dilema primordial, tendremos que conformarnos con saborear polémicas y esperar que en general las decisiones de los jueces futboleros de todo orden (en la cancha y en el tribunal) sean las que menos afecten la normalidad de los eventos. Mientras tanto, el campeón es Colo-Colo, aunque a muchos les incomode.

Y si el TAS no dispone otra cosa.

*Roberto Rabi González es escritor, abogado de la Universidad de Chile, profesor de Derecho Procesal y Penal e investigador de la Asociación de Investigadores del Fútbol Chileno (ASIFUCH).

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